La pandemia trajo cambios de hábitos contundentes en los consumidores, principalmente a raíz de estrictas restricciones de movilidad Hubo …
Seguir leyendo //Escribe Silvia Martinica
Si perdonamos Dios nos bendecirá y enviará al cielo, prometen las religiones. Es como pertenecer a una
categoría de seres con mayor capacidad y una garantía, que nos hace sentir más tranquilos con nosotros mismos y también con el
sacerdote. Pero saliendo de la iglesia a la vida, no le encontramos muchos beneficios prácticos.
El perdonar nunca ha tenido muy buena prensa. Existe la creencia de que perdonar es para satisfacción del otro y quizá sintamos que
perdemos algo de poder, dejamos de marcar el límite, que nos falten el respeto, o asumimos de esta forma que el perdonado tuvo razón.
Cuando uno es dañado abre un archivo emocional donde el dolor, la angustia y todas las emociones negativas asociadas son prolijamente
guardados.
La acumulación de rencores, puede terminar en enfermedad y si no hacemos algo para ir quitándolos a medida que aparecen, se irán
atascando.
Las personas desconocemos por lo general, los verdaderos beneficios de perdonar. El perdón posee un poder ?auto-limpiante? que nos
trae consecuencias positivas.
Contrariamente a lo que se cree, es un acto egoísta, porque el beneficio es todo para el que perdona sin importar si la persona
perdonada, se entera o no de lo ocurrido. No significa que a uno le empieza a gustar esa persona y decida compartir más tiempo con
ella.
Al perdonar soltamos emociones negativas y las colocamos fuera de nuestro cuerpo donde ya no nos pueden perjudicar.
Muchas veces vivimos situaciones en las que sentimos que las cosas no están saliendo como nos gustaría y es, en gran medida, porque
no estamos soltando viejos rencores. Los bloqueos se acomodan en nuestro campo electromagnético y complican la interacción natural del
flujo entre el afuera y el adentro, entre lo que emano y lo que recibo. Por lo tanto no obtengo lo que necesito. La danza cósmica en
la que estamos inmersos es un intercambio constante de información. Pero ese movimiento sencillamente es inhibido cuando existe una
pared formada por la falta de perdón que lo frena.
Por eso perdonar es por y para nosotros. Su efecto traerá consecuencias inmediatas en nuestra vida. Es cuestión de liberar las
emociones negativas que nos dañan. Si no lo hacemos nos convertimos en personas amargas, incrédulas, enojadas e infelices. Y también
nos ocasiona sobrepeso, gastritis, hipertensión y ulcera.
Hay que vaciar el cesto de basura, revisando primero cuestiones viejas: temas inconclusos, iras eternas, odios, pero al mismo tiempo
evitar la incorporación de nuevos resentimientos.
Enfocarnos en los errores aumenta el poder del dolor y por consiguiente también crece esa pelota que llamamos bloqueo. Si no
perdonamos, la lección se seguirá repitiendo en nuestra vida a través de distintas manifestaciones.
Si estoy enojada con mi madre porque siempre ha tenido una actitud egoísta conmigo, la cuestión que provocó el dolor, seguirá
repitiéndose con mi amiga, mi jefe, o mi pareja. Solo va a cesar en el momento en que perdone a mi madre. Se logra cuando nos
detenernos a observar y perdonamos al primero de la cadena. De esta forma empiezo a deshacer la madeja con toda la información allí
contenida. Entonces ya no habrá cargas que atraigan situaciones similares.
Quiere decir que cuanto más perdonemos, menos tendremos que perdonar, porque ya no se presentarán estas cuestiones en nuestras vidas.
Por el contrario, las emociones negativas que acompañan al pensamiento de no perdón, aumentan el bloqueo. A veces no resulta fácil
sacarlas afuera ya que en general las emociones demasiado fuertes son sancionadas por nuestro medio y terminamos censurándolas. En una
familia existen ciertas dosis tolerables de violencia, tristeza, enojo y sexualidad, dependiendo de la cultura donde hayamos crecido.
Más allá de esa medida, las emociones son desaprobadas, entonces las guardamos.
Este repliegue emocional logra que nos perdamos los sentimientos positivos. Es una actitud defensiva y se presenta sobre todo cuando
el dolor es muy grande. Se va perdiendo de a poco la capacidad de sentir y nos hacemos duros, nos convertimos en robots. Sólo a medida
que soltamos empezamos a experimentar sensaciones positivas de nuevo.
Cuando perdonamos el milagro sucede inmediatamente, las cosas parecen empezar a funcionar ?inexplicablemente?.
Nos aseguramos que el proceso termina cuando desaparece la sensación de incomodidad.
El perdón a uno mismo es tan importante como perdonar a los demás. Los sentimientos negativos que arrastran el no perdonarse son la
culpa y una baja en la autoestima.
Esta forma correctamente ?indiferente? que tenemos los hombres de vivir, en la que parece que nada nos afecta, suprimiendo las
emociones en pos de la buena educación y la prudencia, nos hace perder sal y pimienta, a la vez que se va armando una dura coraza.
Pero las emociones son parte de la vida y salir a su encuentro nos traerá un mayor crecimiento y la certeza de haber vivido en
plenitud.
* Silvia Martinica dirigee la consultora Wom-Ar
Otros artículos:
La pandemia trajo cambios de hábitos contundentes en los consumidores, principalmente a raíz de estrictas restricciones de movilidad Hubo …
Seguir leyendo //Con la Navidad en puerta, todo el mundo se prepara para el gran día Teniendo en cuenta que las …
Seguir leyendo //Molinos Río de la Plata apoya sus planes de crecimiento y transformación digital con tecnología SAP La reconocida compañía …
Seguir leyendo //La industria del software vivió su jornada de celebración en la 16ta edición de los Premios Sadosky, la iniciativa …
Seguir leyendo //