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Seguir leyendo //Hugo Scolnik, creador y primer director de la carrera de informática que tuvo la Argentina, abordó en la presentación de Fundación Clementina, el campo de la educación y la formación científica en esa área, señalando que en aquellos días iniciales, el objetivo fue formar y aportar alto valor agregado a la producción nacional.
“Creo -expresó Hugo Scolnik (foto)- que una de las primeras definiciones importantes que se tomó entre quienes participaron de los momentos iniciales es que no se buscó tener una factoría sub asiática basada en los bajos salarios y productividad baja pero muy barata, sino que de entrada hubo mucho acuerdo en que teníamos que apuntar a una industria con alto valor agregado, lo cual no implica necesariamente incorporar ciencia y tecnología en la producción nacional. Eso estuvo claro.
“En función de eso se fueron creando distintas cosas, se crearon distintos instrumentos de parte del Estado, como la Ley de Promoción del Software, el FonSoft, etc. Y hubo un encaminamiento muy razonable de muchas cosas. También entre los logros es que uno puede citar un aumento sensible del presupuesto de ciencia y tecnología y educación que, evidentemente, ha traído sus beneficios. Pero yo quiero referirme mas bien a lo que llamo asignaturas pendientes.
“Y en este momento, en que hay una crisis internacional que se refleja también en nuestro país, creo que hay muchas cosas para repensar y poder focalizarnos más en algunas de las estrategias que el país necesita. El escenario educativo tiene una crisis que todo el mundo conoce y coincido con Daniel Filmus cuando dice que están bien las puntas del sistema, o sea el jardín de infantes y la universidad, y en el medio tenemos el gran drama nacional que es el colegio secundario. Con todas las complejidades a las que no me voy a referir, pero que seguramente vemos cómo influye en el escaso reclutamiento que tenemos de chicos que ingresen a hacer carreras de contenido científico tecnológico.
“Eso requiere una instrumentación que supera grandemente lo que uno puede hacer desde un grupo de pensamiento; se va a poder arrimar algún grupo de ideas, pero la instrumentación no la hace uno.
“Lo que sí creo y eso lo hemos vivido en todo el mundo, en distintas épocas, es que tenemos que cambiar radicalmente muchos de los enfoques del sistema científico. Lo que uno encuentra tradicionalmente en la Argentina es que la ciencia fue un valor cultural y no un valor económico. Siempre quisimos un país que fuera lo más europeo posible, donde un científico era considerado como un violinista del Teatro Colón, donde era bueno tener un científico. Teníamos un origen bastante elitista de la ciencia.
“Yo, por distintas circunstancias, intercambié mucho con el Premio Nobel Luis Federico Leloir y vemos que inicialmente, ciertos de nuestros científicos más destacados venían de familias de círculos socioeconómicos destacados, muy influenciados por una filosofía muy europeizante y muy orientados al hemisferio norte, con escaso contenido o promoción de los problemas que podía tener la Argentina.
Ciencia para los científicos o para el país
“Creo que en estos momentos el debate, casi uno lo podría sintetizar en una forma un poco brusca, pero para entender se diría, que el dilema es: ciencia para los científicos o ciencia para el país. Y creo que hay una división bastante clara. Durante muchos años lo que hemos visto tradicionalmente, es el científico que buscaba recursos en el sistema estatal para financiar sus investigaciones y cuando conseguía un buen curriculum normalmente emigraba; bien saben que nuestro gram grain se mide en miles de científicos emigrados, segun surge hablando con muchos de ellos que residen en otros países.
“Está bien, hay una cantidad de justificaciones; este es un país que persiguió, torturó, encarceló y asesinó a científicos y mató a muchísima gente, por lo que en muchos casos estaba justificado el irse del país.
