Diez años de Palm en mi costado


En 1997 Carlos
Mazalán
me hizo llegar la primer Palm que tuve en mi vida: la Pilot. Y esa palabra se fijó en mi mente para siempre como el
genérico de PDA. Y puedo asegurarles que, desde
aquel modelo inicial hasta esta Zire 31 que me acompaña hace dos años, no he parado de usarla día tras día.

Es difícil andar sin ella. Es mi libreta de teléfonos. Es mi agenda de citas. Es mi album de fotos. Indefectiblemente la llamo Pilot,
aunque esa palabra sea hoy pieza de anticuarios. Sí, soy de la Era Cuneiforme -siempre lo reconocí-; sobremanera cuando me miraban
tipear letra por letra sobre la Pilot, en las conferencias de prensa, tanto aquí como en otras latitudes. ¿Recordás Mariana Goldman aquella mañana en Miami?.

Obviamente la llevaba conmigo el día en que Palm celebró 10 años de su invento con un encuentro en el Modena Design -pegadito al Museo
de Bellas Artes, de Buenos Aires-.

Me pregunté en ese momento ¿dónde estaría aquella primera Palm Pilot de mi vida? Y ocurrió que una voz junto a mi me dijo con toda
naturalidad ¿sabés que yo tengo tu primera Palm? Miré a Erika asombrado, pensando: me leyó el pensamiento…

– Sí, ya sé que me vas a decir que vos se la regalaste a Gabriel, pero en nuestro divorcio esa Palm me tocó a mi, como rezago de cosas
inservibles. Sí, inservibles porque ocurrió que, un vecino de nuestra casa en Santa Fé entró una noche y se robó la computadora.
Incluso lo vimos cuando se iba -recordó Erika con fastidio- y no podíamos creer que fuera nuestro mismísimo vecino, el policía, quien
nos estuviera robando. Y era tan bruto que en el momento del despojo se encontró que los conectores estaban tan enredados que optó por
lo práctico: cortó los cables. Y allí quedó entonces el rabo cortado del monitor de la PC -acaso habrá pensado que funcionaba sin
electricidad- y la colita de la Pilot, que desde entonces pasó a ser una computadorita huérfana. Los datos se perdieron en la descarga
de pilas y las diferencias matrimoniales entremedio y todo fue como en un final de cuento de Cortázar.

La Palm siempre ha sido un dispositivo entrañable porque además de miles de teléfonos -exactamente 2700, al 5 de abril de 2006-, están
allí los apuntes de cada conferencia de prensa, las ideas que se descuelgan y alimentan mis poemas, los cuentos, la novela.

Pero sobremanera hay una sección de fotos en la que
mi Vale es aún una Pichimusa con gorro de dormir, Alita aún baila en Santiago y Fede sonrie eternamente.

Suelen corregirme: la Palm.., cuando digo la Pilot; la Palm querrás decir… Y como odio las discusiones tipo ¿quién tiene el poder
aquí? o ¿quién es dueño de la verdad?, no les respondo que bien podrían decirme también la 3Com o la IBM, porque esas marcas también
fueron sinónimo de algunos modelos estos 10 años de
la Palm
.

Fueron los años en que construyó su fama de computadorita fiel, definitivamente exitosa frente a otras encumbradas, como la Newton, de Apple. Fama que crecía por sus cualidades y ese
inadvertido detalle a la hora de la compra, pero fundamental luego del uso, llamado Soporte, Servicio. Sé de un caso al que le
llegaron dos Palm a cambio de su modelo fallado.

Fue en ese lapso objeto de deseo y también otorgador de status. Y conforme evolucionaba yo deseaba que se diera la ansiada
convergencia que cristalizó la Treo -computadorita y teléfono, además, de grabadora, filmadora, cámara de fotos, agenda y anotador-.

Por entonces, al partir cada mañana en pos de las crónicas diarias, me sentía Carlitos va a la guerra, la película de Chaplin en que
mi héroe iba armado con rallador, colador, tirabuzón y su increíble bohonomía, claro. Aún me siento así -con el celular de un lado y
la Palm, del otro en la cintura-, porque -convengamos- Treo no es accesible en precio …

Y, hablando de Treo y cuánto significó su llegada al mercado; juro que no guardo rencores por la compulsa que perdí tres años atrás
durante un almuerzo al que invitó HP, en el Museo Renault, y en el que mis colegas opinaron que no sería posible ni adecuada una
convergencia entre celular y PDA. Ccuriosamente hoy nadie recuerda aquel día, ni siquiera mi querido Ricardo Goldberger.

Soy de la Era Cuneiforme -repito a mis jóvenes colegas- que suelen mirarme con extrañeza cuando trazo jeroglíficos sobre la pantalla
de la Palm; pero subrayo: qué gran invento; tecnología útil a la vida. Algo que trato de rescatar diariamente en el mar de nuevas
tecnologías que aparecen. Y esta ha sido hasta aquí tan buena como la radio, como la TV, como el teléfono y en poco más promete ser la
suma de todo ello, ya les contaré. Salud a los 10 años de la Palm.

10 años de
Palm

admin
5 abril, 2006

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