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Seguir leyendo //Jorge Cohen tiene una mirada que abraza. Siempre hay mansedumbre y asombro en la mirada de Jorge Salvador Cohen, sobreviviente del atentado hezbollah a la embajada de Israel en Buenos Aires; hace 25 años este 17 de marzo. Jorge recuerda cada día de su vida ese estallido. Pero él alega que no es la víctima, dice que pudo salir de ahí y que lucha para que el entorno sepa valorar la vida. Eso emociona; él emociona cuando dice: “logré salir del estado de víctima como el modo de rendir homenaje a aquellos que estaban ese día allí”. Siempre cita a Marcela, su asistente cuando era agregado de prensa de la embajada. Jorge era ya un periodista muy conocido y querido y por eso pudo ir reconstruyendo qué pasó esa tarde de martes, de un verano que se iba, según evoca.
Ahora, a un cuarto de siglo, un documental de una hora del canal History memora ese atentado y trae voces que reclaman porque el atentado sigue sin esclarecerse y entre esas voces está la de Jorge Cohen, la de Lea Kovensky, también sobreviviente y hoy secretaria del agregado cultural de la embajada. El documental se emite este viernes 17 y sábado 18 por History e irá en sucesivo por otros canales de Latinoamerica y alcanzará dimensión global. Es una recordación y homenaje a las víctimas y también un reclamo de que, a 25 años del atentado, siga sin esclarecerse. Hubo un anticipo del documental en un encuentro en el Centro Cultural Kirchner (CCK) al que asistió el ministro de Medios, Hernán Lombardi; el embajador israelí Ilan Sztulman y Lea Kovensky y Jorge Cohen ycondujo el diálogo Miguel Brailovsky, responsable de estrategia y contenidos de A+E.
Fui a la cita en el CCK como homenaje a Jorge de quien disfruté siempre la calidez de su trato de colega. Aunque nunca hablamos del atentado, en varios momentos de este cuarto de siglo escuché a Jorge evocar aquella tarde horrible. Él la revive en diálogos, entrevistas y en los libros que escribe, tratando desde la ficción quitarse semejante espanto. La embajada -explica- era una casona o petit hotel, en Arroyo y Suipacha, muy cerca de Retiro. Era habitual -escuché contar a Jorge- que saliera y volviera a la casona, pero ese día no porque había gente de vacaciones y yo quería completar todas mis tareas. Mi lugar de trabajo estaba sobre la calle Arroyo pero caminé hacia Suipacha, hacia otra oficina para sacar unas fotocopias y luego vino el estallido y solo tengo recuerdos compartimentados de lo que pasó después. Tardé en saberlo; lo fuí armando como un rompecabezas por comentarios de otros. En especial por otros periodistas. Y hay cosas que me parecieron haberlas soñado pero que se volvieron realidad cuando mis colegas periodistas me fueron contando…
Eduardo Mirabelli, que trabajaba en la agencia Reuter, cerca de allí, me puso un celular en las manos; un aparato de esos ladrillos iniciales, todo un armatoste y escuché llorar a Marcelo Cantelmi, otro periodista que por entonces trabajaba en Reuter. Lloraba porque me escuchó hablar: ¡Estaba con vida! Y otros que me fueron ayudando a recordar esos momentos fueron Daniel Hadad, Ricardo Pipino, que estaban en Radio América, que por entonces estaba cerca de la embajada. No supe cómo salí de entre los escombros. Era un fantasma de polvo y sangre cuando me abracé con mi viejo, poco antes de subirme a la ambulancia. Mi viejo estaba de traje y me contó que lo deje manchado de polvo y sangre. Y mi primer pensamiento fue para Marcela.
Marcela y Eli Carmon fueron las dos personas que vi antes que volaramos por los aires. La última imagen es Marcela con una pera y un yogur y recuerdo que le hice una broma. Marcela estaba contenta, ella venía de sus vacaciones en Cataratas – estaba contenta por eso y porque se había puesto de novia – tenia muchos proyectos. Y me acuerdo de Eli Carmon, que era la mujer del consul. Trabajaba en la embajada y tenía 5 hijos. Era amabilísima, simpatiquísima. Quedó bajo los escombros. La habían alcanzado a entablillar debajo de los escombros, pero lamentablemente quedó ahí. El cuerpo de Marcela fue encontrado dos días después del atentado, entre los escombros.
Lea Kovensky (en la foto el día del atentado) dice que cada vez que evoca el atentado es un sentimiento de tristeza profunda; del sinsentido del terrorismo, esa forma de buscar la justicia anulando los derechos de los otros. Ese ya no tener al ser querido es terrible y sobremanera quiero llamar a salir adelante reclamando justicia y que los culpables estén donde tengan que estar. Tenemos que impedir que el silencio incorpore al terrorismo como algo más, como el clima, como los aumentos del costo de vida. No hay derecho a luchar por los derechos de uno anulando el de los demás.
