Kirchner contra la prensa, una batalla que podría dirimirse con mayor apertura informativa

De Domingo a Domingo, la Columna Política de Hugo
Grimaldi*


Julio Nudler fue un gran
periodista. Calibraba su sentir como ciudadano y sus evaluaciones como profesional con la sencillez y el amor por lo intelectual que
mamó desde la cuna y con la experiencia de años y años caminando por las redacciones. Riguroso y ácido, así lo exponía en sus notas,
generalmente referidas a la economía, sobre todo en aquellas más que brillantes que publicó durante su última etapa en Página/12, un
diario concebido casi a la medida de su pensamiento. Una conjunción casi perfecta de ideología y de tratamiento profesional de la
noticia.
Un cáncer se lo llevó hace casi un año, aunque él ya estaba muerto interiormente y se decía ?proscripto? desde que su medio, por
necesidades editoriales, le había impedido publicar -en octubre de 2004- una investigación firmada que aludía a miembros de este
Gobierno.
Nadie en el poder se espantó entonces por la suerte de Nudler, en la misma medida en que, ahora, el Presidente y su esposa se
espantan porque los periodistas de otro diario calificado por el propio Gobierno como ?de oposición? (La Nación), siguen las líneas
editoriales que les vienen impuestas ?desde arriba?. Es el mismo principio que la nueva dirección de Canal 7 le aplicará a Víctor Hugo
Morales y a su programa ?Desayuno?, quienes en unos días más dejarán de salir al aire por el canal oficial, después de seis años de
permanencia.
Estas contradicciones que hacen a las preferencias mediáticas del matrimonio presidencial no son nada al lado de las contradicciones
de fondo que expresó la senadora Cristina Fernández de Kirchner en los dos discursos, sucesivos y extensos, que pronunció en la semana
en la Cámara Alta, sin querer ni siquiera mencionar sus posturas anteriores, diametralmente opuestas, en relación a institucionalizar
los llamados superpoderes o al tiempo de vigencia de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU).
En el primer caso, la actual senadora había sido una implacable y valiente defensora del rol de asignación de partidas
presupuestarias por parte del Congreso, en sus tiempos de diputada, aún cuando aquellas facultades del Ejecutivo se planteaban
entonces como transitorias. En la cuestión DNU, ella misma había propuesto en un proyecto que los decretos presidenciales tuvieran una
validez de 60 días y que luego cayeran si el Congreso no los ratificaba. Ahora, defendió su vigencia permanente, hasta que el
Legislativo se oponga.
Ambas leyes en conjunto, son visualizadas por la oposición como un cheque en blanco al Poder Ejecutivo y además como un certificado
de defunción del Congreso. A través de la senadora Kirchner, el oficialismo explicó que ambos proyectos tienen como necesidad darle
dinamismo a la gestión (superpoderes) y cumplimentar además un mandato constitucional de reglamentar los DNU, en dos discursos durante
la semana que pasó en los que ella se mostró muy dura con el rol de la prensa, además de emprenderla con nombre y apellido contra
periodistas del diario La Nación.
?Miren si un periodista va a escribir algo que esté en contra de lo que piensa el dueño, ¿se imaginan ustedes??, señaló al día
siguiente el presidente Kirchner con sorna y mirada cómplice, en un discurso en la Casa Rosada frente a un auditorio que,
adulonamente, lo aplaudió a rabiar.
Lo que resulta seguro es que, de aquí en más (tal como pasa a diario en muchos otros y variados temas), tampoco se oirá desde el
Gobierno ninguna voz discordante hacia tal razonamiento, ya que (al igual que ocurre en todos los medios del mundo) no hay quien se
atreva a enmendarle públicamente la plana al Presidente y, sobre todo, a la senadora. El temor al rayo resulta demasiado fuerte, por
más que algunos de los partidarios de ambos en la puja interna por la sucesión para 2007 se empeñen en mandarse sutiles mensajes a
través de los medios, aunque se supone que a espaldas de los dos interesados.
Sin embargo, en este juego discursivo donde se enmarca la ofensiva contra los medios no afines hay un elemento más a señalar, más
que importante para desentrañar la preocupación del poder por las críticas periodísticas. Se trata de la permanente vocación -y así ha
quedado en claro tras esas intervenciones de la senadora Kirchner- por cambiar el eje de la discusión, por evitar lo importante
mostrando lo accesorio, por hacer únicamente discursos basados en descalificaciones y prontuarios y por mostrar todas las situaciones
ante la opinión pública como si fuera un juego entre ?buenos? y ?malos?.
Sin oposición visible y con la UCR desgajándose a instancias del Gobierno, con Roberto Lavagna madurando su futuro, Mauricio Macri
deshojando la margarita y el ARI en disolución, una parte del periodismo ha pasado a ser el puchingball que ahora reemplaza al Fondo
