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Seguir leyendo //Escribe Carlos Pallotti*.- En mi primera columna de opinión en este ciclo, describí genéricamente los cuatro pilares sobre los que, a mi entender, se basa el desarrollo de la Economía del Conocimiento (Talento, Conocimiento, Innovación y Riqueza). Y hace unos días profundicé sobre el primero de ellos El Talento. Avancemos un poco mas sobre el segundo de ellos “El Conocimiento”.
Muchas veces se confunde talento y conocimiento. Lo primero son las habilidades que puede tener o desarrollar una persona a través de un ciclo de aprendizaje. Lo segundo es el saber hacer, tener la sabiduría para hacer lo que sea necesario. Pensémoslo así: una persona puede tener talento para la música (natural o adquirido), pero necesita estudiar, practicar e interpretar para poder componer o ejecutar una obra de un determinado género. Nadie escucha a una persona talentosa sin conocimientos, escucha a aquel que conoce y plasma en la música algo que quiere decir y alguien escuchar.
En esta actividad, ese proceso transformador puede darse mediante universidades, grupos de trabajos, pero principalmente se realiza en empresas. Son las “Fábricas del Conocimiento“. Si solo bastase el talento, Argentina estaría nadando en la abundancia de recursos intelectuales, porque ingresan a nuestras universidades cientos de miles de personas por año, que de no existir tales “fábricas de conocimiento” no tendrían un empleo acorde y/o un campo de prueba donde desarrollar su conocimiento.
En las actividades como el software esto se nota mas claramente, dado que la construcción de una aplicación, el desarrollo de un sistema, o la ejecución de un proyecto, regularmente requiere de un equipo de personas, que combinarán sus talentos (técnicos o temáticos) y juntos crearán ese conocimiento. Porque no solo es necesario tener conocimientos técnicos en materia de software, sino también específicos en función del tema que se trate. Si lo que se está queriendo construir es una aplicación para el sistema financiero -por ejemplo-, a las habilidades para hacer la diagramación o programación, será necesario adquirir conocimiento de cómo es el proceso financiero. Al fin, un buen proyecto es aquel que combina balanceadamente los conocimientos de sistemas, y los de la actividad involucrada. Cuanto mas se sepa de ambos, mas demandada será la labor de ese equipo de trabajo. Y eso es lo que hacen estas “fábricas de conocimiento“.
Por esta razón, es absolutamente necesario desarrollar una industria con empresas (o conglomerados productivos) sustentables, eficientes y con objetivos de crecimiento y actualización continuos. De no hacerlo, nuestros talentos, posiblemente no tengan empleo o les resulte mas difícil crear sus propias empresas.
Sin talento no hay empresas y sin empresas no hay desarrollo. Así de simple.
Argentina viene teniendo una saludable y creciente industria del software, que ya emplea mas de 100.000 personas, 80% de las cuales se han incorporado en la última década y media. Y se constituye en uno de los núcleos productivos con mayor crecimiento y potencialidades de seguir haciéndolo.
Pero también hay otras áreas dentro de la economía del conocimiento que están en condiciones similares, ya sea por lo promisorio de su actividad como por la demanda que el mundo puede tener de sus productos o servicios. Servicios profesionales contables, de recursos humanos, legales, de ingeniería, consultoría, arquitectura, médicos, educativos, comerciales, etc., etc. son algunos de ellos. En todos la matriz es la misma: su insumo básico es el talento y son “fábricas de conocimiento” (ergo transforman conocimientos previos en elaboraciones mas complejas).
Y como toda actividad productiva tienen requerimientos y oportunidades, que deben ser atendidas para que crezcan, incorporen más personas, investiguen e innoven, alcancen nuevos mercados, mejoren sus procesos y tecnologías, y en suma, generen mas riqueza. Y en eso no podemos mirar para el costado. De hacerlo podríamos perder oportunidades históricas, en momentos donde el mundo demanda que los talentos generen mas conocimiento.
Argentina ha visto el tremendo beneficio que ha traído haber aprobado hace unos años, una ley para promover la industria del software. En función de permitirle computar parte de lo abonado en carga sociales, como crédito para otros impuestos, la industria se cuadriplicó, generando tres veces mas de ingresos fiscales que los que se percibía al inicio.
En suma lo que parecía que sería menos recaudación, se convirtió en muchos mayores ingresos genuinos, con mas empleo y mayores exportaciones. Algunos dirán que posiblemente podría haber crecido la actividad de todas maneras. No es así. Hace un tiempo realizamos un estudio donde quedó demostrado que las empresas que realizaban actividades beneficiadas por la ley, crecieron casi al doble que las otras. Y que quienes salieron a ofrecer sus productos y servicios al mundo, amparados por una legislación beneficiosa, cuadruplicaron la tasa de crecimiento de quienes no lo hicieron (9% anual promedio, contra 2,5% entre 2008 y 2017).
Recientemente fue reglamentada la ley que promueve la biotecnología, sancionada en el 2007 y que nunca se puso en marcha. El solo hecho de ponerla activa, ha hecho que se hayan anunciado nuevas inversiones por 600 millones de dólares.
