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Seguir leyendo //Durante enero el Centro Cultural de la Ciencia (C3) ofreció un taller integral de robótica, programación, Makey-Makey, stop motion e impresión 3D para chicos. La iniciativa, a cargo de Chicos.net, se desarrolló durante cuatro encuentros donde chicos y chicas de 8 a 12 años jugaron a desarrollar robots con circuitos eléctricos, videojuegos, convertir objetos en creaciones animadas, filmar un corto de principio a fin y diseñar objetos con volumen, siempre acompañados por un equipo de facilitadores multidisciplinario que guió de cerca el proceso creativo de cada uno.
Es un hecho, los chicos quieren-pueden-aprenden (en ese orden) a programar. La play, las ganas de crear sus propios videojuegos o robots fueron las primeras aproximaciones en el “mundo programación”. Así lo contaron en primera persona algunos de los 60 chicos que participaron del taller “Verano de Inventos”, en el espacio maker del Centro Cultural de la Ciencia (C3).
“Ponele alas y que sea rojo”, insistía Lautaro en la mesa de trabajo de impresión 3D mientras Martín le explicaba cómo hacer un dragón usando el programa 3D Builder, que permite diseñar objetos desde cero e imprimirlos en 3D. Los encuentros anteriores sus compañeros habían desarrollado en el programa Tinkercad, laberintos, silbatos, la pelota de Quidditch de Harry Potter y personajes del videojuego de terror, Five Nights at Freddy’s.
En la estación de programación, los chicos concentrados en sus computadoras desarrollaban videojuegos con el programa Scratch; moviendo bloques construían personajes, historias, creaban escenarios. Nacho reversionaba el videojuego de arcade Space Invader; uno más allá con gorra creaba una carrera de autos con obstáculos y otro simulaba el Pokémon GO. En la mesa de robótica, los más grandes del taller manipulaban placas arduino para crear robots con movimiento.
Por su parte, en la mesa de stop motion, grupitos de chicos creaban sus propias producciones combinando botones, espirales de cuaderno, cintas, cartón corrugado, brillantina, cierres, palitos de helado para luego, cámara en mano registrar todo cuadro por cuadro. “Una cosa es la capacidad del ojo humano y otra lo que percibe”, repetía Jime mientras los ayudaba a manejar el trípode y entender lo que se vería luego. El resultado fue una animación (con música incidental incluida) más genial que la otra y aplausos en la sala.
En la mesa de trabajo Makey-Makey (su nombre “make key”, convertir en tecla), Sofía y Lautaro trabajaban sobre una guitarra en cartón corrugado y papel de aluminio para después darle vida con la placa de circuito Makey-Makey, que conectando pinzas de cocodrilo y cables USB convierte cualquier cosa en un mouse o una tecla. Algo así como mezclar tecnología con cosas que hay en casa aunque con un único requisito, que sean conductores de electricidad como esponjas de virulana, papel de aluminio, bananas y berenjenas porque las frutas y verduras tienen agua. “¡Como el cuerpo humano!”, gritaría un chico en el fondo.
Un taller para irse con la alegría de aprender algo nuevo y la satisfacción de resolver problemas.
Fuente: C3
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