Aceptáme ¿Acaso no ves que cumplo los dictados de la moda?

Escribe Silvia Martinica


La moda, las tendencias, los modelos, los trend setters, lo ?in? y
lo ?out?, según los términos usados en las revistas, que se repiten cada verano en referencia a los lugares de vacaciones mas
frecuentados.

Si estos artículos se repiten año tras año, debe ser porque hay gente que está preocupada por no quedarse afuera. Quiere saber si
está usando los anteojos que hay que usar, o si comete el terrible error de ponerse un traje de baño que era furor hace dos años, pero
esta temporada es un quemo.

¿Que fenómeno social es este?, que nunca se ha abandonado a través de los años y que poco tiene que ver con una cuestión de comodidad
o de adaptación al medio.

Debe ser la seguridad que provoca el pertenecer, ser parte de la movida social y la necesidad de incluirse en ella. Los adolescentes
son el sector social mas esclavo de estas tendencias y las respetan a rajatabla, porque aun no saben quienes son, necesitan pertenecer
a un grupo para que este se los diga, una especie de espejo en el cual mirarse.

Ellos aun están construyendo su yo social, necesitan con desesperación ser aceptados por quienes ellos consideran referentes.

Se convierten en un ejército uniformado, o en varios ejércitos con distintos uniformes, para ser más exactos. Son como tribus que
adquieren distintos códigos, formas de hablar, bailar y de moverse frente al mundo.

La moda, la vestimenta, la forma en que vivimos, la casa, el pelo, las vacaciones, el colegio de los chicos. Todo eso y mucho más, es
lo que hablará por mí ante los otros. Esto nos afecta en mayor o en menor medida de acuerdo a la seguridad que hayamos adquirido con
los años. Quienes están totalmente pendientes de estos asuntos son los menos firmes y su seguridad tambalea. Son aquellos para los
cuales la mirada del otro es casi definitoria de sus acciones.

Inseguridad, falta de confianza. ¿Cuántas veces nos asalta el temor? ¿Cuántas veces no sabemos si nos da para responder, o si estamos
o no a la altura de las circunstancias?

Desde la pequeña duda hasta el pánico paralizante, podemos pasar por una amplia gama de sensaciones. El espectro es variado en
intensidad, aunque el sabor siempre es el mismo.

Gracias a la inseguridad y a la falta de confianza en uno mismo, muchas actividades tales como el marketing cobran sentido. Hay
argumentos de ventas que no existirían si todos estuviéramos completamente equilibrados y bien plantados. Es decir, en el caso de que
ningún rasgo neurótico rozara nuestras cabezas, cosa bastante poco probable en nuestra sociedad donde la salud o el equilibrio medio
es justamente la neurosis.

Imaginemos que nos pusimos lo primero que encontramos, esos días en los que uno no se siente lindo, no se ve lindo y no está lindo.
Con la cara lavada y con el pelo mal peinado, vamos al supermercado. Si al llegar allí, nos encontramos con la abuelita de un amigo
no pasa nada, porque sabemos que nos mirará con ojitos tiernos y verá parte de su nieto en nosotros. Distinta sería la situación si
nos topamos en la góndola de quesos, con ese atractivo, y eternamente bronceado profesor de tenis. Lo reconozcamos o no, siempre nos
arreglamos un poquito con esmero para ir a verlo y de pronto, nos sorprende así, con esta facha. Ese encuentro nos hace sentir
terribles y nos prometernos arreglarnos para ir al supermercado la próxima vez, por las dudas. Nos gusta gustar. La aceptación de los
demás es importante. Pero esta necesidad tiene un porcentaje muy grande y hasta a veces desmedido en algunos casos.

La estructura social en la que crecimos y vivimos nos marca como debemos vivir, hay sociedades más libres que otras, pero la bajada de
línea siempre existe. En algunas la estructura es tan rígida que no se puede vivir de otra forma que no sea la establecida, porque
aunque uno lo desee es tan difícil lograrlo que es mas fácil mudarse.

Esto lo vi especialmente en algunos barrios suburbanos de los Estados Unidos, en los que viví durante el último verano en casa de
amigos. La vida allá puede parecer más fácil, y es verdad en algunos aspectos. Pero también es cierto que funcionan mejor si uno
adhiere por completo a un determinado estilo de vida. Pero si de pronto uno no se siente a gusto y lo rechaza, la cuestión se
complica. Ya que es la única forma de vida posible que todos comparten, y las cosas están diseñadas para funcionar exclusivamente
dentro de ese ámbito.
Uno queda fuera del molde y la facilidad es un hecho sólo para los que comparten el molde.

Por ejemplo en la alimentación si en ese ámbito yo no acepto consumir comida precocida, y deseo comer lo mas natural posible, o quiero
tener una persona que me ayude en casa con las tareas del hogar. No solo es imposible sino que rompe los moldes y desearlo lo
convierte a uno en un bicho raro.

En situaciones como estas hay que tener valentía y convicción suficiente para poder salir a decir que uno es diferente. Es necesaria
también la perseverancia de sostener la actitud más allá de la adversidad y la complicación.

Es más fácil ser igual a todos. Esto me golpeó muy fuertemente cuando decidí dejar de comer carnes rojas hace algunos años. La gente
no puede entender lo que hago, le provoca cierta inquietud y muchas veces también desagrado. La pregunta de porque lo hacés viene
con la mueca de haberse topado con un ejemplar extraño. A no ser que tuviera una justificación socialmente aceptada, como ser una
enfermedad, o fuera parte de una dieta para mantenerme delgada.

Para ir por fuera del código común establecido, hay que tener seguridad, claridad de objetivos, y creer en uno mismo.

Esto no significa que no nos importen los demás, porque eso sería imprudente e inapropiado, pero si es conveniente que los deseos y
convicciones propios sean independientes del pensamiento de los otros.

Las personas que no están seguras de sí habitualmente anteponen los deseos de los demás y están pendientes de complacerlos.

Cuando hacemos cosas sólo por ser aceptados por los otros, existen dos posibilidades. Que la gente lo apruebe o lo desapruebe, y si
hacemos lo que nos parece existen dos posibilidades, que la gente lo apruebe o lo desapruebe.

Si el resultado es el mismo: ¿Por qué voy a dejar entonces de hacer lo que deseo y de la forma en que me place hacerlo?

Entre todas las configuraciones que culturalmente llevamos, una es la del temor al egoísmo. Sentimos que somos egoístas si hacemos lo
que verdaderamente y desde nuestro interior tenemos ganas de hacer. Tenemos miedo de no ser considerados buenas personas. En el fondo
esto es lo que resuena en nuestra cabeza a la hora de pensar en lo que queremos, por eso tenemos tantos miramientos para llevar
nuestros deseos a la a la acción.

Es difícil en este medio dominado por patrones impuestos desde afuera, y necesidades que no responden a cuestiones meramente
naturales, distinguir que es verdaderamente nuestro. Cual es el deseo proveniente desde el interior. Ya que se confunde y se mezcla
con contenidos prestados.

Sin embargo esta cuestión es inevitable, está en nosotros evaluar cada situación y no perdernos de vista completamente. Porque sólo
atendiendo a los deseos del alma estaremos plenamente satisfechos, de lo contrario la búsqueda será interminable además de
infructuosa.

* Silvia Martinica dirige la consultora en comunicaciones Wom-Ar

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