La pandemia trajo cambios de hábitos contundentes en los consumidores, principalmente a raíz de estrictas restricciones de movilidad Hubo …
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De Domingo a Domingo, la columna política semanal de Hugo
Grimaldi*
El miércoles pasado, un discurso del presidente de la Nación reforzó
la impronta de lo que será el tono de la campaña electoral a favor de la designada senadora Cristina Fernández de Kirchner: ellos
contra nosotros. No es novedad, ya que para la visión del oficialismo, todo lo feo, lo sucio y lo malo está afuera del Gobierno y allí
están las fuerzas a atacar, los personajes de la vieja política, los que defienden oscuros intereses, los mismos nombres que cuando
?uno los toca, ?atacan, insultan, agravian, descalifican?.
Sin embargo, la gran pregunta a responder desde el plano político y también desde el comunicacional es si ese discurso plañidero de
victimización aún cala en la opinión pública o si se lo toma cada vez más como una expresión folclórica, capaz de maquillar apenas las
dificultades que el Gobierno vive en media docena de frentes, donde se le está moviendo peligrosamente la estantería: los dislates
energéticos, los graves cuestionamientos a dos funcionarias y la manipulación de los índices oficiales que, por lo absurdo, ya se ha
convertido en algo kitsch.
En medio de la alegría de las capas medias por la nieve depositada en los jardines de Lomas de Zamora o de Villa Devoto, desborde que
no ha podido ocultar la tragedia de las 24 personas que han muerto de frío durante la última semana en el país, o aún de la euforia
que han generado hasta ahora Messi, Riquelme y compañía, habría que determinar si esos problemas tan graves que erosionan la marcha de
la economía y que empañan la institucionalidad además han comenzado a reflejar señales de alarma para la propia sucesión presidencial.
Además, y como subproducto de aquel primer interrogante, también debería pulsarse si tantas dificultades puestas de relieve en el
manejo de todas esas crisis no le quitan credibilidad al Gobierno para imponer como sincero y contundente su discurso por la positiva,
el de los logros económicos que tan expresivamente recita el Presidente cada vez que puede. Si se miente y está tan claro en el caso
del INDEC, por qué creer en todo lo demás, podría estar preguntándose la opinión pública.
Lo que queda claro es que las alocuciones de Kirchner trasuntan que él se siente solo en la cancha y que por eso la marca a su gusto y
placer, ya que la oposición es tan débil que ha encontrado hasta el momento en esos episodios de desmanejo apenas un salvavidas para
justificar su falta de convicción y, buena parte de ellos, el miedo a que los emparenten con los malditos ?90.
En este aspecto, el Gobierno se envalentona porque ni por izquierda ni por derecha han aparecido propuestas alternativas a un modelo
que, por cierto, tiene aristas más que vulnerables en lo social, más algunos fundamentos que van a contramano del mundo de hoy y que
no representan -como no lo hizo la Convertibilidad ni todos sus aditamentos- ni la fe verdadera ni la panacea universal.
Por ahora, desde el descrédito, algunos de esos políticos han sido funcionales al propio Gobierno, ya que sólo se han detenido en la
cáscara y en sus propias broncas y así lo han dicho, desde San Luis, los dinosaurios del peronismo y lo han repetido luego en
almuerzos, radios y desde sus bancas legislativas también algunos representantes del duhaldismo.
En cuanto al análisis del discurso de Kirchner, también puede apuntarse que la dinámica que han tomado todos los problemas ha puesto
en negro sobre blanco que buena parte de las dificultades que se viven hoy en el Gobierno no sólo tienen raíz externa, como se
denuncia, sino en las propias internas de Palacio.
En algunos casos, esta debilidad adicional se manifiesta por la ocupación de los espacios de poder y en otras por la misma forma de
conducción que despliega el Presidente ya que, sin fusibles, Kirchner es a la vez Jefe de Gabinete, ministro de Economía, de
Planificación, secretario de Medio Ambiente, de Comercio, de Energía y titular del INDEC. Al respecto, se hace verosímil -y nunca ha
sido desmentida- una eventual sugerencia de su médico personal de que se aleje de la conducción del día a día, ya que su salud no le
permitiría afrontar cuatro años más de mandato a este ritmo enloquecedor.
Mucho se habla también del trabajo sucio que habría que hacer para encolumnar de aquí en más algunas variables que se han salido de
madre, algo que se sabe que no será posible hacer de un plumazo desde aquí hasta octubre, por lo que se especula que la tarea quedará
pendiente para el próximo turno presidencial.
En la lista de las delicadas tareas que habrá que abordar están en primer término la adecuación de precios y tarifas, pero también
habrá que trabajar en línea con un menor nivel de actividad y poner en orden el uso indiscriminado de los subsidios, junto a los
problemas que se generan a partir de allí, en catarata: aumento del gasto y deslizamiento del superávit fiscal que, a la vez que no le
ha permitido al Tesoro que ayude al Banco Central a comprar dólares, hace cada vez más necesario el endeudamiento para cubrir
vencimientos que, con el país todavía técnicamente en default, lo deja cada vez más a merced de la dependencia venezolana.
