La pandemia trajo cambios de hábitos contundentes en los consumidores, principalmente a raíz de estrictas restricciones de movilidad Hubo …
Seguir leyendo //Escribe Silvia Martinica
Un bar atestado de gente, ruido frenético en el
ambiente, mozos que vienen y van con cara de sobrepasados, poca ventilación y fuerte olor a comida.
Por favor que me atiendan -pienso-; tardan tanto que me quedan sólo veinte minutos para comer.
– ¿Que le sirvo?, pregunta el hombre con desgano.
– algo que salga rápido, contesto, -¿me limpia la mesa por favor?
Mientras miro distraída la mesa con los restos que dejó el comensal anterior y el billete de dos pesos, doblado debajo del platito
de café.
– Marche una chica de muzzarella, grita el mozo.
Con mucho aceite, de bodegón, pienso: hoy es viernes el lunes empiezo a cuidarme.
Es verdad el lunes empecé, pero el martes tuve que sacar a cenar a un cliente entonces,…entrada, plato, postre, vino y café.
Pienso: tengo que agasajarlos pero me voy a acostar pesada, porque la mezcla y la cantidad me matan.
Hoy miércoles, estoy a full, no tengo ni tiempo para nada, paso el mediodía sin almorzar. El estomago se queja un poco, pero lo calmo
con un café de la máquina y dos galletitas de la secretaria, entre reunión y reunión. Pude salir recién a las cuatro ¿adonde voy a
esta hora?, a un Mc Donalds y me como una hamburguesa con papas y una Coca Light.
Podemos seguir con estos ejemplos un buen rato pasando por los cumpleaños, reuniones familiares y los asados del domingo.
Entramos en la rueda que gira enloquecida y no nos deja pensar. Nuestro cuerpo nos es, a esta altura, tan ajeno que olvidamos
cuidarlo.
Solo nos acordamos de él cuando algo no funciona. La comida es el combustible, pero salvo que estemos enfermos, no prestamos atención
a lo que comemos.
Cuando llenamos el carrito del supermercado, ¿cuantas veces nos detenemos a mirar cual es el contenido de esos productos?, ¿Con que
están hechos?, ¿que efecto nos producen en el organismo y como reacciona nuestro cuerpo a esas sustancias?
La respuesta a la última pregunta es que reacciona como puede. Porque la mayoría de las veces, en lugar de ponernos a pensar en cómo
nutrirlo y mantener su buen funcionamiento, comemos lo que es práctico o culturalmente conveniente.
Si nos detuviéramos a mirar las etiquetas de los productos, notaríamos que en cada uno de esos paquetes existe una buena dosis de
químicos, colorantes, saborizantes, acidulantes, conservantes, grasas saturadas y una generosa cantidad de ingredientes tan nocivos
como innecesarios.
Consumirlos de vez en cuanto y en forma aislada, puede pasar desapercibido, pero la dosis se incrementa con cada producto y se
multiplica por cada comida.
Nuestro pobre organismo en lugar de ser nutrido y cuidado, tiene que salir a combatir la invasión de cuerpos extraños.
Esto genera reacciones, pero como el efecto no siempre esta asociado a la causa, muchas veces no las notamos. Algunas afecciones como
erupciones, alergias o gastritis podrían ser relacionadas directamente con la comida. En ese caso, ¿que hacemos?, vamos a la farmacia
y nos compramos un medicamento que nos libere del síntoma. Queremos solucionar el ataque de los químicos y cuerpos extraños con más
químicos.
No podemos ver con claridad que nos han hecho tantos años de intoxicación.
Tomar conciencia de lo que comemos y seleccionar con inteligencia los alimentos, es un aporte a la calidad de vida y a un cuerpo en
equilibrio que será fuente de salud y placer. Ganaremos armonía, salud, un peso adecuado, una piel con brillo, una demora en el
envejecimiento general, agilidad, plenitud, ganas de vivir. Dones naturales que normalmente nos encargamos de destruir.
¿Que sentido tiene que comamos a morir y nos levantemos de la mesa del domingo sólo para dormir la siesta?, esa sensación esta lejos
de ser agradable, es un ataque masivo a través del estómago. El alto contenido de grasa que consumimos los argentinos con los asados,
además de elevar el nivel de colesterol se traduce en una pesadez que nos quita el estado normal de alerta, agudeza y agilidad mental.
La mala calidad de las comidas va en detrimento de un pensamiento claro.
La carga de pesticidas, que aun sin saberlo ingerimos todos los días, están en las verduras o frutas. Las adulteraciones genéticas
vienen con la soja y también con otros vegetales.
Los edulcorantes y las bebidas Light, los colorantes, conservantes, saborizantes y otras sustancias que le dan buen aspecto a lo que
comemos, contribuyen a un proceso acumulativo que no es inocuo ya que repercute en el cuerpo desequilibrándolo.
Los productos refinados como el azúcar y la harina, pierden en el proceso de refinería su capacidad nutricional generando calorías
vacías.
Los aceites comunes de cocina son procesados con sustancias que los convierten en grasa saturada al entrar en contacto con el calor
de la sartén.
Sólo se trata de tomar conciencia de que nuestro cuerpo tiene que procesar cada cosa que nos ponemos en la boca.
Valdría la pena preguntarnos para qué estamos comiéndolo, qué nutrientes nos aporta. Vamos a descubrir que a veces comemos porque si,
sin pensarlo, aun sin hambre.
El mundo orgánico parece brindar una nueva perspectiva. Exquisitos sabores naturales, colores auténticos. La cocina gourmet mas
exclusiva busca la verdura de quinta y la prevalece sobre la cultivada a grandes escalas.
Un pedacito de humanidad tomó conciencia de la cuestión y se está volcando a consumir estos productos. La comida orgánica aporta
importantes beneficios, se trata de un tipo de alimentación que protege la salud de los consumidores y la vida del planeta. En este
sistema de nutrición, las frutas, legumbres y verduras orgánicas son cultivadas sin pesticidas y regadas con agua natural no tratada.
A los animales no se les suministran hormonas y además crecen y se alimentan en forma natural, los pollos pueden caminar y comer maíz,
las vacas pastorean libremente. Cumplen cierto tiempo de vida y después se les sacrifica de forma rápida para que no segreguen
sustancias nocivas producto del stress.
Saludables, porque no contienen sustancias nocivas y con mayores beneficios, en el caso de las frutas contienen niveles más altos de
antioxidantes, los cuales sirven para prevenir el envejecimiento prematuro e incluso el cáncer.
Los alimentos integrales son más nutritivos que los refinados, porque cuando los alejamos de su estado natural, mayor cantidad de
nutrientes se pierden en el camino, de la misma forma influye la cantidad de días de almacenamiento.
Deepak Chopra afirma que ?Las latas y conservas deberían dejarse como alimentos para ser consumidos únicamente en situaciones
limites?. Los alimentos más proteicos los brinda la tierra en su estado natural.
Tomar conciencia del cuerpo y su funcionalidad, investigar y saber que incorporamos, es un derecho que todos tenemos y también es un
acto responsable de preservación y de inteligencia. Debería resultarnos maravilloso obtener un mayor grado de conocimiento y emprender
el camino hacia un nivel superior de cuidado y no vivirlo como una carga que no estamos dispuestos a llevar.
No es lógico que nos preocupemos por ponerle mejor nafta al auto, y nos fijemos poco y nada en la calidad de nuestro propio
combustible. Aun cuando un auto se puede cambiar por otro, pero nuestro cuerpo no.
* Silvia Martinica dirige la consultora en comunicaciones Wom-Ar
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