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Seguir leyendo //Escribe Silvia Martinica
Amanece, que no es poco ¿De donde habrá salido este dicho?, seguramente de las entrañas de un
pensamiento tan común como humano, es como decirle a alguien que no valora algo tan cotidiano como el amanecer, que lo valore.
Porque ¿Qué pasaría si un día no amanece?, seguramente nos daríamos cuenta que perdimos mucho. Frecuentemente nos pasa esto de no
saber lo que se tiene hasta que se pierde.
Apreciación, reconocimiento, darnos cuenta de que estábamos en estado de gracia. No es tan común como imaginamos.
En cambio todo nos parece natural, descontado, habitual, damos las cosas por sentadas. Nos acostumbramos a ellas y les dejamos de
prestar atención, se nos hacen normales.
Como dice mi maestro, el licenciado Daniel Taroppio, nos olvidamos de lo increíble que es la naturaleza, nuestro propio cuerpo, la
cantidad de cosas y pasos que tienen que ocurrir para que nuestro cuerpo funcione, respiremos, nuestro corazón lata, nuestro aparato
digestivo convierta los alimentos a través de procesos químicos en energía. Los mecanismos internos necesarios para que tengamos una
idea, un pensamiento y para poder administrarlos y comunicarlos. Es una creación increíble, perfecta.
No valoramos que todo esto pase sino que además damos por sentado que va a ocurrir cada día, así como que el sol saldrá todas las
mañanas, que vamos a estar en el mismo lugar y con las mismas personas, de la misma forma. Entonces la magia se pierde, nos olvidamos
de agradecer, de maravillarnos con la vida y con el milagro que hace que las cosas sucedan.
Es como el trabajo silencioso del ama de casa, que sólo se nota cuando no está hecho, si esta todo limpio y la comida en la mesa nadie
se alarma porque es como debe ser. Pero si falta, entonces sobreviene el caos.
Lo mismo sucede con todo, solo nos damos cuenta de su importancia cuando ya ha desaparecido. Porque, ¿que tal si un día el sol no
sale?, ¿o mi trabajo desaparece?, o lo que sea que hoy esté sucediendo y de golpe ya no suceda mas. Quizá hoy no nos parezca
relevante, pero notamos que era de vital importancia cuando ya no está.
No es para que nos asustemos, pero sí para que empecemos a tener conciencia de lo increíble de cada momento que vivimos. Una actitud
reconocedora de la importancia de estos sucesos que parecen simples y no lo son, nos coloca en un estado distinto que sólo
experimentan los agradecidos.
Es una especie de cristal nuevo para mirar la vida, que incluye cada célula del cuerpo y a todos los sentimientos, involucra a todos
los sentidos y no sólo al de la vista.
Ese estado nos conduce a una abundancia permanente que a su vez, hace que podamos sostener dicho estado. Al ponernos en esa
frecuencia vibratoria nos creamos mas cosas para agradecer y perpetuar esa sensación.
Hay personas que les ocurre esto y valoran de entrada cada día que viven, cada persona que hay en su vida y cada cosa que tienen. Pero
otros, no solo no son conscientes y acaso justamente por ello, viven despotricando, lo que hace que en definitiva nieguen cada cosa
buena en su vida a través de su discurso y actitud.
Esto genera por supuesto una sensación, casi opuesta a la anterior, de desesperación e insatisfacción que tiende a hacerse crónica.
Ese sentimiento logra perpetuidad, dado que el universo hará todo lo posible por seguir dándonos razones para el disgusto, porque es
lo que nos estamos generando, nuevas situaciones incómodas al lanzarlo, tanto hacia adentro como hacia afuera.
Aquí es donde se suscriben los pesimistas, en el mejor de los casos sólo se dan cuenta de lo que tenían al perderlo. Inclusive muchas
veces ni al perderlo lo notan, ya que el pesimista cree que todo va mal en su vida, como este es su modelo mental, aun cuando aparecen
cosas buenas no puede verlas, ya que irían contra su propio esquema. Entonces solo las deja pasar, esperando que lleguen las malas
para apoyar su estructura.
Si hacemos un auto-análisis profundo, aunque no seamos pesimistas siempre hay un aspecto en el que no somos del todo optimistas. En la
pareja, el trabajo, con los hijos.
Cuanta gente se arrepiente de no haber pasado más tiempo con los chicos mientras eran pequeños, cuando estos ya crecieron, o de no
haber tomado más riesgos en la vida cuando ya son ancianos.
Lo cierto es que no sabemos cuanto tiempo vamos a estar en este bote, tomemos y disfrutemos todo lo que podamos ahora. Mientras
tenemos todo en nuestras manos para hacerlo.
El hoy es nuestro y es todo campo potencial para que a través de la acción lo convirtamos en lo que nos venga en gana.
La actitud agradecida desde el corazón, es decir la real, nos conecta a una abundancia sin límites.
Cuando damos nos dicen, que lo que entregamos volverá a nosotros multiplicado. Siempre que la entrega sea de corazón hecha con
verdadero gusto, estoy diciendo con mi actitud hoy doy con felicidad, como también en otro momento me tocará recibir y también lo haré
de buena gana. Es abrir la puerta a una nueva dimensión.
Darle valor a las cosas únicamente cuando no las tengo, no es una actitud tan extraña como parece, este comportamiento nos pone en el
lugar de escasez, profundo sufrimiento y eterna frustración.
¿A cuantas personas exitosas y pesimistas conocemos?, seguramente la respuesta es a ninguna, porque es casi una incongruencia, ya que
se es una cosa o la otra.
Valorar lo que tenemos nos lleva a cuidarlo y también a usarlo como herramienta con la adecuada conciencia, es decir a administrarlo
como la preciosidad que es para poder hacerlo crecer y multiplicarse en el futuro.
Es encontrar el punto trascendente en las cosas que tenemos. Desde allí todo puede verse desde una perspectiva distinta, mucho más
amplia. La claridad mental es mayor, lo que ayuda a disolver conflictos y limar asperezas, porque estamos dispuestos a ver lo mejor
de nosotros mismos y de los demás.
Se trata de enfrentar los desafíos que la vida nos presenta haciendo gala de los capitales con los que contamos y en honor a esas
riquezas que debemos defender.
Como si se tratara de un palacio, pero a la vez es muy importante no perder de vista la flexibilidad en todo esto, en la lucha por
defenderlo. El palacio puede estropearse un poco o en algunos casos bastante, pero hay que hacer lo mejor que se puede aunque se caiga
el revoque o incluso alguna columna, porque siempre se puede remozar y salir con un palacio mejor, fortalecido, corrigiendo lo que
había que corregir.
En esa flexibilidad no hay que temerle a las emociones fuertes, sabiendo que nos valemos de todas para vivir, ellas son recursos muy
valiosos. Lo importante es no quedarse estancado en ninguna de ellas, estar un rato allí, usarla para luego salir. En esta
flexibilidad encontraremos el equilibrio.
Pues bien, empecemos a hacer ya mismo el inventario de toda la maravillosa maquina que somos y todo el capital que tenemos a nuestro
alrededor que esta disponible para nosotros.
Agua, luz, sol, calor, árboles, bosques, cielo, montaña, lluvia, nieve, sangre, células hormonas, neuronas, dendritas, trabajo, hijos,
padres, hermanos, amigos, compañeros, casa, sabanas, comida?..y la lista es verdaderamente interminable, o no?
* Silvia Martinica dirige la consultora en comunicaciones Wom-Ar
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