Un rompecabezas con muchas contradicciones que no se sabe si afectará a
Cristina
Escribe Hugo Grimaldi*
El ?Washington Post?, diario experimentado en poner en primera plana las debilidades de los gobiernos -y de terminar con ellos por sus
mentiras- publicó el viernes el título que mejor precisa el singular affaire de la valija venezolana repleta de billetes que llegó el
fin de semana anterior al Aeroparque, en un avión fletado por el gobierno argentino: ?El puzzle de los 800 mil dólares?.
El término ?puzzle?, en su versión criolla, significa ?rompecabezas? y esto mismo es el caso, un rompecabezas de intrincada solución
en lo institucional, lo judicial y lo político que se complica minuto a minuto. De allí, que cada intento de armado deja menos margen
para poner por delante el consabido principio de presunción de inocencia.
Lo cierto es que el caso se infló a medida que pasaron los días y la imaginación popular comenzó a acuñar diferentes destinos para
la o las valijas que pudieron haber llegado esa fatídica noche desde el aeropuerto de Maiquetía: lavado de dinero, financiamiento
chavista a organizaciones locales, coimas a funcionarios, regalos para la campaña, etc.
La temperatura no solamente subió por estos dimes y diretes probablemente azuzados por la oposición, sino también por las
operaciones cruzadas de los servicios de inteligencia de varios países que no hicieron otra cosa que embarrar la cancha, habida cuenta
las derivaciones diplomáticas del episodio. Pero como el principal motorizador de todo el desaguisado hay que contabilizar también las
contradicciones del propio Gobierno, las sospechas de manipulación de la Justicia y hasta las peleas internas, no sólo en estamentos
inferiores, sino en la cúpula misma del poder.
Allí, Cristina de Kirchner acaba de verificar que tiene los contrapesos más fuertes en el propio Gobierno, antes que en la
oposición. Su hermetismo impide saber si ella cree que todo lo que ha sucedido durante los últimos días es parte de una conspiración
de los sectores internos que hasta último momento resistieron su nominación, si su esposo está rodeado de ineptos o si los que se
irían con el cambio que ella propone se han desbocado en su ambición.
Nadie ha desmentido tampoco su presunta reacción de furia en Olivos en la noche del miércoles (folclóricamente se habla de vasos
estrellados) y si eso ha tenido que ver con el bombardeo de versiones que involucran a la única mujer que viajaba en el avión con un
espinoso asunto ?de polleras?.
En cuanto a las contradicciones que dificultan el armado del rompecabezas hay muchas, pero ninguna tan notoria como la tipificación
del delito de Guido Antonini Wilson, el venezolano que llegó, pescaron y huyó de la Argentina, tras dejar abandonada aquí la mitad del
dinero que aún es suyo. Dicen en Caracas que el misterioso personaje es parte de la llamada ?boliburguesía? (burguesía bolivariana) de
ese país, una suerte de empresario paraestatal amigo del hijo del presidente de la petrolera PDVSA, quien también viajó en el avión.
Primero, se encuadró su accionar como una simple infracción aduanera al Régimen de Equipaje, ya que el pasajero traía sin declarar
más de 10 mil dólares en billetes, suma que permite la Ley (por eso se lo dejó ir y se le retuvo la multa), aunque luego la fiscal
María Luz Rivas Diez opinó que estaba incurso en ?tentativa de contrabando?.
La delgada línea que define la categoría del delito es el ánimo de eludir la acción de la Justicia y eso se manifiesta en el engaño
o en el ocultamiento, en este caso del dinero. Pues bien, los dos aduaneros que lo revisaron y los dos agentes de la Policía de
Seguridad Aeroportuaria (PSA) coincidieron en que Antonini había cometido una simple infracción y así lo escribieron en el Acta (?sin
ocultamiento?) y se lo comunicaron al Juzgado de Turno, recién al día siguiente, después del mediodía, cuando se logró encontrar a la
secretaria del mismo.
Pero cuando el venezolano bajó del avión y le pidieron la maleta, el hombre dijo que adentro había ?papelitos y libros? y trató de
no abrirla. Tanto es así que la agente de la PSA, María Luján Telpuk debió ?ordenarle? que facilitara el procedimiento. Luego, con los
fajos a la vista, el viajero señaló que había un monto menor al finalmente detectado. Quien ha contado por radio estas intimidades del
operativo, que describen el ánimo de Antonini por ocultar la situación, ha sido nada menos que el jefe de la PSA, Marcelo Saín.
Gente ducha en materia aduanera opina que es natural que alguien que se sabe en infracción se niegue a abrir el equipaje y no
necesariamente con ánimo de contrabando, por lo que se tiene cierta consideración y se tipifica ?prima facie? el hecho como un delito
menor, pero el relato de Saín y el de los agentes intervinientes fue lo que le dio pie a la fiscal para cambiar la carátula judicial,
algo que hasta el viernes, en medio de las sospechas que provocó la excusación de la jueza y de todas las desprolijidades que se
sucedieron, aún no le había sido comunicado a la Aduana, la que seguía adelante con el sumario anterior.
