Escribe Silvia Martinica
El ídolo, es el depositario de todas las fantasías, deseos y necesidades populares
que no han podido ser satisfechas por otros medios. En él se quedan ancladas las escapadas de la rutina, algo así como abrir la
ventana para tomar una bocanada de aire fresco y conectarme con algo mas grande. Algo que escape a mi mundo pequeño y conocido.
Cuando se busca la intensidad que no puedo encontrar en la vida cotidiana, el ídolo nos brinda la ilusión, una idea que nos saca del
aburrimiento. Total, el ídolo, esta lejos, callado, no se entera de mis miserias, y no contradice ninguna de mis locuras. Acepta en
forma sumisa y en silencio todo lo que le quiera poner en su boca, pensamiento o personalidad.
Ellos viven en las entrañas de las personas, que manifiestan su relación con ellos a través de una inmensa pasión. Los mas fanáticos
los recuerdan por lo menos una vez al día. Es un fenómeno que, les brinda un poco de color a su vida. Si bien al admirador le trae
sus satisfacciones, el ídolo es cosificado de acuerdo al pensamiento antojadizo de su fan.
La mayoría de las veces y sobre todo cuando hay fanatismo de por medio, no es una admiración inocua la que siente. Es un profundo
sentimiento de posesión el que es activado. A tal punto que siente celos y no tolera que tenga una vida mas allá de sus expectativas.
La vida del ídolo transcurre en la cabeza de sus fans que se sienten dueños de él. Pero lo esperable, para ellos, tiene que ver con
ellos mismos y no tanto con lo que pudieron rescatar de real del objeto de su admiración.
Se idealiza mucho y se construye una relación fantástica a base de los deseos que allí se van depositando.
Cargada con las falencias propias del fanático, y también con las de las personas que en su vida lo han decepcionado: maridos,
esposas, padres, hijos, etc. También se tiñe con enojos cuando la conducta del ídolo no es la que el fanático espera. Cuando no
responde a sus expectativas, se genera una distancia entre lo idealizado y la realidad.
En algunos casos también los ponen a hacer milagros. Es tanto lo que se deposita de la energía propia allí, que mucha gente siente que
sin el objeto de devoción no puede vivir.
No se dan cuenta que con sólo recuperar la energía que les pertenece y volverse a centrar en si mismos podrían vivir mucho mejor
que antes. Porque el equilibrio quedaría restablecido.
Ese desequilibrio exacerbado es el que aterra muchas veces al propio ídolo cuando ve en sus fans a pequeños demonios sueltos, por sus
conductas a veces agresivas y controladoras.
Quizá sientan que se les escapó la libertad de salir a la calle y es común que sientan que la gente los ama por cosas que no existen,
que no los identifica en absoluto. Pero imaginen, si es fácil idealizar a una persona después de muerta cuanto mas fácil es idealizar
al ídolo, con el que nunca se ha tenido, ni tampoco muy probablemente se tendrá, ninguna interacción personal.
Por esta razón es probable que al existir tal sentimiento, se cambie a un ídolo por otro al menor desencanto que no encaje en la
composición mental que el fan se había hecho.
“tu piensas que soy fuerte, estas equivocado, mi vida es un lío??, declara el cantante y compositor Robbie Williams, en su canción
llamada ?strong? (fuerte), casi como un estatuto ante el acecho de sus fans. Tan importante es para él, que todos lo sepan, que pone
la letra en pantalla gigante, para que no queden dudas y nadie lo crea un semidios.
Es casi lo mismo que gritarles paren de fantasear conmigo, terminen de creer que soy alguien que no soy. Terminen con esta locura.
Los fans, a su vez les hacen daño a los pobres ídolos que no son otra cosa que seres humanos con un trabajo que los pone en la mira
de todos. Con una especie de oficina de cristal, hacen cosas para que los demás los vean y consuman. Ellos no serían nadie si no les
pusiéramos gas y los infláramos nosotros, los demás seres humanos que tenemos oficinas de cemento y ladrillos.
Hay ídolos que se asustan, algunos que sienten vértigo y otros, los más endebles, que irremediablemente se la creen. Estos últimos
son los que están a la altura de los fanáticos mas pesados ya que comparten una misma frecuencia. Son tal para cual y juntos crean
una fábula grotesca, que deja de existir cuando uno u otro emprende la retirada.
Ahora bien la gente insegura es la que mas necesita ídolos, los adolescentes en etapa de búsqueda necesitan ídolos, los que no saben
para donde ir necesitan gurúes que les pronostiquen situaciones.
Si fuera un mundo de personas que confían en si mismas, sus instintos y su razón, no habría tanto de esto.
Buscamos intermediarios hasta para hablar con Dios porque creemos que Él no nos va a atender personalmente. En el marco de las
religiones, en los sacerdotes, para que hablen por nosotros y la energía nuestra queda depositada en ellos y por lo tanto les
entregamos nuestro poder.
Gurúes, políticos, cantantes, bailanteros, modelos y últimamente productos mediáticos que no se sabe bien qué hacen, pero ocupan
importantes espacios en las portadas de revistas y programas de televisión. Entonces los productores los ubican en espectáculos aunque
ni canten, ni bailen y les entregan un micrófono aunque no puedan ni hablar.
¿Porque creamos estás cosas si no somos adolescentes? Porque nos cuesta creer en nosotros mismos. Entonces creamos situaciones
ficticias e idealizadas a través de estos medios.
Esta distracción mental y consumo fácil, me permite no pensar qué quiero hacer con mi vida, y dejar de prestarme atención. Me
posibilita postergar cambios que me asustan y olvidarme de preguntarme si me siento feliz o no.
Estos productos que arman los medios ayudan a mantener adormecido el cerebro y mantienen a la gente lejos de si misma, probablemente
toda su vida.
Escapar de la realidad, ir detrás del espejismo, perdernos en él, olvidarnos de nosotros mismos. Es una añoranza de completud, mal
encaminada.
Si eligiéramos un camino más útil, entonces alcanzaríamos la gloria. Todo nuestra energía potencial, puesta al servicio de nuestros
ideales es un camino que sin dudas nos llevaría adonde queremos llegar. Pero para esto, es necesario ponerse a trabajar duro.
Hacer una introspección, tomarme un tiempo para saber cuales son esos ideales, para muchos este paso, aunque parezca simple, es algo
que nunca les ha sucedido.
En el personaje admirado depositamos todos nuestros deseos, anhelos, ideales, lo que proyectamos de nosotros mismos. Mas la fuerte
necesidad de trascender la vida material. Intuimos que hay algo más fuerte que nos envuelve, supremo, superlativo, pero ante la
imposibilidad de fundirnos con ello, buscamos a los ídolos.
* Silvia Martinica dirige la consultora en comunicaciones Wom-Ar
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