Si a todo esto se le agrega que, por lo dicho, la vidriera actual no es la mejor o que aún pueden aparecer nuevas dificultades, más
que una explosión, de aquí hasta octubre, es probable que lo que se registre sea una implosión puertas adentro del Gobierno, ya sea
por acción del ?cristinismo?, que necesitará garantías para que el cambio funcione y no afecte desde el vamos a la Primera Dama, o
quizás por reacción del ?nestorismo? que, aún no resignado, podría intentar retomar el timón.
En la semana, la interna se comió ya a un elemento central del Gobierno. Pasó casi inadvertido, pero en una charla pública que mantuvo
Alberto Fernández frente a un auditorio de cronistas impedidos de preguntar, mientras acusaba al periodista Claudio Savoia de haber
copiado una información que mostraba los desmanejos presupuestarios de la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, el Jefe de
Gabinete aclaró que el 10 de diciembre terminará su función junto a Néstor Kirchner.
Pese a todos los argumentos de Fernández -Picolotti no pronunció palabra, aunque el viernes le mostró a su personal los cuadros que se
presentaron y dicen que no los conmovió siquiera- nada de lo que se dijo allí logró exculpar a la secretaria, ya que se corroboraron
una por una las situaciones que describió el periodista. Al mejor estilo presidencial, Fernández cargó contra el mensajero con algunas
expresiones de las que seguramente deberá retractarse en los Tribunales y contra el diario ?Clarín?, que publicó la noticia.
En este aspecto, la salida de Fernández del Gobierno ha quedado compensada con el nombramiento como director por el Estado en Papel
Prensa, donde compartirá la mesa de decisiones no sólo con ?Clarín?, sino con ?La Nación?, otro de los diarios a los que se alude
permanentemente desde el atril presidencial.
El Jefe de Gabinete tildó a Papel Prensa de empresa ?casi monopólica? y dijo que llegará a su Directorio para controlarla porque
?queremos entender bien como opera?, ya que el Presidente ?me ha ordenado prestar atención puntualmente?. Una notable singularidad la
del Estado argentino que no sabe cómo funcionan sus empresas y sigue creándolas, al estilo de Enarsa, Ferrocarriles o de la ya
fallecida Lafsa, la única aerolínea del mundo sin aviones.
Tampoco el Estado ha dejado durante estos días de interferir en la vida de las empresas privadas, con el cambio de un director en
MetroGas, primero, desde una posición de fuerza de Guillermo Moreno y con el pedido del mismo funcionario a las petroleras para que
suministren combustibles líquidos a taxis y remises y luego a industrias y generadoras al mismo precio del gas que consumen.
En este caso, el chiste salió caro ya que las empresas explicaron que la capacidad de refinación de las destilerías está a pleno y que
el único modo de proveer gas oil y fuel oil es importándolo a un precio internacional que considera el valor de más de 70 dólares el
barril de petróleo, un viejo anhelo que en otros tiempos fue calificado como extorsivo.
Pues bien, como la necesidad tiene cara de hereje, el Estado se hará cargo de compensar todas las diferencias con un cargo máximo para
los contribuyentes de 900 millones de pesos, que se calcula que podría ser de la tercera parte mientras dure la emergencia del
invierno, aunque equilibrado con los ingresos, sostuvo Julio De Vido al mejor estilo ofertista de Domingo Cavallo, debido al mayor
nivel de actividad.
Ante tantos enredos de entrecasa, el fallo de la Corte que determina la imposibilidad de aplicar el indulto presidencial a favor de
quienes cometieron crímenes de lesa humanidad le acaba de aportar al gobierno de Néstor Kirchner un poco de aire y un contrapeso que
le sirve para disimular un poco todas esas contrariedades del presente y sus delicadas proyecciones.
Si bien tan dramática cuestión hoy no es registrada por las encuestas como uno de los principales problemas que mantiene en vilo a la
sociedad, al menos por unos días las discusiones pasarán por otros carriles: desde el plano jurídico, sobre la pertinencia del fallo,
hasta la más pedestre de entender por qué a los militares sí y a los guerrilleros no.
Lo cierto es que el pronunciamiento judicial le ayuda al Presidente a descomprimir algo un frente que se le estaba poniendo cada vez
más crítico en cuestiones sociales, sobre todo desde el lado de las organizaciones de defensa de los derechos humanos, las que ahora
vuelven a sentirse protagonistas.
Militares genocidas, peronistas con prontuario, diarios extorsionadores y empresarios insaciables. Estos son los enemigos y ?contra
ellos vamos? es la orden. Al Gobierno sólo le falta preguntarse ?¿y por casa, cómo andamos?? y rezar para que la Argentina le gane a
Brasil.
—-
* Por gentileza de Hugo E. Grimaldi, director periodístico de
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