Dolar, Cristina, Riesgo País e IMDEC

De Domingo a Domingo, la columna política semanal de Hugo
Grimaldi*



Incorregible
Según el Diccionario: No corregible. Dicho de una persona: Que por su dureza y terquedad no quiere enmendarse.
Dicho por Borges: “Los peronistas no son buenos ni malos, simplemente son incorregibles”.
Derrocar
Según el Diccionario: En política especialmente, derribar, arrojar a alguien del estado o fortuna que tiene.
Escrito ayer en Página/12: “¿Derrocarlo cómo? Si es posible, aunque no es fácil, con los votos en segunda vuelta, o, llegado el caso,
desestabilizando el próximo período presidencial”.
IMDEC
Según los propios empleados del INDEC: Instituto Manipulador de Estadísticas y Censos.

Preámbulo de la columna: cada domingo, Hugo
Grimaldi acompaña el envío de su columna con jugosos comentarios introductorios y que, como en este caso, bien vale conocer:

Incorregible
Según el Diccionario: No corregible. Dicho de una persona: Que por su dureza y terquedad no quiere enmendarse.
Dicho por Borges: “Los peronistas no son buenos ni malos, simplemente son incorregibles”.
Derrocar
Según el Diccionario: En política especialmente, derribar, arrojar a alguien del estado o fortuna que tiene.
Escrito ayer en Página/12: “¿Derrocarlo cómo? Si es posible, aunque no es fácil, con los votos en segunda vuelta, o, llegado el caso,
desestabilizando el próximo período presidencial”.
IMDEC
Según los propios empleados del INDEC: Instituto Manipulador de Estadísticas y Censos.

Ahora su columna:

En estos días de turbulencias financieras y de aumento imparable del riesgo-país, mientras Néstor Kirchner busca la forma de aceitar
nuevamente la relación con la opinión pública vía discursos altisonantes o mejoras en los bolsillos, se ha exacerbado de tal modo la
paranoia oficial que detrás de cada cortinado se observa a un enemigo en potencia, dispuesto a hacer imposible el próximo período
presidencial. Hasta se habla de “derrocamiento”, mala palabra si las hay, si la voluntad de las urnas dice, dentro de tres meses, que
el próximo turno no será para los pingüinos.

En ese marco, los opositores no logran capitalizar los nervios de la Casa Rosada porque oscilan entre la confusión y la pasividad y,
por ahora, no se les cae una propuesta concreta. Los primeros, los cultores del “qué estoy haciendo aquí” o del “con quien me junto”,
tratan de tejer lo intejible y se desgajan en mínimas intenciones de voto que parecen imposibles de remontar. Se estarían conformando,
apenas, con ayudar a que en la primera vuelta el oficialismo no llegue al mágico número de 40 por ciento, para morder algo en la
segunda, colgado del contrincante que necesite apoyo.

Por el lado de los que aparecen como más pasivos, hay dos vertientes al menos para encuadrarlos. Algunos suponen que estos candidatos
se han entregado mansamente y que apenas boquean respuestas, sabedores de que no se podrá pelear nada en octubre. Otros, más
estrategas, creen que los que no refutan ni se exponen al cuerpo a cuerpo, están buscando que corra el tiempo y que el Gobierno se
cocine en su propia salsa, ya que confían en que la dinámica de la crisis, que auguran como inevitable, se los llevará puestos a
Kirchner y señora.

En el juego de los espejos, desde el lado del Gobierno, estar a la defensiva no les sienta a los funcionarios: buena parte de las
miradas que hoy ellos hacen de la realidad resultan lineales, casi superficiales y dirigidas en general a disimular, antes que a
admitir, sus propios errores. Están a la defensiva, desde que el caso Skansa saltó a las tapas de los diarios como la punta del
iceberg de todo lo que llegó después (Miceli, Picolotti, Garré, Moreno) y desde que el frío demostró que la improvisación en el área
energética era una realidad. Pero mucho más, desde que el caso INDEC dejó al oficialismo al borde del gran papelón.

En todo este tirabuzón de final incierto se ha metido el presidente Kirchner en persona, imposibilitado de salirse de él por su propia
personalidad y porque se la pasó edificando durante cuatro años el papel de ser quien da las buenas noticias y, a la vez, de ser quien
acusa a los malos de la película. El Presidente no sólo habló de modo imprudente de la “cristalinidad” del cuestionado INDEC, sino
que, con tono de teoría conspirativa, salió a vapulear en la semana a un par de fondos de inversión alemanes que vendieron bonos
argentinos en medio de la corrida. De paso, hizo caer en la volteada a media docena de bancos internacionales que sólo cumplieron con
las órdenes que les dieron sus clientes, bancos a los que exculpó luego, aunque el efecto-paladín de la justicia ya había sido
logrado.

En la exposición comunicacional seguramente está calculado el impacto positivo que estas apariciones tienen en mucha gente aún cuando
se cometan errores, como el de transmitir que los tenedores de bonos ganan dinero si hay inflación, la que se estaría tratando de
subir a las nubes, se asegura, con un propósito especulativo o hasta desestabilizador.

