¡Oh la lá! Francia contra el Gran Hermano

Ningún
funcionario del gobierno podrá usar las Blackberry para evitar que Echelon les robe información

Escribe Enrique Monzón.- Los servicios de seguridad franceses decidieron prohibir a
todos los funcionarios del gobierno el uso de las BlackBerry, esas computadoras de mano que permiten hablar por teléfono, enviar
mensajes de texto, navegar por Internet y enviar y recibir correos electrónicos.

La orden emanó de la Secretaría General de la Defensa Nacional (SGDN) que depende del primer ministro galo y está destinada a evitar
que las secretas estrategias industriales, económicas, diplomáticas y políticas que estudia ese gobierno no lleguen a manos extrañas
debido a la intervención de Echelon, el satélite espía de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos de Norteamérica, Gran
Bretaña, Canadá y Nueva Zelanda, que ha transformado en una increíble realidad al Gran Hermano del que nos hablaba George Orwell en su
novela ?1984?, en la que ofrece una visión profética sobre una sociedad totalitarista situada supuestamente en un futuro cercano

?Es más bueno que el Papa Juan Pablo II y la Madre Teresa juntos?. Esta expresión popular es utilizada por millones de personas como
sinónimo de bondad, decencia e integridad. Sin embargo, parece ser que para los servicios de inteligencia de varios países del Primer
Mundo (??), ni el otrora líder de la Iglesia Católica ni la también fallecida e inolvidable misionera de Calcuta dejaron de ser
sospechosos y sospechados. La red anglosajona de vigilancia satelital escuchaba sus conversaciones. Si estos casi indiscutibles dos
iconos de la pureza humana preocuparon a las grandes potencias, imagine usted, lector, qué será de nosotros, sencillos y pecadores
mortales. ¡Todos estamos vigilados!

Es que a diferencia de los sistemas de espionaje electrónico que la NSA (agencia nacional de seguridad norteamericana) desarrolló
durante la Guerra Fría, Echelon, fue diseñado para rastrear objetivos civiles, gobiernos, organizaciones y empresas. Su existencia se
conoció por primera vez en 1976. Según afirmó el doctor John Pike, analista militar de la Federación de Científicos Americanos de
Washington, “Big Brother está escuchando”. Sus ultra sofisticados satélites y computadoras rastrean a lo largo y ancho del mundo la
información digital que está circulando, y su software-diccionario analiza ciertas palabras clave en los mensajes que interceptan.
Algo así, pero manualmente, hacía el personaje interpretado por Robert Redford en ?Los tres días del cóndor?, aquel inolvidable film
de espionaje sobre la competencia entre los diferentes servicios secretos norteamericanos.

Echelon captura todo lo que se transmite por radio y satélite, llamadas de teléfono, faxes y e-mails en casi todo el mundo e incluye
análisis automático y clasificación de las interceptaciones. Se estima que este Gran Hermano intercepta más de tres mil millones de
comunicaciones por día.

Claro está que pueden suceder equivocaciones muy nefastas, como la que le pasó a una ama de casa norteamericana que fue archivada en
las entrañas de Echelon como sospechosa de terrorismo porque, en diálogo telefónico con un familiar, comentó que su hijo había
protagonizado un papelón durante una representación escolar. El Big Brother interpretó la expresión inglesa “he bombed” (se
emborrachó, se drogó, cometió un blooper, puso una bomba) únicamente como esta ultima acepción y la mujer fue vigilada estrictamente
hasta que alguien, afortunadamente, reparó en el error cometido.

El descubrimiento del accionar de Echelon llegó a la opinión pública luego de que la prensa diera a conocer un estudio que una
empresa de investigaciones de mercado, Omega, realizó, allá por el 2000, por encargo del Parlamento Europeo. En ese documento, que
versaba sobre las evaluaciones del control político, se denunciaba que “la vigilancia tecnológica es usada para investigar y
controlar a disidentes, activistas de derechos humanos, líderes estudiantiles y sindicales y periodistas”.