Todo estas idas y vueltas y sobre todo las historias que cuentan los funcionarios pública y privadamente para ensalzar a una de las
partes intervinientes, hay que enmarcarlas también en otra notoria interna que se está dando a sangre y fuego entre la Aduana y la
PSA, desde el momento en que Saín intentó privatizar los servicios aeroportuarios y la Aduana le ofreció agentes propios para que el
control siguiera bajo la órbita estatal, para que no quede en manos de terceros.
En ese momento, Saín salió a pedirle a la Aduana que no se metiera en el tema y el titular de esa dependencia, Rodolfo Etchegaray
lo cruzó públicamente. Esta última semana, un informe televisivo sobre desmanejos en Ezeiza, adjudicado a esa interna, volvió a
caldear la temperatura entre ambas dependencias oficiales, en medio del escándalo de la valija.
En realidad, con las declaraciones que hizo para ganar laureles para la PSA, Saín no sólo contribuyó a complicar más la madeja
judicial, sino que sus palabras destruyeron de un solo golpe la credibilidad de los argumentos del Comunicado de Enarsa, la compañía
petrolera del estado argentino, que por primera vez sale del cascarón y se muestra públicamente (ni siquiera tiene una página en
Internet), para blanquear que fue ella y no otra dependencia oficial la que alquiló el avión de la discordia.
El Comunicado, que pretende tener un tono objetivo de relato (?se ajusta a la más estricta verdad?), y sin que sea de su
competencia, intenta cubrir, al revés de lo que cuenta Saín, dos veces el proceder del viajero: ?5. ?uno de los pasajeros venezolanos
apellidado Antonini Wilson reconoció ser su propietario y sin poner reparo alguno accedió a que se revise su contenido; 6. que al
observarse que en el interior de la maleta inspeccionada existía dinero, el personal? labró el acta pertinente y secuestró el dinero
en la inteligencia de que los hechos descriptos podrían constituir una infracción al “Régimen de Equipaje” previsto en el Código
Aduanero; 7. que todo ello ocurrió sin que medie reparo alguno de parte del señor Antonini Wilson?.
Ni siquiera por tantas contradicciones a nadie se le ha cruzado en el Gobierno que el titular de Enarsa, Exequiel Espinosa pasajero
del avión y responsable asumido de la contratación, tenga también que dar un paso al costado, al menos por haber permitido que otro
funcionario haya manejado cosas de su competencia. Al contrario, Espinosa acompañó al presidente Kirchner a Tarija (Bolivia), donde se
manifestó en toda su dimensión la discusión con Hugo Chávez, para que el venezolano no se despegue tanto del asunto que involucró a
funcionarios de la petrolera de su país.
En esta historia no hay que dejar de considerar el cumplimiento a rajatabla del Manual de la Hermandad entre los Pueblos, por lo que
el aventón fatal habría que adjudicárselo no tanto ya a la gauchada rioplatense del ?vénganse que los llevo?, sino a esta premisa
central de los nuevos tiempos bolivarianos, la misma que suelen exaltar ambos presidentes.
El haber pronunciado esa frase, que junto a ciertos desplantes, abuso de autoridad y groserías que habría protagonizado en el
Aeroparque hasta irritar por demás a los agentes aduaneros, parece haber sido lo que le costó el puesto al desplazado funcionario del
Organo de Concesiones Viales y virtual jefe de la delegación, Claudio Uberti.
Desde lo económico, el motivo por el cual se decidió permitir al quinteto venezolano subir a la aeronave para trasladarse a Buenos
Aires no deja de ser interesante, ya que resultó una buena manera de optimizar el costo de cada asiento. En su viaje de ida, el chiste
le había costado a los contribuyentes argentinos 15 mil dólares por pasajero.
En cuanto al costado netamente electoral, a dos meses y medio del recambio presidencial, la principal incógnita que desvela a los
analistas es saber si el tema, que se suma a lista de los casos Skanska, Miceli, Picolotti y Garré y a la manipulación de los números
del INDEC, todos ellos con sus correspondientes derivaciones judiciales, tendrá repercusiones en octubre y si es verdad que al
Gobierno no le entran las balas y que la candidatura de Cristina Fernández no ha sufrido mella.
El politólogo Sergio Berenstein cree que ?no gran cosa?, porque buena parte de la población descuenta la corrupción y hoy sus
preocupaciones materiales son más importantes que las exigencias institucionales: ?la demanda de transparencia se centra en sectores
medios y medios-altos que no son votantes justicialistas, por lo cual allí no hay sangría. En cuanto a los sectores que dependen de
las dádivas del Estado, la corrupción es una especie de impuesto que están dispuesto a pagar para no perderlas?, grafica.
La oposición, desde ya, cree que el desgaste dejará finalmente al Frente para la Victoria con menos de los 40 puntos que necesita la
sen