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Casi sin opositores, pero aún falta hacerle un lugar al resto del mundo
La película de estos tiempos de la transición se proyecta en varias pantallas de modo simultáneo y en el reparto estelar aparecen dibujados sus tres protagonistas centrales, Cristina Fernández, Daniel Scioli y Mauricio Macri, pero también un director hegemónico, Néstor Kirchner.
En tres de esos blancos telones se observa con claridad que la política, la economía y el Acuerdo Social resultan los capítulos excluyentes, enlazados por la voluntad oficial de hacer más equitativa la distribución del ingreso, aunque en las sombras se visualiza un cuarto, más que preocupante, porque allí se están proyectando imágenes oscuras e impredecibles que hoy se abaten, multiplicadas, sobre la sociedad.
En este rubro, hay un elemento central que viene de larga data y que ya no se discute, ni aún desde las estadísticas: la inseguridad. Y en esta materia, lo que más sensibiliza es que ya no se trata del desborde inacabable de violaciones, secuestros o asesinatos, que a diario y a la vuelta de cada esquina alcanza por igual a todos los ciudadanos sin distinción de clase o rango, sino la creciente sensación de que se está produciendo entre la gente el preocupante fenómeno de la resignación por acostumbramiento.
Pero colgado a este flagelo se han sumado en los últimos días varios hechos pesados que suman desasosiego. En este rubro, pueden anotarse desde las internas palaciegas, con facturas que van y que vienen y que han incluido en la semana acciones de espionaje de escuchas telefónicas, hasta los asesinatos aún irresueltos de los tres policías platenses; desde la imposición de la ley del más fuerte de las peleas callejeras (camioneros y taxistas versus la Policía, frente a la Legislatura porteña), hasta la manifiesta impunidad de las barras bravas.
A toda esta zozobra colectiva se le agregó también la escalada, hasta ahora dialéctica, de las fuertes posturas ideológicas originadas en el pronunciamiento judicial sobre la responsabilidad que le cupo al ex policía Luis Patti, hace 30 años, en varios casos de secuestros y tormentos, sensación potenciada por la toma de partido que hicieron funcionarios del gobierno nacional.
En forma paralela, y en la pantalla de la política, se observa con mucha claridad como, sin prisa, pero también sin pausa y hasta de modo impiadoso, la estrategia del presidente Kirchner sigue volteando muñecos de a uno en fondo, lo que lo deja cada vez con un manejo más hegemónico de la situación, algo que se notó en la Cámara de Diputados con la votación del Presupuesto 2008, la ley más importante del año, que salió en tiempo récord, casi como una minuta de restaurante, y ya ni siquiera mostrando la ficción de algún discurso encendido, a favor o en contra.
En primer término, el Gobierno se dedicó a pegarle con saña a Elisa Carrió y gozó sobremanera con el desgajamiento del ARI, movimiento que a su vez está triturando a la Coalición Cívica, la alianza que salió segunda en las elecciones de octubre. Luego, y más allá del golpe político a Patti, también aprovechó la desazón casi sin retorno de Ricardo López Murphy y el ostensible abandono del ring que hizo Roberto Lavagna. Ahora, ha salido a jaquear al radicalismo oficial, el último bastión de resistencia antikirchnerista.
Desde el oficialismo se está operando también para condicionar el futuro de dos políticos más jóvenes, llenos de proyectos creativos y de fortaleza para ejecutarlos. Con la llegada de Florencio Randazzo a Interior, Kirchner ya puso un cepo para controlar bien de cerca al gobernador Scioli, a quien tiene agarrado también desde los aportes de fondos nacionales, mientras calibra qué medicina aplicarle a Mauricio Macri, su competidor de mayor fuste si se mira hacia 2009, a quien alternativamente ha estrangulado y soltado para comenzar a disciplinarlo en varias cuestiones que se han sucedido y suceden, en episodios de tira y afloje. En política, no hay casualidades.
Por ejemplo, ya son un clásico los reclamos del macrismo por el traspaso hasta ahora no concretado de la Policía a la Ciudad Autónoma, aunque sin dinero, algo que también se podría redireccionar desde el Ejecutivo con un simple acto administrativo, atento a las facultades que tiene la Jefatura de Gabinete.
Pero al retaceado manejo de la seguridad porteña, esta última semana se le ha agregado a la Capital Federal un sospechoso paro docente de 48 horas, encarado por la CTERA para reclamar aumentos y reivindicaciones, justo a 20 días del cambio de autoridades, en momentos en que los macristas ya habían hecho trascender que tenían en las gateras un ambicioso plan de infraestructura que involucra al área educativa y, además, dinero para financiarlo.
