La Ciencia Monstruosa nos enseña

Ciencia Monstruosa es un libro para aprender sobre ciencia a través de Frankenstein, Drácula y otros monstruos célebres. En Ciencia Monstruosa, el investigador Alberto Díaz Añel disecciona a las criaturas más emblemáticas de la ciencia ficción valiéndose de explicaciones científicas.


 

Alberto Díaz AñelLa obra de Alberto Díaz Añel es resaltada por Entre Paréntesis, la sección de comunicación cultural del CONICET, que en este artículo dice así:

Si querés comprender por qué el sistema inmune no acepta cualquier órgano que le trasplanten, la historia de Frankenstein tiene la respuesta. Sobre por qué muchos de los males que afectan al torrente sanguíneo pueden ser heredados de padres a hijos, la historia del Conde Drácula es ilustrativa. ¿Cómo se multiplican nuestras células? Recordá la historia de El Hombre Lobo y su incontrolable crecimiento capilar; también, a través de ella, vas a poder descubrir quiénes son los culpables de que las heridas se infecten. ¿Te preguntás cómo las células producen sus propias proteínas a partir de la información almacenada en nuestros genes? Estudiá la historia de la escurridiza criatura de la Laguna Negra. Y si no sabés qué es más importante, si el cerebro o el corazón, repasá la célebre historia de La Momia, que te llevará a reflexionar además sobre las nuevas técnicas de conservación para hacernos inmortales.

Todas esas conexiones entre fenómenos biológicos e historias célebres de la ciencia ficción salieron de la cabeza de Alberto Díaz Añel, doctor en Química Biológica por la Universidad de Buenos Aires e investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Investigación Médica Mercedes y Martín Ferreyra (INIMEC–CONICET-UNC), y están plasmadas en su primer libro “Ciencia Monstruosa”, editado por la editorial de la Universidad Nacional de Córdoba.

Dando a luz a una nueva criatura

“Las historias de monstruos –dice Guillermo Goldes prosecretario del área de Comunicación y Divulgación Científica de la Facultad de Matemática, Astronomía y Física de la Universidad Nacional de Córdoba, en el prólogo del libro- siempre tienen vigencia. Usando los monstruos como anclaje y disparador, el autor aborda con humor e ironía algunos temas fundamentales de la biología y las ciencias de la salud. `Ciencia monstruosa` muestra una vez más que es posible publicar textos interesantes y de lectura fácil y llevadera sobre temas científicos; relatos que no dejan fuera a gran parte de los potenciales lectores por el uso de un lenguaje excesivamente académico o de fórmulas de difícil comprensión”.

Es que además de biólogo, en 2011 Díaz Añel se recibió de Especialista en Comunicación Pública de la Ciencia de la Argentina por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Siempre le interesó la comunicación pública de la ciencia, pero también era consciente de que para hacerlo, necesitaba aprender trucos de escritura. Para eso se anotó, primero, en cursos de divulgación científica –en el Instituto Leloir, en el Ministerio de Ciencia, en Córdoba-, y luego cursó la carrera de Especialización de la UNC, donde como trabajo final escribió un libro sobre su tema de investigación hasta entonces: las células. Sin embargo, mientras lo escribía, leyendo sobre electrofisiología, antiguamente llamada “electricidad animal” y luego “galvanismo” –un área de la biología que estudia cómo las neuronas del cerebro de los animales producen electricidad que es transferida por los nervios, recibida en los músculos y disparada para producir el movimiento de los miembros- supo que fue la inspiración para que Mary Shelley escribiera la novela Frankenstein, que refiere claramente a los experimentos que entonces se hacían con la electricidad. Inspirado en esa misma idea, se le ocurrió escribir un capítulo sobre la “electricidad animal” contada desde el monstruo de Frankestein, que entregó junto a su trabajo de graduación. Al leerlo, el jurado lo alentó a que siga por esa vía: la de contar fenómenos biológicos a través de monstruos célebres.

¿Cómo fue que el biólogo llegó a interesarse por las letras? Cuando era chico, Díaz Añel pasaba mucho tiempo leyendo. “Cosmos de Carl Sagan –dice-, era mi libro de cabecera”. Su afición por la lectura, ensaya, vino de parte de su papá, que trabajaba como gráfico en una imprenta en La Boca en la época en la que se usaban caracteres de plomo, planchas de hierro y mucho trabajo artesanal para imprimir en papel. “Yo lo acompañaba, lo ayudaba a intercalar colores, y supongo que algo de eso me influenció. Siempre terminábamos leyendo lo que se imprimía, era un incentivo a la lectura”, recuerda. Además, siempre le gustaron las películas de ciencia ficción. “Me la pasaba viendo las de monstruos de los años ´30 o ´40 en el televisor en blanco y negro de casa. A mis papás les daba miedo, me decían que me iban a dar pesadillas, pero a mí me encantaban”.

Así, conjugando sus dos pasiones –la literatura y el cine- y la ciencia, llegó al índice de lo que sería su primer libro. “Durante mis ratos libres empecé a estudiar sobre monstruos, a escribir siguiendo mi inspiración, que no fue muy difícil porque desde el minuto cero me sentí muy entusiasmado con el tema”, cuenta el autor, que se dedicó a leer sobre biología y a imaginar con qué historia de la literatura podía fusionar los casos.

La escritura del libro entero le llevó un año, y se agregó otro en el proceso de edición, desde que el manuscrito llegó a la Editorial de la UNC, fue editado y corregido y luego publicado a principios de 2016. Una vez en la calle, la reacción favorable de los lectores le sorprendió tanto, que hoy, además de seguir dirigiendo un laboratorio independiente dentro del área de Neurobiología y Biología Celular -en donde investiga el rol de vías de transducción de señales específicas en la regulación del tráfico intracelular- está pensando en una segunda parte del libro. Esta vez, no abordará solo fenómenos biológicos, sino que abrirá el juego al mundo de la química y la física. Y los relacionará con otros seres míticos, como los zombies o El Hombre Invisible.

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Epifanio Blanco
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