Kirchner y la pluralidad bien entendida: la plaza, la gente, Bergoglio y los dirigentes

De Domingo a Domingo, la columna política de Hugo
Grimaldi*


Pluralidad, dicen en el Gobierno, es
?muchos?, nunca ?todos?. El concepto es ampliamente avalado, desde el significado, por la Real Academia Española, pero desde la
política argentina de estos días la tan meneada palabra tiene otras varias lecturas, debido a que, como siempre, la realidad ya ha
colocado sus frenos. La primera, la más evidente, la que atañe más directamente a la personalidad del Presidente Kirchner, es cómo ser
“plural” desde la confrontación, su caballito de batalla y marca de fábrica.

Ciertamente, se trata de todo un problema a resolver, ya que, sobre todo a partir del manejo tan errático de la cuestión de la
carne (y a pesar de lo que haya dicho el cardenal Bergoglio sobre la adicción del Gobierno a las mismas), las encuestas ahora estarían
reflejando negativamente esa propensión de ir al choque de modo permanente y desde la Casa Rosada parecen haber tomado nota de ello.

Estas referencias de la sociedad a favor de un mayor consenso, tienen como correlato una cuestión de carácter económico
fundamental: la necesidad de ampliar las inversiones. Las apelaciones hacia una mayor previsibilidad y seguridad jurídica e
institucional hoy se están mezclando con algunas otras prevenciones que comienzan a aparecer en el sector privado sobre la evolución
de la economía, debido a ciertos cambios de fondo que se darían en el mundo, tal como los mercados estarían anticipando, y que podrían
hacer sufrir a los países exportadores de commodities.

También en el día a día, estas dos cuestiones se mezclaron bastante durante la semana que pasó. Por un lado, estuvieron los
episodios que llevaron a la remoción del escenario político de figuras que no resultan nada simpáticas al Gobierno, como Luis Patti o
Atilio Alterini, y que parecen desmentir la posibilidad de un mayor apego a las instituciones y por otro, en el Palacio de Hacienda,
dicen que el Presidente ha tomado nota del conjunto de complicaciones que se esbozan en la economía, a partir de la desaceleración de
los índices de creación de empleo y de la suba permanente del gasto.

Por eso, Felisa Miceli acaba de hacer trascender, sugieren, que el superávit primario consolidado es aún rebosante, aunque menor
que otros anteriores seguramente por los déficits que se acumulan peligrosamente en las provincias, y que ya tiene dinero disponible
para atender todos los compromisos de la deuda de este año.

Una segunda lectura a la cuestión de la pluralidad es que una vez más reaparecieron en el discurso oficial las diferencias entre el
envase y el contenido, ya que lo que se presentó primero como un intento de Concertación a la chilena y luego como un acercamiento
hacia políticas comunes, pomposamente llamadas ?de Estado? (las que hasta algunos imaginaron una vez más como una nueva Moncloa), se
derritió de inmediato tras el acto del 25 de Mayo.

Desde el escenario, el Presidente llamó en su discurso a una ?construcción plural?, pero ahora ha quedado en claro que ésta será
sólo dirigida hacia los más afines, en línea con la tradición frentista y la experiencia del peronismo de sumar, entregar algunos
cargos y lugares en las listas y sobre todo de conducir, pero no de amontonar, como ocurrió con la fallida Alianza. Fuera de ese
límite, ya quedaron, alambrados y en cuarentena, Elisa Carrió, Mauricio Macri, Ricardo López Murphy o Jorge Sobisch, excluídos de modo
explícito por el mismísimo índex oficial.

En tercer lugar, los analistas se plantean cómo ser plural hacia afuera, si hacia adentro del peronismo el mismo Kirchner acaba de
desplegar públicamente un discurso totalmente orientado hacia una sola vertiente, la setentista.

Al comienzo del mismo, el Presidente se dio el gusto de reivindicar su propia memoria y la del microclima que lo acompañaba, ante
un auditorio que viene del tronco de aquellos quienes 33 años atrás estuvieron enfrentados a la Tendencia Revolucionaria:
sindicalistas, intendentes, en fin, ?los fachos? de entonces, los que en aquel recordado acto se quedaron en la Plaza, tras el dedazo
admonitorio de Perón y que hoy se encolumnan, más que pedigüeños, tras la caja del Estado.

Así, sin las pasiones de 1973 y esta vez sin ninguna consigna, ni siquiera las de los típicos cantos tribuneros con letras ad hoc,
el diálogo habitual de ida y vuelta entre un presidente y ?el Pueblo? (que Perón ejerció como nadie desde el balcón, hasta en aquella
frase dirigida a los ?imberbes y estúpidos que gritan?, y que luego repitió de alguna manera Alfonsín), no se formalizó en esta
oportunidad, salvo en una mención a Menem que la gente respondió con algunos abucheos.

