Para que la economía no desacelere, Kirchner apuró los tiempos de sindicalistas y empresarios

De Domingo a Domingo, la columna política semanal de Hugo
Grimaldi*


Hombre rígido y difícil, Néstor
Kirchner ha decidido retomar la iniciativa política que a veces se le desliza peligrosamente, sobre todo cuando las cosas no salen
como a él le gustaría, y lo hizo en lo que el Gobierno describe, aunque tenga tres patas, como ?acuerdos paritarios?, un tema más que
delicado, ya que en su dilación se combinaban peligrosamente las mayores expectativas inflacionarias con la retracción inversora de
las empresas.

De allí, entonces, que el Presidente se haya plantado firme en la semana con una nueva obsesión, que el tiempo dirá si se trata de un
producto ideológico o bien el fruto de la necesidad de corregir rumbos para atraer inversiones porque percibe cierta desaceleración
económica o quizás un impulso para evitar que se le agite el rancho sindical: los empresarios tienen que ganar plata, porque con esa
plata tienen que mejorar los ingresos de los trabajadores, ha dicho.

Esta es una línea casi obsesiva que siguen muchos funcionarios de diferente rango del Gobierno: meterse en los balances de las
empresas, mucho más allá de lo que la AFIP requiere como control de cobranza de los impuestos, sin considerar si esos remanentes serán
necesarios para invertir o, lo que deploran por igual ministros y secretarios, para darle un rendimiento al capital invertido.

Lo concreto es que un par de veces en la semana, Kirchner usó similares argumentos, una vez frente a representantes de la industria
automotriz, a los que alabó, y en la segunda frente a media docena de sindicalistas ?amigos? que le fueron a hacer la corte al
camionero Hugo Moyano a la mismísima Casa Rosada, en un extensísimo discurso donde al tiempo que marcó la supuesta libertad de
discusión salarial, quedó en claro que había sido él quien terminó laudando en la cuestión, harto de tantas idas y vueltas que
enrarecían cada vez más el escenario.

Tras una orden del Presidente en persona, el jueves por la tarde, Moyano le había blanqueado a sus pares cegetistas que el número
mágico de aumento a aceptar era de 16,5%, como aumento nominal de paritarias. Se lo adjudicó él como un logro de su estrategia de tira
y afloje, cuando en realidad en el resultado de cansar al Gobierno mucho más tuvieron que ver los metalúrgicos, los gastronómicos y
los colectiveros, tres gremios con los que Moyano tiene amplias diferencias.

Los primeros, porque habían sido bendecidos por el Presidente como punta de lanza de las negociaciones, ya que Antonio Caló, su
secretario general, ha profesado oportuna fe kirchnerista, lo que le ha abierto los despachos de la Casa Rosada. Sin embargo, los
convenios que pudo sacar la Unión Obrera Metalúrgica se fueron arriba de 20 por ciento.

El caso de los gastronómicos es más sencillo de explicar: allí no hay rencillas por los espacios del poder, como en el caso anterior,
sino odio entre los protagonistas. Luis Barrionuevo dijo que su gremio quería arriba de 30 por ciento y que muchos hoteles y
restaurantes, beneficiados por el turismo estaban ganando mucho dinero (el mismo argumento oficial) y que, por lo tanto, podían pagar
tal aumento, así que no se iba a bajar de esa pretensión, aunque lo solicitara el Presidente.

Por último, en la UTA ya no está más Juan Manuel Palacios, sino Roberto Fernández, quien bastantes problemas tiene con las bases, que
piden mucho más que 16,5 por ciento, especialmente en el rubro subterráneos, copado por los delegados de cada línea, quienes, por otro
lado, están hoy jugando un extraño partido de paros y demoras de servicios que tienden a complicar al gobierno porteño, en tiempos de
campaña política.

Lo que el líder sindical no necesitó decirle a ninguno de sus pares cegetistas fue que la reunión a la que había sido llamado juntos a
otros cinco gremios, se fijaría un porcentaje nominal que luego los convenios podrían vulnerar desde el costado de las llamadas
condiciones de trabajo o con adicionales no remunerativos, igual a los que se usan en las provincias -y Santa Cruz es un ejemplo- en
el caso de los estatales y docentes.

Se trata de una hipocresía más ya que, como en el caso del INDEC, el número oficial dirá una cosa y la realidad puertas para adentro
de cada compañía marcará otra diametralmente opuesta. Son dos planos, alineados, pero diferentes: una cosa es lo que recibirá la gente
en su bolsillo y otra la incidencia final que tendrá la recomposiciòn salarial en el costo salarial de las empresas.

Por ejemplo, un aumento de 16,5 por ciento podrá ser convertido fácilmente en 18,8% con sólo pactar la reducción de una hora de
trabajo al día o en un número superior sólo con hacer un retoque en el índice por el cual se calculan las horas extras o bien con la
eliminación de las categorías inferiores y un nuevo piso (como pide la UOM) o a través de un incremento fijo de equis pesos (con o sin
aportes a la seguridad social) que, además, impactará diferente en los costos, de acuerdo a si la empresa es chica, mediana o grande.