Podríamos profundizar mucho sobre los beneficios que trae aparejado dotar de mayor competitividad a actividades tecnológicas complejas, y lo que hacen muchos países, pero en este caso Argentina puede mostrar lo que “ya pasó”. Y mostrar hechos y no proyecciones. Y sin hablar del efecto derrame que tiene para el resto de la economía tener las fuentes del conocimiento en nuestras fronteras. Baste mencionar que buena parte del agro argentino, se desarrolla utilizando complejas aplicaciones para el análisis de los rendimientos desarrolladas integralmente de manera local. La tan mentada Industria 4.0 tiene que ser hecha (y puede serlo) con capacidades propias, y no necesariamente importadas.
Por lo que promover este tipo de actividades y potenciar la creación y consolidación de nuestras “fábricas del conocimiento” parece que es una acción de política pública que debería mantenerse y/o potenciarse.
Además hay que auspiciar, promover e impulsar las capacidades emprendedoras que muchas personas tienen. Ayudarlos desde el inicio con asesoria, facilitación de trámites, capital semilla, e información de mercados y tecnologías. Pero luego, instrumentar las acciones para que ese emprendedor se haga empresario, se dedique a mejorar sus procesos de gestión y se consolide como una empresa sustentable y responsable. En este sentido la recientemente sancionada Ley de Emprendedores, mávarias decisiones de facilitación de trámites y la consolidación de un ecosistema de apoyo a los emprendedores son grandes pasos adelante. Necesitamos mas empresas, que tomen mas gente y que se conviertan en nuestros generadores de riqueza.
Y también auspiciar la radicación de inversión extranjera, cuando esta es congruente con el ecosistema local, y que puede aportar know how y posicionamiento internacional. Al fin, los grandes complejos productivos del mundo se desarrollan juntando diferentes empresas (y entes educativos) cada uno con diferente tamaño y objeto, pero con el fin común de desarrollar un enclave productivo eficiente. El tan conocido Silicon Valley, finalmente es un conglomerado de compañías inmensas, universidades prestigiosas, decenas de miles de emprendedores queriendo ser los próximos, y un sistema de capital que apalanca el crecimiento.
Y miremos un poco el tema financiamiento… o el capital. Si Argentina no interviene para facilitar el acceso al capital para el crecimiento de las empresas, hace que las de origen nacional, y especialmente las mas pequeñas, no puedan desarrollarse en este mundo competitivo. Porque las grandes empresas y especialmente las internacionales, normalmente tienen facilitado el acceso al financiamiento o la obtención de capital. Pero a las pequeñas o medianas locales, solo les queda usar sus propios recursos (y por ende ralentizar un crecimiento que podría ser mayor), recurrir a fuentes ineficientes de crédito (a tasas imposibles de pagar por ejemplo), o a licuarse en el mercado de capitales, permitiendo que ingresen inversionistas (que algunas veces distorsionan el negocio con el ánimo de maximizar la ganancia), cuando podrían no ser necesario. En las empresas basadas en el conocimiento, mayormente el patrimonio es “intangible”, dado que los activos fijos, son de bajo valor comparado con los intelectuales. El valor está en las ideas, no en las máquinas ni en los edificios. Por lo que no son sujetas a crédito bancario. O si lo son, es a tasas imposibles de pagar con procesos de negocios razonables. Es allí donde el Estado tiene un rol que jugar, solucionando las llamadas “deficiencias del mercado”, y facilitando los mecanismos (vía créditos especiales o garantías) para que el sistema financiero pueda apalancar el crecimiento. Un gran avance para esto fueron los anuncios realizados recientemente por el BICE-Banco de Inversiones y Comercio Exterior, donde generó lineas especiales para las empresas potencialmente amparadas por la Ley de Software puedan obtener crédito acorde a sus necesidades. Esperemos que bancos privados puedan ir en la misma línea pronto ya que el Banco Central reconsideró determinadas reglamentaciones para facilitar esto.
De no tener este tipo de instrumentos, podríamos estar impulsando la creación de nuevas empresas, que de ser exitosas y con grandes perspectivas se vayan transnacionalizando, atraídas por el acceso a capitales extranjeros. No digo que no sea bueno abrir el capital, digo que tenemos que tener los mecanismos para que puedan seguir desarrollándose, aun que quieran (o necesiten) ir por esa vía.
¿Y la investigación y el desarrollo? ¿Y la apertura de mercado? ¿Y la consolidación de clústeres y polos…? De eso y otros temas, seguiré dando mi opinión en otras columnas.
En el siglo XXI las fábricas van dejando de tener chimeneas, y pasan a ser espacios tipo coworking similares a clubes sociales. Ojalá cada vez tengamos mas de estas “Fábricas del Conocimiento”. Bienvenidos, los necesitamos.
* Carlos Pallotti – ex subsecretario de servicios tecnológicos e innovación productiva, de amplia trayectoria empresaria; dos veces presidente de la Cámara del Software y Servicios Informáticos (CESSI), propulsor de la Ley del Software; director ejecutivo de ArgenCon, Argentina del Conocimiento, que promueve ampliar este campo de los servicios de talento argentino para el mundo.
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