Gracias Clementina


Clementine era una canción muy popular en los ´60 y su melodía sonó hasta en el Río de la Plata.
Clementine vino a mi cuando tenía 14 años, allá por 1961 y aún la recuerdo vívidamente. Recuerdo la canción y también a la Clementina
acaso más famosa de nuestra región, la supercomputadora.

Clementina me impactó a tal punto que las nuevas tecnologías y, las computadoras en especial, se tornaron motivo de enorme interés, al
punto que Portinos es su expresión. Matilde, nuestra profesora de matemática de tercer año, entendió que debíamos conocerla y allá
fuimos, desde Banfield a Ciudad Universitaria, para reverenciarla.

Sí, porque el encuentro fue reverencial. Matilde nos explicó: puede resolver ecuaciones muy complejas en apenas un soplo. Pongámosla a
prueba -dijimos- y elucubramos la que creíamos era la más abstrusa de las ecuaciones imaginables en ese siempre temido campo de la
matemática en el secundario.

Efectivamente, mientras por un lado terminaban de tipear lo que suponíamos era una complejísima operación; por el otro costado de
Clementina fluía una cinta cribada de agujeros que, aseguraba Matilde, era la respuesta. Debíamos creer. No había pantalla como en las
actuales computadoras en las cuales mirar.

Clementina gozaba de un régimen de vida especial, incluso tenía una sala de máquinas fuera de su emplazamiento, desde donde le
insuflaban aire fresco para mantenerla en una temperatura estable de 19 grados (muy pocos para gusto).

¿Para qué tanto cerebro? preguntamos a Matilde. Para predecir el tiempo, para cálculos de estructuras como las de grandes obras, nos
respondió Matilde y nada nos dijo de Los Alamos y la bomba atómica, ni tampoco de historias de espías decodificando mensajes de navíos
de países en guerra.

Se acuerdan de Clementine, sí era una canción de moda por esos años y cuya melodía escapaba de Clementina, al punto de asignarle su
nombre. Afortundamente nuestras supercomputadoras -hay ora más: Hope, en Caleta Olivia, Santa Cruz-, no han tenido ni tienen cometidos
de guerra.

La Clementina de nuestra historia tiene una heredera: Clementina II; una dama que ostenta el cetro de nuestras Súpercomputadoras, un reino del cual se
ocupa muy especialmente nuestro columnista Manuel Sabariz Santos.

Clementine

Clementina II

SúpercomputadorasClementina
II

admin
3 enero, 2007

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