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Seguir leyendo //Las llamadas arañas albañiles o tramperas (Actinopus), muy comunes en Argentina y otros países de América del Sur, son inesperados parientes cercanos de las arañas más venenosas del mundo, las atracinas o Atrax de Australia, que incluyen a la temida araña de teña de embudo de Sídney. Esa es una de las conclusiones de un estudio internacional que mediante análisis genéticos reescribió el árbol evolutivo de estos arácnidos.
El estudio -del que da cuenta la agencia CyTA– “tiene importantes implicaciones sobre cómo estudiamos la evolución de los venenos que producen, y consecuencias potencialmente prácticas para el desarrollo de antídotos más eficaces”, indicó a la Agencia CyTA-Leloir uno de los autores del trabajo, el doctor Martín Ramírez, investigador del CONICET en la División de Aracnología del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN).
Para rastrear la genealogía de las distintas atracinas y otros géneros relacionados, los científicos emplearon la captura de datos genómicos: una técnica que permite secuenciar pequeños sectores del genoma alrededor de áreas de muy poca variabilidad (llamadas “elementos ultraconservados”). Para su sorpresa, las atracinas resultaron ser “hermanas” de la araña ratón australiana del género Missulena, que se creía que tenían un parentesco lejano. De hecho, el mismo antiveneno o antídoto funciona para ambos grupos, señaló Ramírez.
El hallazgo tiene implicancias directas para nuestra región, dado que Missulena y los Actinopus sudamericanos pertenecen a la misma familia de arañas. Sin embargo, por fortuna, “Actinopus no presenta alta toxicidad en humanos”, dijo Ramírez, quien no descartó que presenten alguna variante de la toxina que valdría la pena estudiar.
Del estudio también participaron Marshal Hedin (primer autor del estudio) y Shahan Derkarabetian, de la Universidad de San Diego, en Estados Unidos; Cor Vink, del Museo Christchurch Canterbury, Nueva Zelanda; y Jason Bond, de la Universidad Auburn, Estados Unidos.
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