La pandemia trajo cambios de hábitos contundentes en los consumidores, principalmente a raíz de estrictas restricciones de movilidad Hubo …
Seguir leyendo //
La columna política De Domingo a Domingo, por Hugo
E.Grimaldi*
El mercado y el Estado, se sabe, se llevan a las patadas en la Argentina. Hay
desconfianza mutua y, en los extremos, enemistad manifiesta. Pocas veces, en la historia, ambos contendores lograron superar sus
propias dificultades y carencias, complementándose, antes que anulándose. El péndulo fue muy fuerte a través de los años y la
seudoexperiencia pro-mercado de los ?90 ?aunque muchos de sus elementos hayan llegado para quedarse- todavía está demasiado fresca
como para intentar acercar posiciones.
Sin embargo, ante el enemigo común de la inflación, los acuerdos de precios que impulsa la Casa Rosada podrían haberse convertido esta
vez en un buen método de aproximación de los rivales, rumbo hacia políticas más estables y predecibles que amplíen el horizonte. Lo
concreto es que, hasta el momento, las reuniones que se vienen efectuando a diario entre empresarios y el Gobierno no han sido más que
un torneo de hipocresías, destinado más a complacer a la tribuna que a esforzarse en el intento de buscar un camino común.
Al decir de Economía se trata de acuerdos ?voluntarios?, pero más allá del cholulismo de algunos por sentarse por una vez en su vida
frente al Presidente de la Nación, muchos empresarios van resignados a las reuniones en la Casa Rosada ?para no quedar mal?, aseguran.
Mientras tanto, y por detrás, buscan cómo hacer para no poner en la lista los artículos con mayor salida o sumar otros que puedan
cambiar hacia el futuro en formatos o calidad. Por otro lado, las empresas dicen también por lo bajo que si los acuerdos no se
complementan con medidas monetarias y fiscales tendrán poca vida.
La debilidad de los sobrentendidos no se termina aquí y algunos están claramente a la vista. Se habla alegremente de acuerdos anuales,
cuando todos saben que los mismos podrían caerse a la primera revisión o cualquier otra de las que se han pactado cada dos meses.
También desde el Gobierno se ha impedido sistemáticamente poner en el Anexo que acuerda esa posibilidad de revisión por mayores costos
el factor salarial, dicen que a pedido del Presidente, como si este punto no hubiere de impactar en los precios en algún momento.
Pese al esfuerzo desplegado en innumerables conferencias de prensa y al injustificable desgaste del propio Kirchner, quien se expone a
que lo comparen sibilinamente con Lita de Lazzari y, lo que es peor, a transitar sin fusibles por un terreno de fracaso, lo más
lamentable de la historia es que el proceder de ficción de todos los actores resulta un factor que sigue alejando cada vez más a la
Argentina de las fórmulas de convergencia entre el accionar de las empresas y la presencia del Estado, las mismas que aprovechan los
países más exitosos para seguirse distanciando.
Esta última semana, la guerra entre los viejos enemigos volvió a su antiguo esplendor y dos mujeres se pusieron al frente de cada
bando. Ambas se preocuparon más por marcar territorios ideológicos y por hacerlos inexpugnables que por sentarse a discutir
serenamente la cuestión de las carnes, con la menor cantidades de prejuicios posibles.
Analía Quiroga y Felisa Miceli, cada una en su rincón, dijeron lo suyo de manera primitiva en el caso de la primera y hasta casi de
modo incongruente por parte de la ministra, con una cuota mayor de mala educación en la dirigente ruralista de Carbap y con un grado
de mayor irresponsabilidad ?debido a su investidura- en la figura de la jefa del Palacio de Hacienda.
Mientras que a Quiroga se le soltó la cadena y salió a chumbarle de modo extemporáneo a Néstor Kirchner para responder a un fuerte
adjetivo de éste dirigido al sector desde una tribuna, Miceli cumplió el viernes el papel de vocera presidencial en un discurso para
el olvido, por las formas y por el fondo.
Con tonos de voz propios de una docente jubilada que usa todavía métodos que horrorizarían al progresismo educativo, la ministra
levantó el dedo admonitorio del ?se puede? y del ?no se puede?, del ?está bien? y de lo que no, para intentar imponer, con la
solicitud de permisos de exportación, un castigo supremo que suena paradójico desde el poder del Estado y en nombre del mercado
interno hacia un sector que acerca divisas e impuestos, que no deja de crecer debido a la gran demanda internacional y que, subido a
un tipo de cambio nominal alto, es uno de los ganadores que naturalmente premia el modelo.
