¿Cuánto gozo permitimos que recorra nuestro cuerpo?

Escribe Silvia Martinica


Cuánto gozo permitimos que recorra nuestro cuerpo? ¿Cuánta entrega al
éxtasis existe en nuestras ocupadas vidas? Ni siquiera es algo que uno se ponga a pensar a menudo, con todo lo que hay que hacer.

Si logramos, en el mejor de los casos, pensar en vacaciones, en una buena comida, en el sexo. Pero aún así todos ellos son
enmarcados dentro de un límite. Estipulado según las normas y costumbres de la cultura donde nacimos y crecimos. Hay niveles
tolerables de gozo para la sociedad y más allá de ellos la cordura de la persona empieza a ser mirada con sospecha.
Hay momentos, casi siempre casuales, de mayor intensidad que son bien asimilados como el delirio en un recital de rock, uno puede
mostrar el gozo en forma más decontracturada, se permite bailar con desenfreno, cantar y hasta sacarse la camiseta (los hombres,
claro). Pero en general nuestra cultura encasilla la forma de gozar y la limita a una cierta dosis de voltaje permitida. Más allá de
esa medida, empieza la censura. ¿Que es lo que la provoca?, ciertamente el miedo al descontrol y a la locura, a no poder manejar las
situaciones propias ni las ajenas.

No nos conocemos, ni tampoco nos animamos demasiado a bucear las entrañas de nuestra mente, ni de nuestro cuerpo. Preferimos ver como
raras las cosas que no se tocan ni se ven. El control nos da seguridad y paz aunque nos estemos perdiendo de tocar una fibra de vida
increíble, preferimos dejarlo así. Este es un código tácito compartido por nuestra comunidad. El miedo a lo desconocido, esta a la
cabeza, gobernado los accionares de todos.

Hay otras culturas que han generado espacios que fueron institucionalizados para gozar con pleno permiso y seguridad, donde el éxtasis
hasta que el cuerpo aguante, es un elemento más dentro de sus vidas. Por ejemplo culturas tribales, o países caribeños por lo general
se dan un permiso para investigar que pasa más allá de la línea del control.

Lo hacen a través de la conexión con la danza, la música, los sonidos, la respiración, son ceremonias que incluyen a todos y se
comparten en sociedad. Su entendimiento de la espiritualidad y el encuentro con Dios es diferente, ya que justamente en esa comunión
se produce el éxtasis. Un alma gozosa envuelta en energías vitales de alta frecuencia o como lo llamarían ellos, de divinidad.

Que tremendo rechazo nos provoca esto a nosotros, hijos de tradiciones greco romanas y judeocristianas. Concebimos una forma
completamente opuesta de llegar a Dios ya que para lograrlo es necesario llevar una vida disciplinada, donde el éxtasis está condenado
en todas sus manifestaciones. Poniendo el énfasis en una vida de renuncia, donde los placeres son vividos generalmente con culpa y
algunas veces hasta con sentimientos de indignidad.

Según el profesor Daniel Taroppio, para gozar de verdad hay que salir de la línea de confort y también de control. Tener la valentía
de atravesar lo que nos podemos encontrar de nosotros mismos en el camino a soltarnos, las cuestiones que encontraremos son
normalmente las trabas que nos impiden gozar. Al traspasarlas, vencerlas y entregarnos, podemos empezar a abrir las puertas al
éxtasis, agrega que sin salir de la zona de confort es imposible lograrlo. Sentir placer es una cosa, pero el gozo o éxtasis es otra.

Ese éxtasis en las culturas que antes mencionamos se provoca, no es algo que sobreviene en forma casual. Lleva aprendizaje, práctica y
dedicación. Generalmente al llegar a una edad adecuada las personas son iniciadas y entrenadas por un maestro.