“Empezamos con la Noche de los bastones largos o antes, y todo eso lo venimos sufriendo hasta aquí. Ahora, de todas maneras, creo que persisten en el sistema muchos mitos que es necesario discutir. Uno es aspirar a que el 1% del Producto Bruto se dedique a investigación científica. Yo creo que si no cambiamos radicalmente los mecanismos burocráticos que gobierna al sistema científico en particular, podemos poner el 1%, el 2% y los resultados que obtendremos no serán tan eficientes, porque hay cosas que hay que cambiar radicalmente.
“En particular, soy un convencido de que una de las tantas cosas que tiene que hacer un país pequeño, como es Argentina en ciencias, porque cuando hablamos del 1% ¿qué es comparado con los presupuestos de investigación y desarrollo de Estados Unidos, Francia, Alemania o lo que sea? Evidentemente es muy poco y uno de los tantos temas que tenemos que promocionar es la investigación interdisciplinaria.
“Como matemático hay cosas que a veces me resultan graciosas, por ejemplo técnicas que usan los economistas para diseñar un modelo económico son técnicas que usan los ingenieros para diseñar antenas. Y ni siquiera se comunican. Nadie sabe qué hace el otro, qué experiencia tiene; nadie sabe de qué software se dispone… En general, la ignorancia entre disciplinas es bastante llamativa.
“En distintas ocasiones he charlado con gente del CONICET, un organismo que, desde que se creó, tradicionalmente trabaja sobre la demanda y no sobre la oferta. ¿Qué quiero decir? Que va un científico y presenta un proyecto, que se lo gane o no, ese es otro tema. Y, a partir de allí, no se hace otra cosa. No surge de los organismos competentes del Estado una oferta de que, los investigadores más destacados en un tema, puedan reunir a los científicos más destacados en todos los temas, para explicarles qué están haciendo, para qué lo hacen y cuáles son los objetivos de eso para ver si se pueden recoger ideas de una manera distinta.
“Todo eso se une a otro tema que me parece muy crucial: hace un par de años estaba a cargo del departamento de computación de la Facultad de Exactas y francamente llegué a cansarme de llevar proyectos aplicados a la facultad porque ningún científico joven estaba interesado en hacerlo. ¿Por qué? Porque la manera de medirlo es solo con los papers en revistas internacionales.
“Por ejemplo una vez llevé una idea para hacer un sistema para PAMI y a nadie le interesaba porque un sistema para PAMI no terminaba en ningún paper en ninguna revista norteamericana, escrito en inglés y con referencias. Por lo tanto, no le iba a servir en ningún concurso. El problema es que si no cambiamos de paradigma, es decir la manera de evaluar a nuestros jóvenes científicos, seguiremos en dificultades.
“Fijense que una cosa que venimos debatiendo con la industria es que la incomunicación acá es casi total; conozco muy pocas excepciones donde desde la industria se ha convocado y se han hecho proyectos conjuntos. Hay excepciones, claro. Lo que estoy diciendo es en sentido académico.
“Tengo una experiencia de cuando estaba a cargo del Departamento de Computación, tenía un grupo de mail al que llamaba tesis y cada vez que veía una tesis interesante en computación, con alguna implicancia para la vida real, yo lo difundía entre una cantidad de empresarios, para que vinieran, para que enviaran gente, para que lo evaluaran. Nunca vino nadie.
“Recuerdo un episodio un tanto gracioso en que un empresario amigo me contesta diciendo: mirá, estas cosas son medio difíciles. Entonces le dije: si todo el mundo considera que eso es muy difícil, podés considerar en cerrar en muy corto plazo, porque lo que se viene es justamente eso. Y, si no entendés lo que se viene, no podés viviendo en un circuito muy cerrado.
“Es otro tema en el que el sistema académico y el sistema empresario, nadie hace nada; pero de alguna manera hay que hacer puentes.
