¿Es el plagio la mejor forma (ilegal) de alabanza?

Internet se ha convertido en una gran red social de colaboración: allí se dialoga, se interactúa, socializamos y compartimos. La web permite el acceso a múltiples contenidos que, sin su existencia, quizá jamás tendríamos a nuestro alcance; pero también es el propio espacio de creación, manifestación y difusión de contenidos propios.

Pero, ¿Cómo actuar cuando nuestras producciones son copiadas por otros individuos?, ¿Acaso Internet habilita el plagio bajo el imperativo de la “viralización”?

Silvina Moschini, experta en comunicaciones y tecnologías de Internet, relata cómo enfrentó ella misma situaciones de plagio hacia sus producciones, y aboga por el reconocimiento de los autores y creativos dentro de la web. Esta es su columna:

Los contenidos son uno de los pilares básicos de la red social. En una web cada vez más abierta y diversificada, generar material que llame la atención de los usuarios es un desafío complejo y fascinante. El deseo de cualquier navegante que publica sus producciones en la web es que se viralicen. Que sean tomadas por otros usuarios y reproducidas, multiplicando de esta manera su audiencia hasta niveles que pueden ser insospechados. Este es uno de los fenómenos que ha disparado las herramientas de socialización online, y es una de las razones principales por las que a muchos nos seducen estas plataformas.

Como sabemos, Twitter es una de las herramientas preferidas para la socialización online, para promover los contenidos y generar ese mágico efecto multiplicador que producen los ambientes de sociabilidad web. Fue justamente a través de esa plataforma que me enteré de que dos de los posts que publiqué en el blog de Intuic habían sido reproducidos por Grupo Ecualink, una agencia ecuatoriana que ofrece servicios de Community Management. Se trataba de nuestro anteúltimo post, que advierte sobre los peligros de intentar amordazar a las redes sociales, y de una entrada anterior referida a herramientas preferidas para freelancers. Pero los comentarios, que rápidamente se reprodujeron en mi perfil deTwitter, criticaban duramente a Ecualink y expresaban su solidaridad conmigo, ya que las entradas fueron publicadas sin citar la fuente. En pocas palabras, nuestros artículos habían sido plagiados.

Los que trabajamos en el mundo de Internet desde hace muchos años tenemos una profunda conciencia de lo que significó la irrupción de la web para la distribución de contenidos. De pronto, podíamos acceder a un volumen casi infinito de información, en la mayoría de los casos de forma gratuita. Teníamos en la punta de nuestros dedos diarios y portales de noticias de todo el mundo, artículos, papers, libros. Hoy esto es algo absolutamente natural, pero a mediados de la década del ‘90 significaba un verdadero salto evolutivo. Años después, con la llegada de los blogs y el nacimiento de la web 2.0, esa maravillosa capacidad se expandió aún más. A partir de ese momento no sólo podíamos leer a los medios tradicionales, también a usuarios de a pie que expresaban sus opiniones de forma abierta, y teníamos la posibilidad de subir a la web nuestros propios contenidos con una facilidad asombrosa.

Como dije anteriormente, uno de los pilares de esta nueva etapa de la web social está constituido por los contenidos, generados con esfuerzo y dedicación por escritores, bloggers, periodistas profesionales o por simples usuarios. El otro sostén fundamental está dado por la participación de los navegantes, que pueden comentar, difundir, reproducir, viralizar, modificando de forma radical el paradigma comunicacional de los medios masivos. Y no hay nada que produzca más orgullo a un blogger que ver sus expresiones reproducidas a través de Internet, darse cuenta  de que otros usuarios se sienten identificados con lo que dice y piensa.

Difundir un artículo ajeno a través de Internet es una forma de retribuir de algún modo al autor. Es una de las matrices que conforman el sostén de la web social, una red donde el protagonismo principal lo tienen los usuarios, y donde la comunidad online puede generar un reconocimiento colectivo basado en el mérito. Porque, al fin de cuentas, si un contenido se viraliza online, esto es una forma de reconocer su calidad. De ese modo, la web social adquiere su verdadera dimensión de plataforma multiplicadora y enriquecedora de la comunicación. Pero para que esta retribución sea efectiva, debe hacerse citando correctamente la fuente de los contenidos. De lo contrario, el sistema de reconocimiento se ve desbaratado.

Cuando caí en la cuenta de que nuestros artículos habían sido plagiados no sentí enojo, de hecho, pensé que se había tratado de un error involuntario. Además, como explico en el mismo título de este artículo, me pregunté si el plagio no sería una forma (ilegal) de alabanza. Pero debo confesar que el suceso tampoco me hizo feliz. En la web social, la posibilidad de reconocer a los productores de contenidos, de dialogar con ellos, interactuar, socializar y compartir, son algunos de los conceptos que nos hacen amar a estos nuevos medios y nos impulsan a trabajar en ellos. Todos estos valores forman parte del espíritu que anida detrás de la sociabilidad online. Un espíritu que impulsa a compartir el conocimiento, que aboga por promover la participación, pero que también se asienta en la valoración de los méritos. En la gran red global de colaboración en la que vivimos actualmente, compartir artículos generados por otros usuarios es algo que muchos de nosotros hacemos diariamente. Y quienes formamos parte de esa red sabemos que es halagador que nuestros contenidos se repliquen, pero también somos conscientes de que, para que el potencial de la web social se despliegue de forma real, es imprescindible que los autores obtengan el reconocimiento que les corresponde.

Perfil Profesional de Silvina Moschini

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Epifanio Blanco
23 agosto, 2011

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