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Escribe Carlos Tomassino
Amigos: Conocí a Julio Acero Jurjo cuando era en los sesenta un exitoso vendedor de IBM: Siempre agudo y sonriente, manejaba con
prestancia su conocimiento del tema informático. Lo perdí cuando fue de gerente de Sistemas a Techint.
Y lo reenganché, pero en realidad lo “viví”, y en serio, cuando empezamos a llevar adelante ese exitoso proyecto que se denominó
Usuaria. Por aquel entonces ya gerente de Sistemas de Somisa, había asumido el rol por el que muchos lo conocían: un simpático
“cascarrabias”.
Verlo con su mano enyesada al frente del escenario del Teatro Cervantes, cuando presidió Usuaria 84, fue un espectáculo. Me había
preguntado qué decir en el discurso de apertura, pero en la noche anterior lo tiró y empezó: “Hace pocas horas le preguntaba a mi
mujer, Gladys, que debía decir en este día y ella me recordó una cita del Martín Fierro que decía…” y se mandó flor de discurso, en
la recién inaugurada democracia. Su yeso era el recuerdo de un fuerte golpe sobre la mesa de pocas horas antes…
Sus temas de siempre: la comida y sus soldaditos de plomo. Lo sé porque juntos estuvimos en un par de Sucesus en Sao Paulo y Río, y
porque durante gran parte de esos años (1983 y 1984) me acompañaba a Resistencia a dar clases de Sistemas en Ecom Chaco y en el avión
siempre me deleitó con sus “cosas raras”. La amistad la seguimos por años y años. Gustaba de acompañarnos los domingos a la noche a
Radio El Mundo cuando teníamos Informática 84 y 85. Y con los años, lo añoraba.
Siempre fiel a su Gladys, fue uno de los raros casos de nuestra generación que mantuvo su irrenunciable amor hasta el final.
Su partida hoy, hace que nuestro mañana sea triste. Se nos ha ido UN AMIGO…
Pero, como siempre digo, nunca la gente querida termina de irse de nuestro pensamiento. Quedará en cada uno de nosotros con la imagen
que la mayoría recuerda de él: un ser querible.
Muchos de ustedes tendrán casi con seguridad miles de anécdotas con él. De las buenas y de las malas. Pero nadie podrá decir que ese
“cabrón gallego” no se merecía vivir un tiempo más para regocijo de quienes fuimos sus camaradas, amigos o contrincantes.
Con él, se va un cacho de la informática argentina, esa que tantas veces nos prometimos escribir…
A su familia, mujer e hijos, el respeto de quienes lo mantendremos en nuestras mentes y corazones.
Carlos Tomassino
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