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Una nueva variedad de girasol -de máxima anchura o WiMax- comienza a crecer en
plena pampa húmeda argentina -las tierras de Carlos Casares, el corazón de los sembradíos de girasol-. Algo más altas que las plantas
de girasol, las antenas de comunicación WiMax
tienden invisibles surcos que comunican ya a ocho escuelas y establecimientos de producción agrícola casarenses.
En poco más serán vehículo de la digitalización del municipio y la iniciativa es mirada con atención por otros distritos, adonde
todavía no llegan las aguas profundas de Internet y estas antenas de tecnología WiMax podrían instalarse para darles comunicación de
banda ancha y sin tendidos de cables: wireless, que le dicen.
Hacer de Carlos Casares una comarca con conectividad Internet en oficinas municipales, escuelas y establecimientos agrícolas es
iniciativa de una familia -los Grobocopatel-, afincados un siglo atrás cuando los colonos europeos llegaron para cobijarse aqui de los progroms y
hambrunas que sacudían a Rusia, Polonia, Alemania, España e Italia.
El 8 de enero de 2007 Carlos Casares cumple un siglo de existencia formal y ciertamente su conformación, cultura y productividad es
tan diversa como los afluentes de aqui y de allá que le fueron dando fisonomía. Hasta poco más de un siglo atrás, lo que hoy es Carlos
Casares era tierra de los ranqueles. Y, dos siglos antes, un par de sacerdotes que atravesaron la región la definíeron en un mapa como
un desierto pampa de 20000 leguas cuadradas.
Un “desierto” en el que la pala se hunde hasta los 12 metros de humus, la tierra negra, tan fértil, tan feraz como para que Carlos
Casares haya sentado testimonio de cultivos como el girasol, que enseñorea cada verano su delgado talle y su cabellera rubia.
Yendo desde la ciudad de Buenos Aires, Carlos Casares está a 305 kilometros hacia el Oeste, un poco antes de Pehuajó, la geografía
donde la tortuga Manuelita vuelve eternamente desde
París.
Cada año hay un recorrido de unos cien kilómetros que recuerda el trayecto de quienes estaban obligados a pelear y quienes defendían
lo suyo. Es el trayecto por la línea de fortines que avanzó sobre las tierras de las naciones originarias. Y de la también conocida
Zanja de Alsina, los cauces de ríos sin agua hechos para frenar los malones ranqueles sobre las tierras apropiadas por las poblaciones
blancas.
Carlos Casares es ahora un municipio formado por ocho distritos y siete parajes. Lo que hoy denominamos partido de
Carlos Casares ha sido zona de médanos, lomas y bajos con numerosos cañadones y lagunas, como La Salitrosa, La Unión, Maya,
Algarrobos, del Centro, del Rincón, La Viznaga, la Piedra, etc. Tierras donde Callvulcurá, Catriel, Chanquetruz, los Rosas, sentaron
sus reales.
Semillitas
Los casarenses tienen una memoria especial para seres que forjaron la cultura de la región. En esa lista está una maestra: Cecilia
Borja y Mollo, quien a sus 20 años -en 1903- llegó a Carlos Casares y educó durante un cuarto de siglo a generaciones de casarenses.
Mientras, escribía cuentos, obras de teatro y las reunía en libros como uno que alcanzó a ser legendario: Semillitas.
Claro, en tierras del girasol, vaya si tenía semillas la eximia maestra como para sembrarlas a los cuatro vientos. Y un valor
fuertemente afincado en los descendientes fue la educación. Por eso, en el encuentro de inauguración del primer nodo WiMax tuvo
relevancia que el ministro de Educación, Daniel Filmus, estuviera presente, valorando precisamente el enorme rescate que hace de la
educación todo este despliegue de los Grobocopatel y la comunidad casarense.