El ministro de Trabajo, Carlos Tomada ha llamado a estas variables ?adicionales particulares?, lo que es extraño también para su
concepción peronista de la situación, ya que es una forma de decretar, de paso, el fin de las llamadas ?negociaciones colectivas? y de
generar menos incentivos para que muchas Pymes se blanqueen.

Pero lo cierto es que ninguna de estas variantes ha sido prohibida taxativamente y que los sindicatos saben que las podrán hacer valer
y sacar ventajas, a la hora de la escribir la letra chica de los convenios. Entidades patronales que negocian con el gremio de los
camioneros han denunciado que, en su caso, algunas escalas saltan hasta 25 por ciento y está la situación “particular” de los
bancarios, que han conseguido 14 por ciento de aumento, pero con un aporte patronal más que importante para su tan vapuleada Obra
Social.

Tras la reunión en la casa de Gobierno, Moyano dijo lo más campante que en realidad no habían ido a aceptar un porcentaje predefinido,
sino a ?agradecer? la movilidad salarial que impulsa el Gobierno, aunque mucho se cuidó de mencionar otras ventajas conseguidas para
la CGT, como cargos para sindicalistas afines que se habrían obtenido en las futuras listas de diputados del Frente para la Victoria,
en la provincia de Buenos Aires.

Es precísamente en este distrito, donde el gobierno nacional hoy tiene puestas sus mayores esperanzas para que la elección de octubre
no se le escape, ni siquiera si la candidata es Cristina Fernández de Kirchner. Si de algo sirvió la jugada de Jorge Telerman de
adelantar para el 3 de junio los comicios porteños fue para clarificar la situación, ya que por ahora todos los candidatos están
subordinando las campañas nacionales a lo que pase en el distrito, con algún mayor énfasis en Elisa Carrió o en Ricardo López Murphy,
pero decidídamente aplastado en su accionar en el caso de Roberto Lavagna.

No obstante esa mayor pasividad opositora no se da en el oficialismo, ya que el adelanto de elecciones en otros distritos clave parece
jugar en contra de sus proyectos. Hasta el momento, todo indica que es muy probable que el oficialismo pierda en la Capital Federal,
Neuquén y Santa Fe y que en Córdoba, si gana bajo un complicado esquema, no quede muy claro a quien atribuirle los méritos, si Juan
Schiaretti, su delfín, sucede al gobernador de la Sota, lo que no se sabe tampoco si ocurrirá matemáticamente después de que la UCR se
alzara con la mayoría de las intendencias, la semana anterior. La carta de triunfo está, entonces en Buenos Aires, con “pingüino” o
con “pingüina”.

Pese a todos estos reparos que podrían complicar el mapa electoral para el Gobierno, un hombre que habla con el Presidente todos los
días ha señalado con mucho énfasis, en una charla reservada con DyN, que la hipótesis Cristina sigue siendo la línea más firme dentro
del Gobierno y, de hecho, la exposición de la Primera Dama indica que, por ahora, los planes no cambian, ya que Kirchner parece querer
evitarse un eventual desgaste de segundo mandato.

El interlocutor señaló que Daniel Scioli está recorriendo toda la geografía bonaerense y que, en este renglón, le ha sacado una
ventaja más que apreciable a sus eventuales competidores porque, uno por uno, ya ha superado en sus visitas los dos tercios de los
distritos comunales. Mientras tanto, los equipos de trabajo del candidato le están armando propuestas en dos frentes que consideran
prioritarios: un andamiaje económico sustentable y una gestión de seguridad totalmente distinta a la actual, con énfasis en el día a
día y en la gestión.

Esta visión de estar cerca de las necesidades de la gente, sin darle tanta importancia a las cuestiones políticas o aún a las
intelectuales es lo que está diferenciando negativamente a Daniel Filmus de sus dos contrincantes porteños. Mientras Telerman y
Mauricio Macri muestran que quieren trabajar de intendentes, en el día a día de la gestión municipal, y así se lo expresan a la
ciudadanía, el ministro de Educación se ha encerrado en un discurso tan teórico como el que depositó a Rafael Bielsa tercero en las
últimas elecciones del distrito.

La gran pregunta a responder en la Capital Federal es si las encuestas no pueden revertirse, que pasaría si Filmus resigna su lugar
antes de la segunda vuelta o aún en el ballotage. ¿A quién apoyará el Presidente? ¿A Jorge Telerman, aliado de Elisa Carrió? En este
aspecto, hay quienes especulan que el apoyo fluirá hacia Macri, lo que sería un sapo muy difícil de tragar por parte del Gobierno.

Este punto es central, ya que el carácter presidencial se sentiría tocado a fondo. El nuevo interventor en el INDEC, el sindicalista
Alejandro Barrios, acaba de decirle a sus compañeros que deberá convivir con Beatriz Paglieri, la culpable del papelón de la Canasta
Básica, porque el Presidente no quiere volver atrás para que no se interprete una eventual remoción, en un año electoral, como un
signo de debilidad política y que

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