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Seguir leyendo //Escribe Julian G. Cosso*.- Nos encontramos en pleno proceso de tránsito, en la calma que antecede al huracán (como podría rezar la letra de “Los Auténticos…”), de algo que es totalmente certero: como todo, el COVID-19 también pasará, pero el vendaval de problemas que traerá para todo el espectro empresario de nuestro país (micros, pequeñas y grandes empresas) será notorio.
Sin importar el tamaño y las previsiones financieras que hubiesen estipulado para el año 2020, es menester pensar en el día después, cuando salgamos -finalmente- pues los desafíos estarán a la vuelta de la esquina.
Históricamente, Argentina ha atravesado numerosas crisis que han tornado a las empresas en pseudo expertas a la hora de evaluar sus opciones, consultando para ello, fundamentalmente, a los abogados especialistas en recomponer la situación patrimonial y reestructurar los pasivos de las compañías.
En todos los casos, la ley concursal argentina se encuentra estructurada de manera tal que, una vez presentado el concurso preventivo de acreedores, la empresa encuentra un amplio espectro de protección legal. Fundamentalmente, en muchas ocasiones el mejor servicio que se le puede brindar a quienes atraviesan complicaciones por encontrarse en estado de cesación de pagos, es el otorgamiento de tiempo, pues un concurso preventivo en términos generales no demora menos de un año y medio. Cuidar la caja suele ser una prioridad en estos tiempos, y la cristalización del problema en un concurso facilita la negociación con los distintos acreedores, para atravesar la tormenta.
Así las cosas, las empresas que se encuentren en una delicada situación post reanudación de la actividad, por pocos o escasos recursos para afrontar la salida de la crisis, deberán pensar seriamente no solamente un plan de negocios que se adapte a las previsiones económicas venideras, sino también en una reestructuración de diversos factores, como capital de trabajo, proyectos, reducción de costos, entre otros.
Al final del día, bien vale recordar, cuando el legislador previó la posibilidad para las empresas de concursarse, buscó distinguirlo de las quiebras bajo una premisa: la esperanza. Es ella lo que separa a ambas figuras, junto con la voluntad de salir adelante.
Como conclusión, es tiempo de (re)pensar la dinámica de la empresa, para que luego de la pandemia a nivel salud podamos atravesar la pandemia económica.
*Julian G. Cosso es abogado, socio fundador de CYT Abogados, con área de práctica en asesoramiento a empresas en situación de insolvencia y crisis.
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