Jorge evoca: era un día caluroso, seminublado, de un verano que se estaba yendo. Recuerdo el sonido de la explosión. Marcela quedó bajo los escombros y fue encontrada sin vida dos días después. Yo trabajaba unos textos de ficción que Marcela pasaba a una computadora y que iba imprimiendo y poniendo dentro de un sobre de papel madera marrón. Recien en 2003 me exigí vencer la cobardía de no poder enfrentarme a esos textos y los dibujitos que hacía Marcela en esas hojas. Me había prometido dejar de ser víctima y si hablamos de alguien en particular uno entiende mejor la tragedia. Éramos gentes comunes lasque estabamos allí, que vamos al supermercado, a la cancha, como cualquier otro ciudadano común y por eso es oportuno comprender que nos pasó a nosotros y nos pasó los argentinos como sociedad.
Este es un aporte a la memoria y al pedido de justicia. Han pasado 25 años y sin embargo me emociono siempre recordando a Marcela, siento que es un pedido de justicia. La emoción es un pedido de justicia. La emoción de recordar a Marcela es un pedido de justicia. Todos los que estabamos allí trabajando teníamos vidas comunes y el terrorismo, el terror, venga de donde venga, acabó con todo. Una cosa es si recordamos la cantidad de muertes, si hablamos del atentado es una noticia periodística. Pero si hablamos de cada uno de los muertos nos acercamos a la dimensión de la tragedia. Porque si explicamos que Marcela venía de Cataratas, que se había puesto de novia, que estaba contenta, hablamos de los seres que han estado allí y eso es un grito pidiendo justicia.
El embajador de Israel, Ilan Sztulman comentó que, aunque acostumbrado a vivir en un país muy lastimado por el terrorismo, no deja de sorprender la ferocidad del atentado y también la reflexión que le despertó el título del documental: Ataque a la embajada, que no menciona a Israel, y que a la vez hace comprender que el ataque no fue solo al Estado de Israel sino a todos. Hubo 29 muertos -22 cuyos cuerpos pudieron ser reconocidos y otros 7 que no- Y eso seguramente es lo que quiere Hezbollah, que no podamos rendir homenaje a nuestros muertos. El terror es el terror. Sé cómo es llorar después de un atentado. Este año decidimos hacer una campaña que llamamos “Paz sin terror” para poner en palabras simples la convocatoria a la paz. Y Sztulman lo ejemplificó con ambas manos. La letra V con los dedos indice y medio de la mano derecha y la mano izquierda abierta.
El terrorismo no puede ser opción entre estados y gentes, refirmó el embajador. Y continuó: lo que promueven hoy Irán, Hezbollah y otros grupos que relegan a las mujeres en su sociedad y reprimen a los homosexuales, no fue un ataque a Israel; no, fue un ataque al Estado argentino, fue un ataque a todos.
En este punto hago una breve disgresión personal como periodista. Ese día y a esa hora iba en mi Renault 12 a mi trabajo en el diario El Cronista. En el instante del estallido circulaba hacia avenida del Libertador, frente al Teatro Colón donde mi hija Alejandra cursaba la escuela de danza. Miré a la izquierda y vi allí todo normal y me dije: mi hija está bien, la explosión no fue allí. Pensé en mi hija menor, Valeria, en su escuela en Barracas y también respiré porque el estallido provino de frente. La avenida 9 de Julio hacia adelante tenía un cielo de palomas en desbandada y el humo y el polvo comenzaban a fluir y elevarse. Llegué hasta la calle Arroyo donde era el desastre y me detuve. Al bajar vi que una mujer se metía debajo de mi Renault 12. Me acerco y le pregunto: busco a mi perrito que cayó del balcón y me señala el primer piso, sobre la esquina del banco -Arroyo y Carlos Pellegrini-. Miro luego la esquina y veo una combi con chicos de jardín encerrados. Estaban mudos, sus delantales moteados de sangre y miraban hacia afuera, tratando de comprender. No pude resistir seguir mirando. Caminé hacia el centro de la manzana y allí estaba el fin del mundo. Ya habia comenzado la ayuda; volví al Renault y fui al diario que por entonces estaba en Palermo.
Cuando llegué a la redacción y le conté al director, Mario Diament, me reprendió porque no me quedé allí para ver y ayudar. Sinceramente el horror me superó, alcancé a decirle. Mario Diament, periodista, escritor, soldado en la guerra de los seis días, escribió esa tarde un editorial que apareció al día siguiente y cuyo título memoraba un episodio de la Segunda Guerra Mundial, en la que un grupo de soldados prisioneros por los nazis en la batalla de las Ardenas, solo se salvarían quienes dijeren que no eran judíos. El jefe de los soldados aliados dijo a su par alemán: Hoy todos somos judíos. Y el título del editorial de Mario Diament rezó exactamente eso aquel miércoles 18 de marzo de 1992: Todos somos judíos.
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