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Seguir leyendo //En el último siglo, la mayoría de las fortunas que se han hecho en América Latina se basaron en una fórmula sencilla: construya una empresa y véndala cuando el mercado internacional se ´caliente´. Pero las empresas de base tecnológica de la región no han concitado el interés de las multinacionales, por lo que hay que cambiar la estrategia. Ya no hay lugar para que el dinero ingrese y no salga.
En esta columna de opinión, Juan Pablo Cappello, abogado e inversor, explica este fenómeno que ha tenido lugar en América Latina en los últimos años y algunas recomendaciones para las compañías tecnológicas de la región. Esta es su columna:
En Latinoamérica no hemos conseguido todavía desarrollar empresas que atraigan suficiente interés de las multinacionales. Debemos cambiar el foco y crear empresas tecnológicas que resuelvan problemas reales de nuestros consumidores locales y que puedan resultar atractivas a los grupos económicos de la región
Ya sea como inversionistas ángeles, aceleradores o fondos de capital riesgo en fase inicial, cada uno de nosotros vio Playdom/Disney, Groupon y un par de otras multinacionales que adquirieron empresas en fase inicial en América Latina. Asumimos, lógicamente, que éstas serían las primeras de muchas otras con ambiciones mundiales que vendrían a América Latina en la búsqueda de empresas para adquirir.
La apuesta que hicimos era sencilla y parecía razonable, ya que en LatAm, en el último siglo, la mayoría de las fortunas se han hecho y rehecho utilizando una fórmula simple: construya una empresa y véndala a los inversores internacionales cuando el mercado local se “caliente”.
Y así comenzó la revolución de la Web 2.0 en América Latina. Los inversionistas ángeles empezamos a abrir nuestras billeteras. Surgieron aceleradoras de proyectos en toda la región. Actores gubernamentales en Chile, Argentina, Colombia, apoyaron la creación de empresas con dinero en efectivo y oficinas. El dinero de capital de riesgo más institucionalizado como Sequoia, Redpoint Ventures, Tiger Global o Kaszek Ventures, comenzó a llegar en busca de inversiones en toda la región… Fue impresionante. Fue una gran fiesta.
Ahora estamos despertando, tres o cuatro años más tarde, medio dormidos por los efectos de la resaca.
El ecosistema de las fases iniciales en América Latina está cayendo en una crisis. No puede soportar más que el dinero siga entrando y no salga.
Y uno de los grandes motivos por los que las salidas no se han producido es simple: no hemos podido construir empresas que resulten lo suficientemente convincentes como para despertar el interés de las multinacionales.
En lugar de posicionarnos como empresarios empeñados en la innovación disruptiva, nuestro enfoque ha sido, demasiado a menudo, buscar salidas rápidas o encontrar un inversor más para financiar las pérdidas de la empresa, pero perdimos de vista que nuestro objetivo tenía que ser crear empresas grandes y sostenibles que resuelvan problemas de la región.
Es difícil imaginar que en América Latina estemos dispuestos a aceptar una tasa de fracasos como la de Silicon Valley, en particular porque nunca tendremos los mega éxitos como Facebook, LinkedIn, Twitter, Google o Microsoft que los compensen.
Además de esto, tenemos que empezar a crear empresas que puedan ser objetivos de adquisición atractivos para los grupos económicos locales que dominan nuestras economías.
En América Latina existen muy pocas empresas verdaderamente públicas. Prácticamente todas las compañías están dominadas o controladas por un grupo familiar/económico. Muchos de estos grupos se han mantenido al margen del mundo de capital de riesgo, observando con asombro como el dinero iba y venía desde/hacia start ups en los últimos años.
Hay que empezar a involucrar a estos actores económicos locales con buenas ideas, pero también tratando de entender qué buscan, qué necesitan. Será un aprendizaje mutuo.
Tenemos que empezar a darnos cuenta de que las mejores y más probables alternativas para la salidas de nuestras empresas son los grupos económicos locales. Tenemos que involucrar a esos actores económicos. Nuestras empresas tienen que empezar a resolver problemas y ofrecer soluciones a esos grupos.
Los “ancianos” de este negocio hemos esperado casi 10 años, desde la debacle tecnológica del 2000, para que haya un flujo razonable de capital de riesgo en la región. Ahora tenemos una oportunidad única, para esta generación, de crear empresas increíbles y desarrollar un ecosistema sostenible de tecnología e innovación.
Juan Pablo Cappello, chileno, es un conocido abogado y capitalista de riesgo que recientemente fue nombrado uno de los Top 50 Emprendedores por la revista “Business Leader Magazine”.
Juan Pablo es un accionista principal del grupo latinoamericano de Greenberg Traurig, un bufete internacional de 2.000 abogados. Juan Pablo se desempeño como consejero general y director de Patagon.com, que se vendió al Banco Santander por un valor de US$750 millones.
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