Hemos hablado en otros artículos acerca de la búsqueda del poder interior, también nos es posible encontrar el éxtasis sin limites
dentro nuestro, solo hay que conocer la forma y abrirnos a el. Nuestro sistema esta totalmente capacitado para ofrecerlo, aunque
normalmente lo buscamos afuera, de esta forma la búsqueda se hace interminable y las trabas al gozo son cada vez mayores. Se pueden
dar en forma de ansiedad, inconformismo, decepción, etc.

En las culturas que mencionamos donde la espiritualidad es una fuente inagotable de éxtasis y sanación, no hay intermediarios entre
el hombre y Dios, por el contrario, se les enseña a las personas la forma de acceso a esas energías superiores y la forma de
integrarlas a su anatomía. Eso sana y equilibra pero a la vez despierta una frecuencia vibratoria superior a la propia. Sucede
entonces una profunda transformación, las personas se ven superadas por la nueva vibración.
Esto ocurre en las ceremonias mencionadas anteriormente, mientras dure esa exposición o trance, también puede suceder en el contacto
con la naturaleza, existen portales donde energía de una vibración más alta se acumula y pasa de una dimensión a otra con mayor
facilidad. El éxtasis, el ardor y la fuerza motora sobrevienen al penetrar en el sistema humano.

¿Que significa vibración?, es la velocidad de movimiento de las moléculas, a mayor velocidad de movimiento la frecuencia vibratoria es
mayor. Por ejemplo la frecuencia de una piedra es menor a la de un ser vivo, así va creciendo hasta llegar a velocidades donde se hace
invisible a los ojos. Lo mismo que ocurre con la hélice de un avión. Cuando gira despacio se ve, pero cuando la velocidad aumenta
parece desaparecer.

Aquí ya no estamos hablando de alegría, como lo hemos hecho en artículos anteriores, hablamos de un goce sin límites. Esas pocas veces
donde uno se siente parte del todo, se fusiona con una realidad mayor.
Hay un campo de energía absoluta, en la cultura china esta fuerza vital se denomina chi o ki, es la fuente original de todas las
formas energéticas y se manifiesta en áreas distintas a través de frecuencias diferentes. La conciencia de las cosas depende de la
velocidad de frecuencia de la energía y la cantidad que esa materia puede absorber y almacenar. Esas energías pueden ser absorbidas e
irradiadas luego al entorno, al igual que el aire en la respiración.
A medida que una persona se desarrolla su frecuencia vibratoria aumenta y con ella lo hacen también las sensaciones y el caudal de
energía vital dentro de su sistema es superior.

Decíamos que hay que transitar por un área donde nos alejamos de la zona de confort porque los sentimientos que no fueron liberados y
se conservan en el cuerpo emocional, se mantienen dentro y además crecen y generan vibraciones que atraen a sus semejantes. Entonces
esa persona no queda liberada hasta que no evacue por completo dicha cuestión de su campo emocional. Si una persona encierra dentro de
si agresiones, siempre encontrara afuera individuos que exterioricen situaciones de furia y violencia.
En este caso la mente tiene poca influencia sobre el cuerpo emocional, ya que no puede suprimirlas. Así una persona puede aspirar al
éxito o al amor, pero inconcientemente irradiar frecuencias energéticas contradictorias de celos o falta de confianza que le impedirán
alcanzar lo deseado.

Lo mismo ocurre con cualquier capacidad humana, empequeñecida por las emociones negativas. La única forma de salir de este laberinto
es traspasándolas a fin de limpiarlas. De esto hablábamos cuando mencionamos de irnos de la zona de comodidad, porque el transitarlas
no siempre es agradable.

Al permitir que las frecuencias mas altas penetren en nuestro sistema la forma más natural de limpieza interna se produce, los
obstáculos emocionales empiezan a ser literalmente expulsados ya que poseen frecuencias menores y estas no pueden convivir con las más
veloces. Con ello se pierde el recuerdo emocional y podemos perdonarnos y perdonar. A la vez que mecánicamente el cuerpo empieza a
irradiar sentimientos de amor, equilibrio satisfacción permanente y si continuamos en su activación, el éxtasis.

Fuente: El gran libro de los chakras de Baginski y Shardom

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