“Un tema que, a veces le cuesta entender al sistema empresario es que, el científico es un trabajador como cualquier otro. Le interesa su salario de bolsillo. Tiene familia, tiene hijos, va al supermercado, tiene que pagar impuestos (surge la risueña acotación: Ganancias, por supuesto). Y ¿qué le dice el sistema? Que la manera de subir en esta escala es que si hoy sos ayudante de primera, mañana serás el jefe de trabajos prácticos y ante la pregunta de ¿cómo se sube en esa escalera? Y, se sube publicando papers. ¿Y quien evalúa esos papers? Y, son revistas del exterior. ¿Y qué temas les interesan? Y los temas que les interesan a ellos.
“Tengo amigos médicos que me dicen: hay temas de medicina, Chagas entre ellos, que evidentemente a nadie interesa en otra parte del mundo donde no hay Mal de Chagas. Evidentemente ese y otros no son temas que tengan un appeal como para ser publicados en revistas internacionales.
“O sea, los jóvenes vienen recibiendo permanentemente ese tipo de mensajes y luego viene el tema de los doctorados (voy a tirar otra bomba más así me peleo con todos). Creo que desde que comenzó esa movida internacional, que estaba muy bien definida en las políticas del Banco Mundial, y que ha afectado a todos nuestros países y que tiene que ver con la evaluación universitaria -cosa en la que estoy de acuerdo que debe haber una evaluación externa-, pero se han generado lo que yo llamo “asociaciones ilícitas” (con perdón de la palabra). Viene un joven que se quiere doctorar; él quiere doctorarse; su profesor quiere que se doctore, porque le conviene a su curriculum; la institución que orienta al profesor, también quiere que se doctore porque es bueno para la institución. Y después está el rectorado que dice: vamos a demostrar la efectividad de nuestras políticas generando más doctorados.
“A mi me han tocado casos donde hay tesis de bajísimo nivel; hay buenas, pero hay algunas de bajísimo nivel. Y esto se está complicando con otro tema: evidentemente fue una buena política aumentar toda la formación de gentes y de doctores. Uno tiene que estar de acuerdo con eso, sin ninguna duda. Pero, y ocurre en todo el mundo, hay un momento en que se satura el sistema y se dice: los doctores tienen que ir a la industria. Y la pregunta es: ¿Y la industria los quiere? ¿Los necesita? Tienen el perfil de que realmente es productivo.
“No nos olvidemos de que el sistema ha convencido a los doctorandos, de que primero está Dios y después vienen ellos. Entonces, cuando se arriman a la industria, tienen un nivel de exigencia de salarios y de todo, que no se condice con lo que hacen.
“Y, el último tema que quiero tocar es el de la financiación de la ciencia y la tecnología. Hay una presión política obvia, al punto que si hay una pequeña torta a repartir, mucha gente necesita que la ayuden, que financien sus proyectos y eso es razonable. Pero, raramente logramos tener masa crítica. Y hay algunos proyectos que, necesariamente requieren fondos bastante cuantiosos.
“Por otro lado, hay mecanismos de evaluación, yo lo había conversado con el ministro (de ciencias) Lino Barañao, y él estaba de acuerdo, en que hay que aceptar riesgos. O sea, el mecanismo burocrático de evaluación, consiste en que, si yo publiqué diez papers en un tema determinado en una buena revista, y presento un proyecto que es una ligera modificación de lo que hice antes, el burócrata de turno va a decir: tiene una buena probabilidad de éxito, se lo vamos a aprobar.
“Ahora, si viene una idea bastante loca, bastante arriesgada, sin demasiados antecedentes, normalmente es rechazada. De eso puedo dar fe porque tengo documentos que lo prueban. Entonces, creo que Argentina tiene que apostar a algunas ideas locas, a tecnologías nuevas, para hacer algún cambio revolucionario y no simplemente seguir los caminos trillados de la vida, como siempre, y hagamos que todo está bien y etc., etc. Sobre todo si aspiramos a tener una industria realmente desarrollada y capaz de aportar ideas creativas al mundo y poder exportar cosas que valgan la pena.”
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