Nobel para los impulsores de la inmunoterapia antitumoral

Un japonés y un estadounidense recibieron el Premio Nobel de Medicina 2018, de la Academia Sueca, por sentar las bases de lo que hoy es una revolución en el tratamiento del cáncer: la inmunoterapia. Los científicos consiguieron quitarle frenos al sistema inmune del paciente y, de esta manera, estimularlo a que ataque y destruya a las células tumorales.


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Durante los años ’90, dos investigadores que residían en dos lugares del mundo alejados entre sí, iniciaban un camino que, todavía, ni siquiera imaginaban. Ni James Allison, en su laboratorio de la Universidad de California, ni Tasuku Honjo, en el suyo de la Universidad de Kyoto, pensaban entonces en el cáncer. Ambos estudiaban proteínas del sistema inmune, el que nos defiende de las infecciones por microorganismos.

Menos aun podían entonces imaginar que esos caminos confluirían en un premio Nobel, y que ese galardón les sería otorgado por el descubrimiento de una terapia contra el cáncer. Porque ellos hacían ciencia básica. No estaban pensando en ninguna aplicación terapéutica.

Allison, que hoy tiene 70 años, se dedicó al estudio de la proteína CTLA-4, y descubrió que esa molécula funciona como un freno del sistema inmune. La mayoría de los científicos vio entonces la posibilidad de utilizarla para tratar las enfermedades autoinmunes, que son aquellas en las que el sistema de defensas del organismo ataca los tejidos del propio individuo.

Pero Allison estaba interesado en comprender el funcionamiento de los linfocitos T (un tipo de glóbulo blanco) y decidió hacer experimentos con un anticuerpo que se unía a la proteína CTLA-4 y bloqueaba su acción. Los resultados de esos trabajos mostraban que el anticuerpo le sacaba el freno al sistema inmune y llevaron al investigador a pensar en la posibilidad de que la eliminación de esa barrera podría hacer que las defensas ataquen a los tumores. Probó el anticuerpo en ratones con cáncer y los resultados fueron sorprendentes: los tumores desaparecieron de los animales.

El trabajo de Allison y su equipo fue el fundamento para el desarrollo del ipilimumab, el primer medicamento oncológico contra el melanoma avanzado, aprobado en 2011 tras 10 años de ensayos clínicos.

Por su parte, Tasuku Honjo, de 76 años, descubrió otra proteína que mantiene frenado el sistema inmune: la PD-1. El científico japonés se dedicó a comprender cómo funciona esa molécula y descubrió que cumple una función similar a CTLA-4 pero a través de un mecanismo diferente.

Estudios posteriores efectuados por el equipo de Honjo y por otros grupos de investigación demostraron que el bloqueo de la acción de la proteína PD-1 es eficaz para el tratamiento de distintos tipos de cáncer.

Los resultados de algunos estudios clínicos recientes indican que la terapia combinada, es decir, el bloqueo simultáneo de la acción de CTLA-4 y PD-1, puede mejorar la efectividad del tratamiento antitumoral.

“La inmunoterapia ha dado lugar a medicamentos que hoy en día le salvan la vida a una gran cantidad de pacientes y les genera una respuesta duradera a pacientes con melanomas, cáncer de piel, cáncer de pulmón, tumores gástricos, tumores genitourinarios, de cabeza y de cuello”, señala Gabriel Rabinovich, referente mundial en la investigación de inmunoterapias contra el cáncer. “Con estos tratamientos se benefician entre un veinte y un treinta por ciento de los pacientes, lo cual es muchísimo. Además, en esos pacientes que se benefician, la respuesta es sostenida en el tiempo y duradera”, agrega.

Rabinovich, que es profesor de Exactas UBA e investigador del CONICET, comenta: “Es el típico descubrimiento que comienza con ciencia básica y que llega a beneficiar a la sociedad”, y subraya: “La mayoría de estos descubrimientos que son realmente útiles no comienzan con la idea de la dicotomía ciencia aplicada versus ciencia básica. Allison y Honjo han desarrollado un largo camino de ciencia básica, de ciencia fundamental, apoyada por el Estado, para poder llegar a estos descubrimientos o a estas aplicaciones en pacientes”.

Como miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, Rabinovich fue uno de los relativamente pocos científicos del planeta que tuvo el privilegio de proponer candidatos al Nobel: “Nos mandan un formulario donde uno puede mandar una o más propuestas”.Preguntado sobre si apoyó a los candidatos ganadores, Rabinovich responde: “No sé si puedo decir a quien voté”. Ante la insistencia del cronista, añade: “Obviamente, mi corazoncito está cerca de la inmunoterapia. Ellos han sido inspiradores para mi trabajo”.

Fuente: nexciencia.exactas.uba.ar

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Agencia
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