Siempre admiré en los fotógrafos su habilidad felina de apoderarse a golpe de vista de un instante.
Esas son las imágenes que lo dicen todo en si mismas. Y ello ocurre en la muestra de arte digital que el maestro de fotógrafos Roberto
Fernández exhibe en el Teatro Roma, de Avellaneda (Buenos Aires, Argentina), hasta el último día de este otoño austral.
– Es una muestra muy
para ti, dije a Boox mi discípula más joven en la ceremonia ritual del mate (especial para Boox porque
ella da estos días sus primeros pasos en la carrera de Diseño de Imagen y Sonido).
– ¿Vamos por
parte: fotografía o arte digital?, me interroga Boox.
– Ambas cosas
-le digo mientras acomodo una hojita de menta que agrego al mate-. Te cuento mi querida Boox que se trata de imágenes de fractales
atrapadas como mariposas en vuelo y ahora exhibidas en un formato gigante de un metro cuadrado y algunas hasta del doble de
tamaño.
– Epi, no
divagues. Una cosa son fractales y hasta en el reproductor de Windows Media podés encontrarte con ellas; otra cosa es arte
digital.
– Muy cierto
-le digo a Boox, extendiéndole un mate de menta dulce, como a ella le agrada-. Y sí, hay cosas en las que tenés razón…, reconozco
que divago. Pero te confieso que apenas subí las escaleras y entré al salón del primer piso del legendario Teatro Roma sentí un golpe
de colores aquí en el pecho. Sí, ya sé que vemos a través de los ojos, pero dejáme que te
explique…
– Dale,
concedió Boox.
– Al llegar me
recibió Carina Cosentino. Ella es ayudante de la cátedra que da
Fernández
desplegando con los estudiantes, armonizando antiguas y nuevas tecnologías. Y también enseñando la relación entre arte y teorías que
han conmocionado el último siglo, como:
Teoría
– Hasta aquí:
caótico lo tuyo, Epi.
– Con una síntesis que peca de superficial -me dijo Carina- puedo aproximarle que las fractales son
representaciones gráficas de una geometría que habla en un lenguaje caótico de sistemas de dinámica no lineal. Vale decir, que el
dibujo de una fractal en un papel o pantalla representa, ya no las tres dimensiones de nuestra perspectiva sino las múltiples (y
además fraccionadas) dimensiones del universo. Como es de notar -decía mientras me guiaba ante cada obra-, entre las varias
disciplinas que intervienen, son las recientes teorías matemáticas, el soporte de la informática y la expresión creadora en busca de
una nueva interpretación del arte ante el quiebre de paradigmas en el que nos encontramos.
– Pero y qué
dijo el autor de las obras, interrogó Boox.
– Bueno, las
resumió en estados de ánimo y una etapa de quiebre en su vida personal. Así lo explicó
la ceremonia ritual del mate-, como que él es de Goya, Corrientes.
– ¿Estados de
ánimo?
– Explicó que
armonizar los saberes de que habla Carina le permite preparar la ecuación, dispararla en la computadora y congelar la pantalla cuando
siente que se ha establecido esa íntima comunicación entre el artista y su obra. Todo lo que sigue es trabajo… el arduo trabajo del
artista.
– ¿Por qué en
el arte todo es arduo?, dice Boox mirando con detenimiento las imágenes del mate de cerámica diaguita que entibia su
mano.
– Como en ese
mate -le digo a Boox- en que hay ojos desmesurados, dientes, hojas… En las imágenes de
que todo es parido con dolor; al menos es arduo todo lo que sigue a ese instante en que aprisionó la
imagen.
Lo que sigue
–digo repitiendo la explicación del maestro- es trabajar el caos de los fractales. Trabajar los tonos. Y hacerlo visible, esto es:
trabajarlo en la pantalla de
PC.
maestría para dar el punto justo al software y tintas que reproducirán la gradiente de los tonos. Además de la calidad tecnológica que
debe tener el equipo para hacer visible la obra de arte.
– Imagino -dice
Boox- los debates que habrá en su cátedra de fotografía acerca de ¿cómo o cuánta tecnología es adecuada para una obra de
arte?
– Se combinan
antiguas y nuevas tecnologías, según explicó Roberto Fernández. Nada impide -dijo- que los estudiantes usen las computadoras más
avanzadas, el software más evolucionado y las muy en boga cámaras digitales… Pero deben comenzar su diálogo con las imágenes a
través de las antiguas cámaras cuadradas, las cámaras fuelle en que bascula la lente, aquellas de negativo de 10 por
centímetros
Antiguas y
nuevas tecnologías, como en nuestro arte ritual del mate, donde se combinan el agua renovada de cada ronda. Las milenarias enseñanzas
de qué parte de nuestro caos o armonía interior se modifica cuando introducimos al mate una brizna de ajenjo (para curar nuestro
estómago). O una pizca de cedrón (para fortalecer al corazón)… o de: bueno, dejémoslo allí, para no pecar de curandero. Hasta nuestra
próxima ronda. Y ¡Gracias!
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