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¿Son los bailarines genéticamente diferentes
del resto de la población?
Sí, según un investigador, que asegura haber encontrado claras diferencias en dos genes.
En un estudio, el profesor de psicología Richard P. Ebstein y sus colegas, han mostrado, a través del examen del ADN, que los
bailarines poseen diferencias sistemáticas en dos genes claves con respecto a la población en general. Ebstein dirige el Centro
Scheinfeld para la Genética Humana y las Ciencias Sociales, del departamento de Psicología de la Universidad Hebrea.
Este hallazgo no es sorprendente, apunta Ebstein, en vista de otros estudios sobre músicos y atletas, quienes también han mostrado
diferencias genéticas.
Ebstein y sus colegas encontraron en un examen de 85 bailarines y estudiantes avanzados de danza en Israel, dos variantes de genes que
proporcionan el código para el transportador de la serotonina y el receptor 1a de la arginina vasopresina.
Ambos genes están involucrados en la transmisión de información entre las células nerviosas. El transportador de la serotonina regula
el nivel de la misma. La serotonina es un neurotransmisor que contribuye a la experiencia espiritual entre muchos otros rasgos
conductuales. Se ha demostrado en estudios con animales que el receptor de la vasopresina modula la comunicación social y los
comportamientos de afiliación social a grupos. Los dos son elementos involucrados en la antigua expresión social humana de bailar.
La evidencia genética se corroboró por dos encuestas distribuidas por los investigadores a los bailarines. Uno es la Escala de
Absorción Tellegen (TAS), que correlaciona aspectos de la espiritualidad con los estados alterados de la conciencia, y la otra es la
Encuesta de Personalidad Tridimensional (TPQ), una medición de la necesidad del contacto social y la franqueza en la comunicación.
Los resultados genéticos y de la encuesta a los bailarines se compararon con los de otros dos grupos examinados: atletas y personas
que no eran bailarines ni atletas. Los atletas fueron escogidos para la comparación debido a que requieren en gran medida de la
vitalidad física, como los bailarines.
Cuando los resultados fueron combinados y analizados se demostró claramente que los bailarines exhibían características genéticas y de
personalidad particulares que no se encontraron en los otros dos grupos.
El bailarín “típico”, asevera Ebstein, demuestra de forma clara cualidades que no necesariamente están ausentes, pero que no se
expresan con tanta fuerza, en otras personas: un sentido elevado de la comunicación, a menudo de una naturaleza simbólica y
ceremonial, y un componente espiritual fuerte en su personalidad.
En la investigación Ebstein contó con la colaboración de su estudiante Rachel Bachner-Melman, así como de otros científicos de Israel
y Francia.
Información adicional en:Amazing
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