La Cáscara del Progresismo se Rinde Poco a Poco ante la Realidad

De Domingo a Domingo, la Columna Política de Hugo
Grimaldi*


Cada vez que puede, la Argentina tropieza de nuevo con la
misma piedra. Hoy, como antes, los boomerang tirados al aire de modo desaprensivo siguen volviéndose en contra de los dirigentes y
amenazan también a buena parte de la sociedad.
Por estos días, los lanzamientos se suceden en nombre de un cliché marketinero que se ha dado en llamar ?progresismo? para
conformar a los ideólogos, pero ya en otros años ocurrió lo mismo con los espejitos de colores de la entrada al Primer Mundo o con el
orden que prometían instaurar los militares o con el FrePaSo o aún con las exageraciones alfonsinistas sobre el poder de la
democracia.
Tal como pasa casi siempre, y hoy es más que evidente por cierta anestesia que la han puesto a la situación probablemente las
mejoras económicas, la gente, con indiferencia, mira pasar los palitos curvos cuando van para allá. Lo que marca la experiencia es
que esa misma gente se indignará, seguramente acicateada por los movileros de la televisión, recién cuando compruebe, a la vuelta del
artefacto, el inevitable chichón en su cabeza y cuando sobrevenga una vez más el desencanto.
En tanto, la dinámica de los hechos va demostrando, paulatinamente, que el espíritu progresista tan de moda hoy -que en su versión
?a la argentina?, y desde las formas exteriores, giró hacia una modalidad casi romántica apegada al pasado- está siendo dejado
paulatinamente de lado por los dirigentes, en nombre de actitudes más conservadoras o si se quiere realistas.
Un claro ejemplo de este cambio de actitud fue la manipulación de la opinión pública que, junto al movimiento punteril que se
desplegó en la Capital Federal, abrieron paso el jueves a sospechas de una movilización poco espontánea a favor de Aníbal Ibarra,
todos ellos métodos habitualmente repudiados por el ibarrismo, por ser parte de la ?vieja política?.
Muchas veces, el Jefe de Gobierno porteño fue criticado, aún desde su propio riñón, por no haber armado durante estos años de
gestión un aparato político que lo sustentara. Se dijo que él mismo no quería construirlo debido a sus principios, en una línea más
que coherente con el electorado porteño. Pues bien, ahora consintió.
Con el agua al cuello y en nombre de la protección democrática de su sillón, Ibarra y sus seguidores reinvindicaron, con la
presencia de dos urnas gigantes colocadas al costado del palco desde donde habló, la importancia manifiesta del acto eleccionario,
como sustento de la legitimidad de su mandato. El contrasentido del mensaje fue que, simultáneamente, se estaban negando los
procedimientos constitucionales que siguieron los legisladores, todos ellos elegidos con votos tan democráticamente puros como los de
Ibarra, papeletas sábana que, paradójicamente, ingresaron en esas mismas urnas que él salió a defender.
Mientras tanto, buena parte de la gente que acudió a la cita, muchas mujeres con chicos y hasta con bebés en brazos o en carritos
que se contaban de a cientos, llegó y se fue en desvencijados ómnibus que colapsaron el tránsito hacia las siete de la tarde, por su
estacionamiento caótico sobre la Avenida 9 de Julio Sur. Pudo observarse allí que muy pocos micros tenían sus chapas colocadas, lo que
hace presumir que la mayoría circulaba sin habilitación, situación que no habla bien del necesario ejemplo a dar por parte de las
autoridades comunales y que la Policía Federal consintió amablemente.
Otro ejemplo del boomerang político es Jorge Busti. El anzuelo de la participación popular, al que demagógicamente apelan algunos
gobernantes en nombre de un asambleísmo que contradice la Constitución Nacional, seguramente para no tener que tomar así decisiones
ingratas, ha dejado fuera de juego al gobernador de Entre Ríos, quien pidió públicamente que se levanten los cortes que él mismo había
prohijado, mientras que desde Gualeguaychú le hicieron un notorio corte de manga.
Ahora, será el gobierno nacional el que, sin pagar damasiados costos políticos, deberá presionar para abrir definitivamente el
canal con el Uruguay que el miércoles pasado, en la Asamblea Legislativa, trazó el presidente de la Nación. Queda menos de una semana
para lograrlo, ya que todo indica que -tejido diplomático mediante- el viernes por la noche, en Santiago, en una mesa que tenderá el
saliente Ricardo Lagos, Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez podrían ponerle la frutilla del postre a la tregua pedida por el mandatario
argentino, algo que sólo aceptarán en el país vecino si se termina con los cortes de puentes en un territorio claramente binacional.
Al día siguiente, frente a 30 jefes de Estado y 53 delegaciones, asumirá la presidencia de Chile la socialista Michelle Bachelet.
En la foto será extraño observar a Condoleezza Rice, la delegada personal de un presidente al que desprecian, de la boca para afuera,