Pero, según parece, la política no es el único propósito de Echelon. También se acusa al Big Brother de haber beneficiado con sus
datos a la compañía Boeing cuando luchaba por conseguir un contrato de 5 mil millones de dólares con las autoridades de Arabia Saudita
y de haberle hecho ganar una licitación, en torno a un sistema de vigilancia en el Amazonas, a la empresa norteamericana Raytheon, que
con los informes obtenidos evitó que empresas francesas obtuvieran el contrato. Seguramente los franceses se quedaron con la sangre en
el ojo y esta prohibición de usar en el gobierno galo las Blackberry sea un pase de facturas.

Pero Echelon no es el único “espía” que acecha nuestra intimidad. A 700 kilómetros de la Tierra el satélite Ikonos de la empresa Space
Imaging puede fotografiar, por encargo, el blanco de un ojo.

Las fotografías satelitales, que hasta hace muy poco sólo estaban al alcance de los particulares para su aplicación en el campo de la
meteorología, ya que cualquier otra imagen satelital era exclusividad de los satélites militares, pueden ser encargadas y compradas
actualmente por cualquier mortal que esté dispuesto a pagar entre 3 y 1.000 dólares puede comprar estos servicios para ser aplicados
en construcción de caminos y carreteras, exploración de petróleo, estado de suelos, observación de cosechas y planeamiento urbano.
Otra alternativa bastante similar es la que ofrece Google Earth, software del famoso buscador homónimo y que además de los servicios
de vistas satelitales para empresas, ofrece de manera gratuita una versión ligth de ese programa para los usuarios de Internet.

La empresa que brinda estos servicios pertenecía, ya que se dice que se ha vendido a no se sabe que corporación, a los dueños de la
Lockheed Martin Corporation; E-Sysytems, Hyundai y Mitsubishi y en el 2001 abrieron una filial latinoamericana en Ecuador.

Las cámaras y zoom que permiten tomar imágenes desde el espacio fueron desarrolladas por Kodak.

En torno a la vigilancia satelital este periodista recuerda, con tristeza, la información que los satélites norteamericanos brindaron
a los ingleses durante la guerra de las Malvinas, haciéndoles saber, al detalle, los movimientos de las tropas argentinas.

Pero la vigilancia de la que somos objeto (todos y no solo los franceses) no viene únicamente de los satélites Aunque nos parezca
increíble, nuestra computadora también conspira contra nosotros. No hace mucho se descubrió que la compañía DoubleClick, la más grande
de Internet (actualmente comprada, según dicen, por Google), rastrea todo lo que hacen los usuarios de la Red de redes, no sólo a
través de sus números de identificación anónima sino también por sus nombres verdaderos, domicilios y hábitos de compras. A esto
sumémosle el hecho de que Intel reconoció que en sus microprocesadores para Pentium III había un chip que identificaba ciertos datos
de la computadora de la que formaba parte. La empresa anunció que en su nueva producción ya no existe ese “rastreador”.

Y la cereza que corona el postre en esto de la vigilancia electrónica, que no solo afecta a Francia, la ponen varios software que con
un valor menor a los 100 dólares permiten que en cualquier fábrica, oficina o empresa donde se usen computadoras, se registre cada
operación o tecleado que alguien realice con esas máquinas.

Es decir que si usted, lector, en su oficina escribe una carta personal, visita algún lugar erótico de Internet o envía un email
comprometedor, alguien, con seguridad el gerente general, el jefe de personal o el administrador de la red, amén de los hackers,
spyware, adware y otros ?wares? maliciosamente espiones que pululan en el mundo digital, conocerá sus secretos..

¡Créalo o no!, pero lo real y verdadero es que aquella idea del Panóptico virtual, un sistema de vigilancia total y completa que
imaginaban los penalistas del siglo XIX, ya está entre nosotros.
Bueno, aquí voy a terminar esta nota, no vaya a ser que alguien, desde el ciberespacio o desde el interior de mi PC, se sienta molesto
por lo que estoy escribiendo. ¡Cuídese!

Una van espía con visión de rayos X