La explicación, que seguramente el Presidente conoce porque es un hombre ducho en inversiones, es que más allá de que el CER por el
que se ajustan los títulos públicos es un coeficiente atado a los precios que sirve para resguardar el poder adquisitivo, por lo que
en pesos no hay ganancias, en todo caso, esos tenedores han ganado mucho dinero en dólares (y no todo lo que podían haber recogido, es
verdad, si el INDEC midiera bien), pero no por el CER sino por el seguro de cambio que se les estaba dando con la política del dólar
atornillado en $ 3,10 situación que se intentó corregir, aunque con ruido, en medio de la complicada situación financiera
internacional de la semana.

Argumentos parecidos había usado la senadora Cristina Fernández de Kirchner en España, cuando un par de días antes había señalado que
cada punto que subiera el Indice de Precios le costaba al Tesoro 421 millones de dólares más, lo que para muchos resultó una
explicación oportunista y alejada de las especulaciones que se hacen sobre el propósito gubernamental de mantener planchados los
índices únicamente por motivaciones electorales.

Otro brote de defensa de la senadora, lo tuvo Kirchner cuando apestilló a los empresarios españoles que le pidieron a Cristina por las
tarifas en Madrid. Uno de ellos, el titular del Banco BBVA, Francisco González le habría preguntado, nada galante y fuera de tono, si
como esposa del Presidente ella “tenía ideas propias”, lo que desató el operativo despegue del resto de los hombres de negocios, más
afectos al PSOE gobernante que el banquero, un cuadro de la interna del PP español, quienes dieron a conocer un segundo documento tras
los palazos presidenciales.

Ese viaje a España, que fue el primer periplo internacional post lanzamiento, le trajo a Cristina algunos dolores de cabeza por encima
de lo que se imaginó como una estadía plena de fotos felices y de discursos alineados con su destino presidencial. Una grave táctica
fue la falta de diálogo con la prensa argentina, a la que se le pide sumisión siempre y se la ningunea invariablemente, mientras que
los reportajes que concedió la candidata a los medios españoles fueron, al menos, complacientes.

Más allá de la falta de foto con el Rey Juan Carlos, que debe atribuirse con razón a las vacaciones de la familia real, otro desliz
fue la imagen que sus asesores hicieron circular por el mundo con el centenario escritor español Francisco Ayala de quien, los que
conocen sus escritos de la época en la que vivió en la Argentina (1945-1950), se animan a tildarlo sin dudas de “gorila”, por sus
apreciaciones de entonces sobre Juan Perón y sobre sus calificativos poco felices sobre la misma Eva Perón, a la que Cristina
homenajeó en Berazategui un par de días después.

Sin embargo, hubo un detalle que el Gobierno, siempre apegado a los encontronazos de cuerpo a cuerpo, pasó por alto. En los dos
comunicados de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOP), el primero tras el famoso almuerzo con Cristina y el
segundo, tras el mote de “incorregibles” que les propinó Kirchner el jueves, se insistió sobre la imperiosa necesidad de que la
Argentina se abra al mundo.

En ambos documentos, los hombres de negocios solicitaron que se haga prosperar “un modelo de crecimiento económico y social moderno,
competitivo y plenamente integrado en la economía global”, pero en el primero se había insistido además, por vía indirecta y como
ejemplo, en el mismo sentido: “una de las grandes transformaciones registradas en el mundo empresarial español ha sido el fuerte
proceso de internacionalización, que ha convertido a la economía española en una de las más abiertas del mundo”, se escribió como
mensaje.

Tampoco la foto con la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, quien llegará a la Argentina el 7 de setiembre en el marco de
una gira por seis países, fue del todo afortunada para la senadora Kirchner, ya que la encargada de América latina, después de las
sonrisas de protocolo, hizo declaraciones públicas solidarizándose con los pedidos de los empresarios, algo que una fuente diplomática
española calificó de “muy natural”, al tiempo que señalaba que la gira fue “muy positiva”, sobre todo por la relación estríctamente
política, a la que calificó “de primer orden”.

Nadie en el gobierno argentino hizo comentarios sobre aquellas declaraciones, como tampoco los hubo sobre un agregado insidioso al
perfil descriptivo de la Argentina que hizo el martes pasado el Departamento de Estado de los Estados Unidos en su página web: “La
continuación de los atrasos argentinos en relación a los acreedores internacionales (incluyendo más de U$S 20 mil millones en reclamos
por parte de tenedores internacionales y más de U$S 6 mil millones que se deben a acreedores oficiales, incluyendo el Gobierno
estadounidense). más un número grande de reclamos de arbitraje por empresas extranjeras que permanecen pendientes. pueden afectar
desfavorablemente el clima de la inversión de la Argentina”.

Sobre llovido, mojado. Mientras los bonistas vendían títulos a mata caballo, la advertencia española y la anotación nada ingenua de
los EE.UU. marcan además un sendero difícil para el financiamiento de la Argentina, ya que los mercados internacionales seguirán
cerrados. Ante los problemas fiscales que se manifiestan en un incremento del gasto de 50 por ciento en el año, que durante el último
mes derivó en un resultado financiero negativo de $ 150 millones después del pago de intereses, según Banco Santander Río, es más que
lógico entonces que Cristina haya defendido a Hugo Chávez en España

admin
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