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Vierto la yerba en el mate. Volteo levemente el mate y agrego agua fría en
la base de la yerba. Hundo luego la bombilla y después sí, agrego agua caliente (para mi gusto: a 75 grados; o sea, siempre evitando
que llegue a hervir) y doy el mate a Blanca, mi amor. Es la ronda de cada mañana, de cada momento del día en que podemos darnos
nuestro ritual de ternura. También lo hago con mis amigos y con quien llega a mi casa y tengo de él una buena impresión. El mate es la
esencia misma de la hospitalidad, del encuentro. Es un placer para los labios y el espíritu. Y me siento tan de este mundo cada vez
que puedo reeditar este ritual diario, que agradezco el deleite de este momento de matear y contarle de qué se trata el mate, la
ceremonia de mi gente como decimos los guaraníes.
El mate es la bebida más típica de Sudamérica, pero también es posible hallarla en el centro y norte de América. Es una bebida
refrescante y energizante. Y es a la vez una ceremonia de amor y amistad. Puede tomarse fría o caliente, según la época del año. Puede
prepararse dulce o con su sabor a mate –cimarrón, según la voz criolla para el mate amargo-. Puede agregársele otras hierbas y es
infinita la forma de brindarse que tiene este ritual milenario de la antigua América. Y puede tomarse a toda hora del día. Y se lo
beba como se lo beba, siempre será una inadvertida ceremonia. Ya les contaré.
Comencemos por señalar que es tan popular que quien visite un hogar en la Argentina, Uruguay o Paraguay siempre hallará un equipo de
mate en la casa. O acaso varios mates; o colecciones de ellos. Mate, si bien es el nombre de la bebida, también lo es del cuenco en
que se sirve. Mate –es una voz quechua- es el nombre del cuenco, taza o vaso donde se prepara. Yerba mate es el nombre de las hojas
que se usan en la infusión del mate. Los sacerdotes jesuitas que llegaron a la región en época de la conquista española se
maravillaron de este ritual y las propiedades de la yerba –ilex paraguariensis-.
Y el mate se bebe en cada hogar de la región todos los días, a la mañana –como desayuno-; a la media mañana –como un regalo que entona
y despeja la mente del stress- o después de las comidas abundantes, como digestivo. Y como les dije: puede ser acompañado por otras
hierbas en su mixtura –menta, manzanilla, anís, tilo… una pizca de lo que usted desee- y el agua caliente extraerá de ellas todo el
aroma y el sabor reparador. O beberlo a media tarde –con casi tanta alcurnia como el Five o´clock tea-. Nada priva que lo acompañe con
galletitas, algún postre o masas. Usted decide.
Coincido con quienes dicen que el mate nos brinda tal placer al llevarlo a nuestros labios, hamacar el líquido en nuestro paladar y
descender tibiamente hacia nuestro estómago. También están quienes sostienen que tomar mate un modo de evitar las comidas. Sí, porque
puede acompañarnos durante horas, mientras trabajamos, estudiamos o realizamos una tarea que demanda alta concentración.
Y como dato: cada argentino consume un promedio de 6,4 kilos/año de yerba mate, sea en forma de mate –la ronda del vaso que va de
labios en labios-, sea como infusión similar al té de Oriente. Sí, del té, al que tanto se parece, pero de cuya cultura no ha tomado
nada, porque uno y otro florecieron en antípodas del planeta.
Fue el pueblo guaraní quien elaboró el ritual ceremonial del mate mucho antes de que los españoles llegaran a América. La existencia
de los tupí guaraníes se remonta a unos 4000 años antes de Cristo –el 21 de junio de 2005 celebraron el año 5593- como otras culturas
anteriores a la colonización. Es por derecho una de las primeras naciones americanas -en el sentido de primeros habitantes- y está
ampliamente extendida en toda la región amazónica y hasta el río de la Plata, llegando por el oesta hasta Bolivia, Perú y norte de
Chile.
Más concretamente la ceremonia ritual del mate nace en la región sur, rodeada de un marco paradisíaco como es el Gran Chaco y el sur
de la selva amazónica. Es un área que comprende la zona paranaense del Brasil, el Paraguay y el noreste argentino. Es una región donde
los viajeros pueden hoy contemplar árboles milenarios y cascadas de agua majestuosas como los saltos de Iguazú (aguas grandes, en
lengua guaraní). Curiosamente allí porque en ninguna otra región del mundo crece la materia prima del mate, el árbol (caá, en guaraní)
que da la yerba con que se hace la bebida / infusión.
El mate es una ceremonia de amistad, porque ese es el espíritu primero de la filosofía guaraní, cuya máxima divinidad es Tupá. Según
las leyendas guaraníes, Tupa creó el universo para que los animales y los hombres, las plantas, los astros, pudieran vivir en él en
completa armonía. La creencia es que los guaraníes habitan “las tierras sin mal”. Por eso, en el reino al que dio forma es obligación
ofrecer y aceptar todo tipo de cortesías. Y el mate es una ofrenda de cortesía a quien llega a un hogar en el Río de la Plata.
