Las serpientes de coral, cuya mordedura es venenosa, se encuentran en casi toda la superficie de la Argentina. Sin embargo, la mayor cantidad de accidentes ocurren en las provincias de Santiago del Estero y Misiones, seguidas por Córdoba, San Luis, Salta y Formosa.
(Agencia CyTA-Instituto Leloir)-. Aunque producen menos mordeduras que las yararás y las serpientes de cascabel, las serpientes de coral pueden ocasionar accidentes letales en casi toda la geografía del país. Así lo reveló un estudio publicado en la Revista de Medicina Tropical de San Pablo, que recopiló 46 ataques registrados entre 1979 y 2003 que fueron tratados con suero antiofídico.
“Se encuentran en casi toda la superficie de la Argentina, incluyendo los provincias patagónicas de Neuquén y Río Negro”, indicó a la Agencia CyTA el doctor Adolfo Rafael de Roodt del Laboratorio de Toxinopatología del Centro de Patología Experimental y Aplicada de la Facultad de Medicina de la UBA.
La mayor cantidad de casos, que involucraron sobre todo a trabajadores en áreas rurales, ocurrieron en Santiago del Estero y Misiones, seguidas por Córdoba, San Luis, Salta y Formosa. Otras provincias en las que se reportaron accidentes son Catamarca, San Juan, Neuquén, Santa Fe, Chaco y Corrientes.
Según De Roodt, quien también integra el Área Investigación y Desarrollo INPB-ANLIS “Dr. Carlos G. Malbrán” del Ministerio de Salud de la Nación, los ofidios también pueden escabullirse dentro de equipajes y cargas que las desplazan cientos de kilómetros desde su lugar de origen. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, hubo una mordedura por coral en General Rodríguez, “transportada por accidente en un cajón de vegetales desde una provincia en dónde las corales son parte de la fauna”, señaló De Roodt. “Por suerte, el paciente se trató con antiveneno y se recuperó”.
Las corales, cuyo nombre remite a la coloración rojo brillante de los anillos que rodean su cuerpo, son serpientes muy poco agresivas y tímidas, de hábitos por lo general subterráneos, que solamente morderán si se las manipula. Por otra parte, por el tipo de dentición y el tamaño de su boca, muchas de ellas no alcanzan a inocular sus toxinas.
De todas maneras, cuando se produce el encuentro “cercano” y existe inyección efectiva del veneno, “representa una urgencia médica que debe ser tratada con el antiveneno específico y eventualmente requiere respiración asistida en una unidad de terapia intensiva”, enfatizó De Roodt.
El veneno tiene una acción mayoritariamente neurotóxica y puede llevar a la muerte por parálisis de los músculos intercostales y el diafragma. El antiveneno anticoral (“anti-Micrurus”) es producido desde hace varias décadas por el Ministerio de Salud de la Nación.
Fuente: Agencia CyTA – Instituto Leloir