El fondo de la cuestión es que el discurso de Miceli dejó en claro que el Estado, en nombre de la solidaridad con la gente más
desprotegida, sigue avanzando para cerrar el cerco sobre las utilidades empresarias, arrogándose el derecho discrecional de decir
cuándo y cuánto debe ganar cada uno de los agentes económicos, método que desestimula los deseos de inversión, justo en un momento en
que más se necesita incentivarlos para seguir creciendo sin mayores sustos inflacionarios.
También desde posturas más folclóricas que ideológicas ?y en esto la ministra no tuvo nada que ver- se ha resucitado la calificación
de ?oligarquía vacuna? para caracterizar a un sector que hoy no es para nada similar a aquel que existía en los tiempos en que se
acuñó la frase. Más allá de que los antiguos latifundios se han subdividido en su mayoría entre hijos, sobrinos y nietos, el agro es
hoy una actividad empresaria más, sujeta a los vaivenes de la economía, que subsiste como resabio de las sucesivas crisis y de muchos
créditos impagos.
Por suerte, a partir de la exportación, el sector se ha constituido en un factor clave de derrame de mucho dinero en el interior,
mientras es el que más recursos le acerca al Estado vía retenciones, boom impulsado desde hace algo más de un lustro por la soja y
ahora por la posibilidad de la venta de carnes al exterior, tras la demanda adicional que dejaron la salida del mercado de Brasil
(aftosa) y Estados Unidos y Canadá (vaca loca).
Las exportaciones de carne generaron un incremento de casi 200 por ciento en cuanto a ingreso de divisas entre 2002 y 2005, mientras
que en el mismo lapso las ventas argentinas al exterior ?con un dólar ultracompetitivo- crecieron a un ritmo de 7,1 por ciento, dicho
sea de paso, a menos de la mitad de lo que lo habían hecho durante la década del 90 con el uno a uno.
El Registro de Exportadores que se reglamentará durante la semana, dejará en manos de un burócrata la potestad de decidir si tal o
cual embarque podrá hacerse o no al exterior. De esa forma, se pretende aumentar la oferta al mercado interno de modo compulsivo, sin
considerar los costos en que incurrieron los productores -los malos de la película- para terminar un animal con ese destino.
Desde el lado de los empresarios, la novedad tras el exhabrupto de Quiroga es que por primera vez en mucho tiempo un dirigente sale a
decir públicamente cosas contra el Gobierno. El sector había quedado muy golpeado por la actitud patoteril, casi de impunidad, que
percibieron por parte de dos altos funcionarios de la secretaría de Agricultura, cuando les pidieron una respuesta sobre por qué no se
cumplía lo que habían pactado con ellos sobre reducción de las retenciones.
Como no se atrevieron a decir que se habían ido de boca y que el Presidente, quien no sólo no quiere escuchar hablar de aumentos de
salarios que indexen los precios sino que tampoco quiere saber nada con bajar las retenciones, no los avaló, uno de ellos les dijo
?alpiste?, para burlarse de la firma puesta por ellos en el Convenio unos minutos antes.
De allí, que ocho entidades hayan tachado la rúbrica y eso trajo al día siguiente la reconvención presidencial que motivó la ulterior
respuesta de Quiroga. Aunque lo hizo de un modo tan descomedido que para algunos diluyó el intento, la sensación es que con su actitud
podría haberse roto algún dique en el temor reverencial que muchos hombres de empresa sienten por el Gobierno y que las expresiones
críticas podrían comenzar a ser cada vez más usuales.
Pese a que Miceli se horrorizó ante lo inusual de la tachadura y que de algún modo avaló a sus funcionarios ¿Qué es mejor? ¿Tachar la
firma ante un comentario grosero y volver todo a fojas cero o sentarse para la foto junto al Presidente, aún sabiendo de que se firman
cosas que no se van a poder cumplir? Una buena autocrítica también debería generar caminos de acercamiento entre las partes.
________________________________________________
* Por gentileza de Hugo E.Grimaldi, director periodístico de la Agencia DyN (Diarios y Noticias, de la Argentina), reproducimos su
columna De Domingo a Domingo, correspondiente al 29 de enero de 2006.
Cada fin de semana esta columna aparece en medios destacados de la Argentina, como La Gaceta, de Tucumán; la Nueva Provincia, de Bahía
Blanca; La Capital, de Mar del Plata; La Calle, de Concepción de Uruguay o El Diario, de Olavarría.
La pandemia trajo cambios de hábitos contundentes en los consumidores, principalmente a raíz de estrictas restricciones de movilidad Hubo …
Seguir leyendo //Con la Navidad en puerta, todo el mundo se prepara para el gran día Teniendo en cuenta que las …
Seguir leyendo //Molinos Río de la Plata apoya sus planes de crecimiento y transformación digital con tecnología SAP La reconocida compañía …
Seguir leyendo //La industria del software vivió su jornada de celebración en la 16ta edición de los Premios Sadosky, la iniciativa …
Seguir leyendo //