En esta oportunidad, esa parte de la liturgia quedó de lado, quizás por varios motivos. O bien porque los actos masivos ya han
quedado sepultados por la comunicación electrónica o porque el Presidente, ante la visible emoción que experimentaba, le imprimió una
ansiosa velocidad a su discurso que no dio lugar a las réplicas del público, probablemente empujado también por la necesidad de
terminar el acto de día para facilitar la desconcentración, lo que obligó a cambiar la programación de los artistas.

O probablemente sucedió porque gran parte de los presentes, o bien por cuestiones generacionales o aún de referencias históricas y
no sólo porque el sonido falló notoriamente, no entendió de qué cosa hablaba el Presidente en el palco, aunque también fue evidente el
cansancio de muchos asistentes quienes, aún cuando se desarrollaba el discurso, se retiraron de a miles de la Plaza, rumbo a los
micros.

Lo cierto es que éste fue un acto copado por el peronismo, con mucho de su folklore, pero sin demasiado de su tradicional fervor,
que le sirvió a Kirchner para paladear su propia Plaza, la que debe haber soñado desde siempre, tras aquella retirada, y para quedar
posicionado como el candidato para 2007, aún dentro de propia interna familiar. No tanto por la muchísima gente que lo acompañó, sino
por el alineamiento monolítico que mostraron todos los sectores, quienes marketineramente buscaron hacérselo notar al Presidente.

Quizás ésta resultó la cara más reprochable del acto y no el hecho de saber si hubo espontáneos o no o si los asistentes estuvieron
en la Plaza por devoción o agradecimiento. Nada de ello debería ser motivo de disputa, ni siquiera la cantidad. Lo que dejó en claro
la observación de las columnas fue que detrás de cada militante, había una pancarta, un globo, un sombrerito, un casco, una pechera,
una campera o un uniforme de tal o cual color sólo para hacerse notar y para mostrarle a Kirchner la fidelidad y la presencia de tal o
cual dirigente, ávido por no quedarse afuera del reparto.

Quienes quedaron francamente desconcertadas fueron las cámaras empresarias, las que se debaten entre la crítica puntual y el apoyo
global al Gobierno. No toleran los controles de precios y se burlan (?¿con controles, la inflación da 0,6 por ciento??, dicen
socarronamente) y cuentan intimidades del secretario Guillermo Moreno, otro setentista, proyección actual de José Ber Gelbard, el
hombre de la ?inflación cero?, hoy estrella en un documental cinematográfico y paradigma de uno de los fracasos económicos más
resonantes de la historia económica argentina, que luego pagó Celestino Rodrigo.

Tampoco estos empresarios quieren las leyes laborales que pacientemente se bordan en el Congreso y cuando salieron a decir lo que
pensaban recibieron un sosegate de tal calibre que, obedientes, firmaron una solicitada para apuntalar el acto. Ninguno de ellos se
hizo ver por la Plaza, el 25.

La pobreza espiritual de muchos de estos dirigentes de la Argentina, oficialismo, oposición, sindicalistas, empresarios,
profesionales, jueces, periodistas y demás referentes sociales (dirigentes que ya casi no ?dirigen gente?, sino que se encolumnan tras
la opinión encuestada) fue puesta dramáticamente de relieve por el cardenal Jorge Bergoglio en su homilía del jueves, a partir de las
Bienaventuranzas.

Con algunas referencias puntuales que cada destinatario sabrá receptar (los periodistas que ?desinforman y distraen con hechos
secundarios y banales?, sobre todo), Bergoglio puso en negro sobre blanco los males de la sociedad y también ponderó el apego a las
leyes, a las instituciones y al respeto por los demás, como cuestiones fundamentales para una convivencia en paz y con signos más
plurales que la simple pluralidad. Mucho tuvo que ver su discurso con esas mismas cosas que siente mucha gente y que ahora el
Gobierno, a su modo y con algunas mañas todavía, parece comenzar a escuchar.

Sin embargo, los males de la Argentina no son patrimonio de un solo gobierno, sino que tienen una incuestionable raíz social. ¿Qué
diferencia hay entre los diputados que vulneraron la voluntad popular al censurar a Patti o los militantes de la FUBA que impidieron
en cuatro oportunidades asumir a Alterini, con el señor que tapó su patente para que no le hagan boletas? Ninguna. Todos son miembros
de la misma sociedad, acostumbrada a no cumplir las leyes y a saber que no habrá castigo por no hacerlo, aunque a veces la Justicia
resulte francamente despareja. Por eso, probablemente al más ?pichi? le toquen tres años de prisión, pero por robar gallinas.

* Por gentileza de Hugo E.Grimaldi, director periodístico de la Agencia DyN (Diarios y Noticias, de la Argentina), reproducimos su
columna De Domingo a Domingo, correspondiente al domingo 28 de mayo de 2006.
Cada fin de semana esta columna aparece en medios destacados de la Argentina, como La Gaceta, de Tucumán; la Nueva Provincia, de Bahía
Blanca; La Capital, de Mar del Plata; La Calle, de Concepción de Uruguay o El Diario, de Olavarría.

admin
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