Monetario o al neoliberalismo maldito de los 90.
Lo que no se dice desde el Gobierno (o quizás se desconozca) en materia de relación con la prensa es que, en la mitad de ese
espectro maniqueo, también existe una mayoritaria cantidad de periodistas que hacen lo posible por despojarse de sus propios
prejuicios o aún que prefieren no tomar partido, que conocen las reglas de juego de escuchar todas las campanas, de chequear la
información y de contrachequearla con una tercera fuente, que leen, se capacitan y se informan antes de evaluar y analizar.
Lamentablemente, estos profesionales -independientes o en relación de dependencia con los medios- se han quedado afuera del juego
por la propia mecánica de puertas clausuradas que ha impuesto el propio Gobierno en todas sus áreas, sin posibilidades de preguntar,
ni de repreguntar, ni de hacer lo que el Presidente con razón ha pedido que se haga: ?que se investigue más?.
En este punto, vale también decir que el segundo discurso de la senadora Kirchner dejó helados a quienes la escuchaban, ya que acusó
a la prensa de ?censurar? los actos de gobierno, por no reflejar todos sus dichos. Más allá de las limitaciones de espacio, que a
veces los regímenes autoritarios creen que se arregla con la reglamentación del abusivo descargo llamado ?derecho a réplica?, la
Primera Dama y los periodistas tienen el mismo problema y está en la mano del propio Gobierno arreglarlo.
Si se organizaran verdaderas conferencias de prensa abiertas y plurales para transparentar los actos de gobierno o se concedieran
reportajes que permitan desentrañar el pensamiento de los protagonistas, probablemente habría menos malos entendidos y los ciudadanos
podrían saber de qué se trata.
De esta manera, la gente podría conocer por qué se firmaron dos actas para que el Estado ingrese en Aerolíneas Argentinas o cuáles
son las cláusulas definitivas del convenio por el gas boliviano o si a Chile se le recortará el volumen más allá de aumentarle el
precio o qué implica la Alianza Estratégica con Venezuela y cuántos países se sumarán finalmente al Banco del Sud. O por qué la
encuesta que refiere a la futura Ley de Educación tiene sus respuestas inducidas.
Y también saber si a las empresas a las que se les está solicitando sus estructuras de costos es para llevar a la larga la
autorización de aumentos de precios o para desalentarlas, por miedo a que esos datos trasciendan a la competencia, mientras no queda
claro si el Gobierno es conciente de que las calidades de los productos se deterioran y si sabe que las PYME que no pueden compensar
las pérdidas con otros productos la están pasando muy mal, lo que podría provocar una nueva concentración en el mercado.
Esta mayor transparencia informativa podría comenzar a zanjar los entredichos y hasta el propio Presidente debería propiciarla hasta
por su propia conveniencia de imagen, ya que no le fue nada mal hace un par de semanas en Madrid, cuando por razones que marcó el
protocolo español debió responderle a la prensa, que no sólo no lo mordió sino que hasta le permitió lucirse.
Pero además, en el discurso del viernes, cuando expresó que el periodismo ?le da pena?, Kirchner puso el dedo en la llaga sobre una
de las grandes preocupaciones que tiene la profesión periodística hoy en día.
?Hay poca calidad intelectual, en serio?, señaló el Presidente. La mención no deja de tener razón y es parte de la preocupación
diaria de los periodistas, ya que a los medios se han ido sumando muchos profesionales preparados, es verdad, pero también otros que
salen de las universidades con mínimo cariño por el rigor periodístico, que no saben de la pasión por la noticia y que poseen una
incapacidad manifiesta para cuestionar. Algunos ni siquiera adquieren allí el hábito de leer los diarios.
Es verdad, entonces, que en nombre del show y de las urgencias del rating, esa nueva raza de entrevistadores superficiales y
seudodivertidos, se han transformado en verdaderos agentes de la desinformación. Pero lo triste es que más de una vez se ha visto a
los miembros del Gobierno prestarse de buen gusto a sus requerimientos, sabedores que diciendo algo por esos micrófonos no harán
ningún aporte al esclarecimiento de ningún tema, pero también que no recibirán ninguna pregunta comprometida.

* Por gentileza de Hugo E.Grimaldi, director periodístico de la Agencia DyN (Diarios y Noticias, de la Argentina), reproducimos su
columna De Domingo a Domingo, correspondiente al domingo 09 de julio de 2006.

Cada fin de semana esta columna aparece en medios destacados de la Argentina, como La Gaceta, de Tucumán; la Nueva Provincia, de Bahía
Blanca; La Capital, de Mar del Plata; La Calle, de Concepción de Uruguay o El Diario, de Olavarría.

admin
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