Una ranada


Un grupo de ranas iba atravesando un bosque y dos de ellas cayeron en un hoyo muy profundo.
Las restantes se reunieron alrededor del hoyo y al ver que éste era tan profundo, les dijeron a las dos ranas que se dieran por
muertas.
Las dos ranas ignoraron los comentarios y trataron de saltar con todas sus fuerzas para salir del hoyo, mientras que las demás
continuaban gritándoles que se detuvieran, que se dieran por muertas. Finalmente, una de las ranas se dió por vencida, haciendo caso a
las demás. Se dejó caer al suelo y murió.
La otra rana continuó saltando tan fuerte como pudo, mientras que las de afuera le coreaban que no sufriera intentando salir y que se
dejara morir. La rana saltaba más y más fuerte, hasta que logró salir.
Lo que pasó es que esta rana era sorda. Por eso, ella había pensado en todo momento que sus compañeras lo que hacían era que la
animaban a salir.

La historia nos enseña dos lecciones. Nuestra boca tiene el poder de la vida y la muerte. Una palabra de aliento a quien está pasando
por un mal momento, puede reanimarlo y ayudarlo a salir adelante.
Una palabra destructiva puede ser lo único que se necesita para matarlo.
Seamos, pues, cuidadosos con lo que decimos. Que nuestra boca siempre tenga una palabra de aliento para todos aquellos que la
necesitan cuando cruzan tu camino.
(una evocación de Víctor Navas Prieto)

Dejar un comentario