Es la primavera austral y desde siempre llegan a estas costas las golondrinas de Capistrano, una aldea
vecina al Silicon Valley. Capistrano queda a pocos kilómetros de San Diego, al Sur de California, donde ahora vive Agustina Guerrero,
una de las cronistas más brillantes de las jóvenes generaciones de periodistas argentinas.
Al norte de Capistrano suceden cosas muy humanas, aunque a veces suelen tomarse decisiones muy crueles que afectan al planeta todo.
Últimamente vienen menos golondrinas y nos envían más chips, aunque dicen que son menos costosos a consecuencia de la Ley de Moore. Al
Norte de Capistrano, están la abundancia con todo desparpajo, también con toda su vehemencia en la constancia, su solidaridad, su
ingeniería sideral.
Al Sur de Capistrano están el amor y la gente que quiero y que me regocija. Están mis hijas y mis amigos. Están los sueños compartidos
y la oportunidad de recrear asiduamente la más bella ceremonia de amistad del planeta que es el mate. Claro que hay otros rituales tan
bellos, pero ese es el de nuestro vecindario. Tan aquerenciado como el filete, que viste nuestras páginas.
Al sur de Capistrano está la ingeniería fantástica y un sueño con Polos Tecnológicos, con fábricas de videojuegos, con el
correspondiente software para esos juegos, con dibujantes que trabajan para Hollywood, con armadores de PC y módems, con soñadores de
CMM, con creativos de TV y especialistas de efectos especiales. Todos ellos trabajando para las compañías petroleras, para los
laboratorios donde se teje la bioingeniería de la soja o el nuevo Geniol.
Al sur de Capistrano, la vida es intensa, dramática, de bolsillos escasos, de robos y asesinatos cada día más espeluznantes. Pero es
también de una orfebrería que queremos resaltar: está el equipo que cada día ?culo en silla- pasa horas y horas tejiendo el software
que hará funcionar los Banelcos; despegar los aviones y atender a la sala de neonatología del Garraham. Y esos son nuestros héroes.
Ellos, como nosotros, vivimos al Sur de Capistrano, este bello y argentino país.
En verdad todos sueñan con el Sur, con volver al Sur. René Favaloro lo hizo y nos dio innúmeras lecciones de vida y muerte también. El
investigador indio que lideró el desarrollo del Pentium IV, volvió a su tierra y comanda la planta de microprocesadores que construye
su patria. El brasileño que inventó AutoCAD hace lo propio. Franco Lodato, el venezolano que dirige los diseños de Motorola vuelve a
Caracas con frecuencia para beber en la fuente que despertó su curiosidad creativa. Y otro tanto sucede con nuestro compatriota Axel
Meyer, que dirige los diseños multimediales de Nokia.