muchos de los asistentes a esa reunión.
La presencia de la jefa del Departamento de Estado en Chile -dicen en Buenos Aires fuentes diplomáticas- será todo un gesto
distintivo para marcar cómo interpreta Washington el futuro de la región, en un país de economía abierta que, además, tiene su propio
tratado de Libre Comercio con los EE.UU. Desde ya que Rice no se privará de diferenciar a Chile de la reticencia del Mercosur y de
marcar las paradojas que hoy muestra la región, por estos días más que olvidada por la administración Bush.
Rice conoce muy bien las diferencias que existen entre varios de los presidentes que se alinearán junto a ella, acomodados todos
bajo el paraguas, también algo remendado, del particular y variopinto progresismo sudamericano.
La poderosa mujer sabe de memoria que en el Cono Sur hoy conviven el populismo y las excentricidades de Hugo Chávez, derivadas de
la chequera fabulosa del petróleo, con la pretensión de liderazgo de Brasil y la necesidad de reelección por parte de Lula, con la
continuidad asombrosa del despegue chileno y con los balbuceos de Evo Morales por acomodarse en el mapa, mientras que los deseos
uruguayos, cada vez menos ocultos de salirse del Mercosur, se ubican frente a la manifiesta ambigüedad entre el discurso y los hechos,
en relación a los Estados Unidos, del presidente Kirchner.
Pero la secretaria también tiene en claro que casi todas las administraciones de cuño de centro-izquierda en la región son más que
prolijas, que las situaciones de descontrol por la deuda se han ido encarrilando y que la región se ha tornado otra vez confiable para
muchos inversores que buscan buenos rendimientos, al ritmo de su protagonismo exportador y de excedentes fiscales inéditos.
Sin embargo, lo inconcebible es, quizás no para Rice sino para los defensores del modelo progresista, que las situaciones de
extrema desigualdad en la distribución del ingreso, con sus manifestaciones de marginación y de pobreza, no terminen de arreglarse en
la región, ni aún en Chile, pese al cambio de paradigma que arrasó ideológicamente con los años noventa. En algunos lugares, hasta se
han profundizado.
El caso argentino, más a la mano, es suficiente ilustración para identificar la poca voluntad de ir a fondo en estas cuestiones,
más allá de la indignación oficial porque las estadísticas no reflejan en mayor o menor medida la acción del Estado. Los políticos
locales no sienten apuro, porque confían en que la ?acción social? les asegurará siempre una masa cautiva de votos entre las clases
más necesitadas, mientras que la sociedad, en cada uno de sus estratos, parece no incomodarse ante la situación, probablemente hasta
que vuelva el boomerang.
El economista Enrique Szewach señalaba hace unos días que la clase alta y la clase media, que se han podido ?independizar? de los
bienes públicos y pagan sus propios servicios de educación, salud y seguridad, son claras beneficiarias de la situación a partir de la
educación universitaria estatal (?que se financia con impuestos que pagan los pobres, el IVA por ejemplo?) y de los subsidios en los
precios de los combustibles, energía, agua, telefonía y transporte. Esta situación ?convierte al gasto público, más que en una
herramienta para mejorar la situación de los pbres, en una forma vergonzozamente regresiva de financiar a los más ricos?, escribía.
En tren de no presionar más contra el bolsillo de los que menos tienen, el Gobierno ha estado empeñado y comprometido, desde hace
unos tres meses, en empujar acuerdos de precios que abarcaron 350 productos, sobre todo aquellos que más inciden en la canasta
familiar. A juzgar por los índices de febrero, el declamado triunfo del 0,4 por ciento, algo más bajo que el 0,5 que anticipó esta
columna que esperaba el Gobierno en la intimidad, mejoró las expectativas, quedó empalidecido por el aumento de la canasta básica, la
misma que consume la gente de pobreza extrema (1,1 por ciento).
Este derrape hizo subir la canasta de la indigencia a 393 pesos y puso bajo la lupa la calidad de los acuerdos firmados,
probablemente otro boomerang que la historia enseña que, si no se los refuerza con medidas monetarias y fiscales, que hoy el Gobierno
se resiste a tomar precísamente en nombre del ?progresismo?, a la corta o la larga, siempre retorna y hace estallar al chichón y a los
gobernantes.

————————————–
* Por gentileza de Hugo E.Grimaldi, director periodístico de la Agencia DyN (Diarios y Noticias, de la Argentina), reproducimos su
columna De Domingo a Domingo, correspondiente al 05 de marzo de 2006.
Cada fin de semana esta columna aparece en medios destacados de la Argentina, como La Gaceta, de Tucumán; la Nueva Provincia, de Bahía
Blanca; La Capital, de Mar del Plata; La Calle, de Concepción de Uruguay o El Diario, de Olavarría.

admin
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