En ese contexto tiene enorme valor las expresiones de Gustavo Grocopatel, cabeza del grupo agrícolo industrial familiar, al señalar
que el objetivo de su empresa no es ganar dinero, sino obtener educación. El dinero vendrá como consecuencia, acotó. Y Filmus no se
privó rescatar el concepto que partiendo de un empresario enfatizara el valor de la educación. “Lo tomo como una enseñanza que me
llevo de Carlos Casares”, dijo el ministro Daniel Filmus.
El ministro de Educación subrayó que el mejor cometido de la tecnología y de la educación en nuevasw tecnologías, es disminur la
brecha digital. Si tomamos paises como Canada, Finlandia son los que han introdu mas tecnología y no como politicas educaticas, sino
económicas. Pero ninguna se sustenta sin la otra. Relacionándo con lo dicho por Gustavo Grobocopatel: la conectividad permite vivir
integrado.
No es solo con máquinas, sino un cambio de actitud cultural, acotó Filmus. El papel del Estado es salvar la brecha. Pero no todo debe
ser hecho por el Estado. Ahora bien, los argentinos ya probamos muchas veces hacer las cosas por separado -y citando una frase de
Einstein- propuso: ¿Que tal si probamos juntos?
Y ciertamente que la comunidad educativa casarense es parte activa en este punto. Un ejemplo lo dió la profesora Lidia Iluminatti, que
enseña biología a chicos de la Escuela de Educación Media 203, quien fue muy didáctica explicando un caso de contaminación que afecta
a todos los casarenses. Esta vez para un auditorio más amplio que sus aulas cotidianas y disimil de centenares de visitantes llegados
al distrito. Explicó que en Carlos Casares hay un lado oscuro del agua: tienen arsénico.
Ocho escuelas se agruparon para dar mejor educacion y calidad de contenidos a los alumnos, de modo de egresen en pie de igualdad con
la formación de los que egresan de escuelas urbanas. Como explicó Ana María Romero, de la Escuela 3, ahora tendrán Internet, pero “no
siempre hay electricidad -y si la hay es para la tv o para usar la bomba de agua-, nunca dos aparatos a la vez”.
Escuelas con Internet pero sin electricidad
Paradojas de este estadio de la tecnología y el arte de vivir: tenemos escuelas con Internet de banda ancha, pero sin electricidad. Un
sinsentido que el ministro de Educación rescató en su discurso: en 2003 (cuando asumió) teníamos 5000 escuelas sin electricidad; hoy
se acercan a la mitad de ese número. Aún sigue siendo una deuda a saldar, como el analfabetismo, dijo Daniel Filmus.
Una deuda -la electricidad- sobre tecnología del siglo XIX en los umbrales del Siglo XXI, como bien definió, Eduardo Feller,
realizador de un video que propone una visión de futuro que impulsa a los casarenses en esta iniciativa.
A cambio de carencias como la electricidad o la buena agua, despunta la alegria en la población -como Ana María Romero se encargó de
subrayar-. Alegría de los papas de los chicos de sus escuelas, “en su mayoría peones rurales, cuya calidad de vida tambien queremos
elevar. Esperamos en poco estar comunicados”, dijo Ana María Romero.
Y estas son iniciativas que los Grobo
(apócope de Grobocopatel) promueven en su comunidad. Han creado para ello un Programa de Voluntariado Grupo Los Grobo, que da
capacitación y hasta financiación para aquellas organizaciones en las que se valora el uso de tecnología y algo en lo que ellos son
maestros: la capacidad de generar alianzas. Y esa es precisamente la trama en la cual una sociedad progresa: la interrelación, la
ensencia misma de la red, para la cual comenzaron a sembrar estos girasoles WiMax.
Gustavo Grocopatel destacó ese punto: Esta es una empresa que interactua con la sociedad. Ees es el objetivo de generar un capital
social y para eso tenemos una red. Tenemos programas para todos los miembros de la cadena de proveedores. La fundación -dijo- crece en
la medida que se relaciona con otras
organizaciones”.
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