El mundo guaraní es un universo colmado de leyendas y entre las que contaron a los jesuitas se decía que Yasí (la luna) y Araí (la
nube) estaban en el bosque, cuando fueron atacadas por un jaguar (tigre). Vino un cazador en su auxilio y ellas, como premio, le
dieron la caá (yerba), planta benéfica y protectora.
Un único lugar del planeta donde crece la yerba mate es una franja de 300 kilómetros a ambas márgenes del río Paraná, en la zona de la
triple frontera entre Brasil, Paraguay y la Argentina. Allí se dan condiciones de salinidad y PH del suelo –la tierra roja- rica en
hierro y otros minerales, que hacen posible la germinación de la planta de caá. Fue un secreto muy bien guardado de los guaraníes que
para nacer una nueva planta, la semilla de ilex paraguarienses debe pasar por el estómago de ciertas aves, donde los jugos digestivos
despojan la envoltura y llegar luego a tierra para germinar.
Y así como el té ganó al mundo, el mate también conquistó a muchos que llegaron al Río de la Plata y luego volvieron a sus tierras,
pero llevando ya el legado de un ritual que incorporaron y disfrutan ahora sus nietos. Ocurre con sirios, libaneses, israelíes,
alemanes y americanos. Anualmente se exportan unas 75 mil toneladas de yerba mate. Ello representa ingresos por 40 millones de
dólares. Los principales mercados son Estados Unidos, luego Chile y el Reino Unido. Pero también llega a puntos tan remotos como
China, Turquía y Medio Oriente.
Ya hemos puesto un marco al bellísimo ritual guaraní; ocupémonos ahora de los utensilios. Los tipos de mate, sabores y ceremonia del
mate son simples. El más común de los mates está hecho de la calabaza de una planta trepadora (lagenaria) que crece en la región. Es
acaso el más humilde porque los hubo de plata y oro, como signo de poderío de las familias gobernantes en el Río de la Plata entre los
siglos XVIII y XIX. Una tradición que se extendió hasta nuestros días, con el agregado de nuevas orfebrerías, maderas y cerámicas
especiales.
Esto es hay mates de madera, sumamente reverenciados por la mitología guaraní para la cual los árboles son el camino entre la tierra y
el cielo. Y algunas maderas son exquisitamente aromáticas como el palo santo (guayacán); sólidos a la vez que sagrados como la
compacta madera del algarrobo. También están los mates del mismo árbol de la yerba y hay algunos tan exóticos como unas vasijas que
tengo en mi colección hechos de tilo siberiano y laqueados con la técnica de las mamushkas (las muñecas rusas).
Un capítulo especial adquiere la bombilla con la cual el líquido llega a nuestras bocas. Este fino caño tiene en su base un filtro que
evita que la yerba suba a nuestros labios. Es un detalle de elevado ingenio y que, desde las primeras de caña con raíces tejidas en la
base para hacer el filtro, llega a nuestros días como otro objeto de culto. Hoy son objeto de orfebrería en la que compiten los más
creativos joyeros y artistas del Río de la Plata, con el diseño y engarces que ponen a esa simple caña o bombilla para sorber.
Ruego reparar que el conjunto de mate, bombilla, pava, yerbera y la ronda que va entregando el mate a cada partícipe del encuentro,
constituye un ritual de una belleza y complejidad que bien puede parangonarse con la ceremonia del té. Un ritual que distingue a una
primera nación americana como la guaraní, que no floreció en grandes expresiones como la azteca, la maya o la inca, pero tuvo una
lengua espléndida y rica que se habla en una extensa región. Y también un modo de relacionarse con la naturaleza, los bosques y selvas
que habitaron y un diálogo con las estrellas, pisando esa geografía de las Tierras sin mal.
Un ritual ceremonial que llega tan enriquecido y bello hasta nuestros días, pero que no alcanza aún a conquistar el tan diverso
mercado de las bebidas. ¿Jamás una bebida cola? Hasta aquí no han tenido éxito en el mercado argentino los intentos de llevar el sabor
del mate a una bebida cola. Y aclaremos que hubo empresas experimentadas en ese negocio como Coca Cola, que puso en las góndolas de
supermercados una bebida que bautizó Nativa.
Los publicistas dijeron en ese momento: “se aflojó la gringa”. Pero ni aún así logró dar con el gusto popular. Cierta vez probé –por
generosidad de un amigo puertorriqueño, una bebida que elabora Baccardi llamada Materva. Y me pareció todo un logro. Pero es rara de
conseguir y costosa, además, por estas costas. De modo que sigo disfrutando el antiguo placer de preparar mi mate y cebarlo con mi
amor, mi familia y mis amigos. Todos quienes me conocen están habituados a verme con mi sencillo equipo viajero de mate, termo y
yerbera bien mixturada.
(epifanio@portinos.com.ar)
Glosario del mate:
Agua Caliente: ¿por qué 75º? porque -en algunas personas- una temperatura mayor puede provocar lesiones estomacales, acidez, etc.
Bombilla: Caño delgado que sirve para sorber el mate, es generalmente de acero, pero también puede serlo de plata o de caña
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