Los proyectos tienen como andamiaje principal la probable aprobación durante la semana de una ley que le proporcionará al nuevo gobierno capacidad de endeudamiento por $ 1.600 millones para que esa suma le permita, entre otras cosas (más mejoras edilicias de hospitales y construcción de viviendas) constituir un Fondo para efectuar arreglos, ampliaciones y construcciones de las escuelas durante el verano, con amplia flexibilidad en licitaciones y contrataciones directas. El detalle está en que ya han dicho que, si la estudian favorable (y les llega un guiño de la Casa Rosada), también la podrían votar a favor los diputados kirchneristas.
Otro punto ostensible del tira y afloje de esmerilamiento al que se lo está sometiendo al nuevo Jefe de Gobierno ha sido el amague de urbanización de las Villas 31 y 31 bis de Retiro, las mismas que él prometió erradicar. En primera instancia, se informó que iba a ponerse en marcha el proyecto a través de un convenio que iban a firmar algunos delegados del asentamiento, un arquitecto de la UBA y dos ONG con el Ente dueño de las tierras del ferrocarril donde está el asentamiento (ONABE). Es más, todos pusieron su rúbrica, incluidas las Madres de Plaza de Mayo, salvo el administrador del ONABE, el kirchnerista Fernando Suárez, por lo cual todo quedó en suspenso desde entonces hasta nuevo aviso, para sofocón de la gente de Macri.
Un punto adicional a la guerra de nervios que se le hace sufrir al macrismo aún antes de asumir, fue la batalla campal ya mencionada frente a la Legislatura, donde taxistas, colectiveros y camioneros efectuaron una grave y sangrienta demostración de fuerza para marcarle el territorio a Macri (y de paso al presidente Kirchner, ya que lo amenazaron con parar el país y lo obligaron a solicitarle una tregua a Hugo Moyano) y evitar la puesta en marcha para los trabajadores de esos gremios de los registros por puntajes.
Ya sea porque Macri lo pensó mejor o porque se lo pidieron del gobierno nacional, lo cierto es que lo lograron, ya que el jueves pasado los sindicalistas celebraron alborozados que el tan interesante proyecto, que al menos representaba un rasgo de creatividad ante la nada del desorden vial actual y sus peligrosas secuelas de todos los días, haya sido pasado para el año próximo.
Justamente, los gremios son parte de la pelìcula que se vé en la tercera pantalla, ya que desde hace varios meses, con Hugo Moyano a la cabeza, han sacado a relucir todos sus tentáculos y han demostrado una vez más que saben jugar en simultáneo, en todos los frentes y con todos los rivales para quedar, además, con tableros casi todos ganadores o al menos con posiciones no comprometidas.
Su obsesión central es la de constituirse en pieza clave del futuro Acuerdo Social, que por estas horas está terminando de tomar cuerpo en la tranquilidad de El Calafate. Sentarse a esa mesa les permitirá el toma y daca que tanto les gusta, aunque no tanto con la contraparte empresaria de la UIA que, si bien vive en un mundo de mordidas sectoriales, como la CGT, no domina tanto la picaresca como los muchachos de la calle Azopardo.
Allí, su interlocutor clave será el Gobierno, ya que para que todo no derrape con pedidos de aumentos que algunos insinúan en 40 por ciento, los gremialistas tienen más de un tema para canjear por beneficios para sus gremios o para las Obras Sociales. El cúmulo de subsidios, fondos especiales o cargos que han obtenido durante estos años es muestra cabal al respecto. Por eso, no extrañó tanto que, en una comida, a Julio De Vido le hayan aplicado la medicina de la alabanza, tras haber conseguido el superministro la posibilidad de mantenerse atornillado al nuevo gabinete. El brindis fue, además, para augurar la permanencia de dos hombres de su equipo, aunque ambos con llegada directa al Presidente: Ricardo Jaime en la secretaría de Transportes, pero sobre todo Guillermo Moreno, en Comercio.
En tanto, mientras corren todas estas vistas en simultáneo, Kirchner intenta armarse desde lo económico para facilitarle el horizonte a su esposa y sucesora, aunque en el guión hay un elemento clave que no domina: el escenario internacional. La situación de precrisis aún no definida que hoy se manifiesta en los mercados debería obligar a la prudencia, un bien que atesora el Presidente desde sus tiempos de gobernador, aunque en los últimos tiempos, por cuestiones electorales, haya mostrado demasiado apego a ponerle combustible a la caldera.
Sin hacer ruido, para 2008 es más que probable que se abandone el paradigma del gasto evolucionando a mayor velocidad que la recaudación y que se consiga así aplacar algo las presiones inflacionarias, que se reencauce el INDEC y que se arregle la deuda con el Club de París, aún con el odiado FMI en las sombras, para atender los pedidos unánimes de todo el mundo. Mundo al que Cristina -tras su acercamiento a Brasil- deberá salir a pedir inversiones para seguir creciendo.
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