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Buenos Aires requiere imperiosamente una solución a la
contaminación
Hernán Emilio Tacca afirma que los conocimientos que produce
en su ámbito de investigación, en particular su propuesta de utilizar autobuses híbridos para el transporte público, permitirían
reducir la contaminación ambiental y usar más racionalmente la energía.
Se graduó en la UBA, realizó su maestría (D.E.A.) en la Universidad de Ciencias y Tecnologías de Lille, Francia, donde presentó su
tesis doctoral y realizó un segundo doctorado en Ingeniería en la UBA. Los resultados de sus investigaciones lo hicieron merecedor del
primer premio en la primera edición del premio Nuevas Ingenierías que otorga la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica en
conjunto con el Centro Argentino de Ingenieros.
Es profesor asociado y dirige el Laboratorio de Control de Accionamientos, Tracción y Potencia, dependiente del Departamento de
Electrónica en la Facultad de Ingeniería de la UBA. Sus principales áreas de interés son la electrónica de potencia, la
instrumentación electrónica para ingeniería eléctrica y los sistemas de alimentación de emergencia.
Bruno Geller y Florencia Mangiapane, de la Agencia CyTA, del Instituto Leloir, mantuvieron este diálogo con Hernán Emilio Tacca:
-¿Qué lo motivó a estudiar Ingeniería Electromecánica?
Desde los siete años planeaba ser ingeniero mecánico pero a partir de los once empezó a interesarme la electrónica. Por lo que veo en
algunos dibujos de mi infancia, tenía obsesión por las naves espaciales y los autos. Me gustaba mucho dibujar, mi madre era profesora
de Bellas Artes. Tal vez, el hecho de que los hermanos de mi madre fuesen ingenieros explica mi vocación, pero no estoy seguro de eso.
Mi padre es profesor de literatura y mi hermana es antropóloga. Yo soy un poco la oveja negra de la familia directa. Mi abuelo era
maestro carpintero de escuela pública en Santa Fe. Yo vivía en el Chaco, mi padre me transmitió algunos conocimientos de mi abuelo y
recuerdo que al igual que él en su infancia, yo hacía mis propios juguetes con madera y hojalata.
-Cuéntenos sobre la época durante la cual se formó en la Facultad
Estudiaba y trabajaba al mismo tiempo. Si bien eso significó alargar la carrera, fue una ventaja porque el trabajo me permitía saber
qué conocimientos adquiridos en la universidad me serían más útiles y productivos para después desempeñarme como ingeniero. En el ?73
ingresé en la Universidad Tecnológica en Resistencia, Chaco, donde no impartían Electrónica, con la idea de cambiarme a la regional de
la UTN de Buenos Aires, pero debido a que era una época muy convulsionada por problemas políticos, prácticamente no había clases,
entonces pasé a la UBA que también tenía sus problemas, pero parecía más ordenada. Después cerró la Universidad por varios meses, por
lo tanto los trámites de equivalencia se paralizaron. Tiempo después vino el golpe del ´76 y las autoridades designadas por el
gobierno militar decidieron hacer un cambio de planes de estudio, que resultó ser bastante absurdo y antipedagógico. A partir de la
democracia el programa de estudios mejoró notablemente, aunque aún tenga falencias que corregir. El plan de estudios ?86, que sigue
vigente, fue una reforma positiva e importante, volvió a introducir las materias optativas y logró una flexibilidad que permite al
plan actualizarse periódicamente y en forma continua.
-¿Qué sucedió al terminar la carrera?
Me tocó una época muy difícil del país. Cuando terminé la carrera finalizó la pasantía que tenía como estudiante en una empresa
petrolera. Estuve más de medio año desocupado, era la época de la crisis económica que había empezado en el ?81, como producto de la
política económica de Martínez de Hoz. La industria electrónica prácticamente había desaparecido, todo se importaba, absolutamente
todo. Casi no había quedado industria electrónica, es decir, que no había fuentes de trabajo. Finalmente conseguí uno, no
estrictamente como ingeniero, en una empresa muy pequeña dedicada a instrumentación para energía eléctrica, que en su momento había
llegado a tener 50 o 60 empleados, pero que después de la crisis había quedado muy reducida. Como se fue el técnico terminé
reemplazándolo y trabajé ahí un año. Estar solo y tener que hacerme cargo de ?apagar incendios?, me hizo aprender mucho, de mala
manera, pero aprendí muchísimo. La empresa hacía instrumentos digitales. En Argentina, pese a las dificultades, todavía se diseñaban y
se fabricaban instrumentos digitales, y allí muchas veces me tocó concebir un instrumento digital nuevo.
-¿Y qué pasó después?
Decidí renunciar porque quería hacer investigación y empecé en el ´83 con una beca del CONICET. En la época en que hubo mucha
inflación durante el gobierno de Alfonsín, la beca no se pagaba regularmente, se cobraba dos o tres meses después, además no ajustaban
el monto por la inflación. Yo había comprado un departamento y con la beca no podía pagar la cuota del banco, así que me vi obligado a
renunciar. Volví a la industria, en donde trabajé hasta que vino la crisis terminal de Alfonsín. En esa crisis me despidieron, porque
sobraban ingenieros y ya no se vendía nada, y me pagaron la indemnización. Entonces decidí irme a Francia a cursar una maestría en la
Universidad de Lille.
-¿Por qué fue a la Universidad de Lille?
Motivado por la presencia del profesor Guy Séguier que dirigía el Laboratorio de Electrónica de Potencia de dicha Universidad. Lo
había conocido por vía epistolar tiempo antes, porque mientras diseñaba instrumentos en la industria teníamos siempre problemas con
las fuentes de alimentación, sobre todo con los convertidores de tensión continua para generar otros tipos de tensiones; se quemaban y
no encontrábamos gente que nos asesorase. Por esa razón, empecé a estudiar por mi cuenta y encontré un libro escrito por este profesor
en donde el tema estaba tratado más cuantitativamente. Porque había muchos libros descriptivos, pero no con ecuaciones y rigor.
-Es decir, ese estudio comenzó por una necesidad y se convirtió en vocación.
Así es, leí sus libros, surgieron dudas e incluso encontré algunas erratas que compartí con el profesor Séguier. Me contestó muy
amablemente, me mandó bibliografía y me dijo que con gusto seguiría en contacto. Intenté conseguir una beca pero no fue posible ya que
las instituciones eran recientes en los comienzos de la democracia y todavía no había tantos convenios entre Francia y Argentina.
Tenía algunas publicaciones, me postulé para hacer la maestría en la Universidad de Lille y pagué todo los costos. Pasé un ciclo
lectivo encerrado en la Ciudad Universitaria porque con lo que costaba un café afuera pagaba el restaurante universitario, así que
conocí poco de Francia, pero me vino bien porque estuve estudiando. Como en aquel tiempo en Lille no había maestría en electrónica de
potencia me inscribí en los cursos de la que correspondía a hiperfrecuencias e hice simultáneamente algunos cursos de electrónica de
potencia. Al terminar la maestría en hiperfrecuencias, paralelamente dejé encarada la tesis de doctorado en electrónica de potencia.
-¿Qué son las hiperfrecuencias?
La electrónica en la especialidad de frecuencias altas, por ejemplo microondas y bandas como UHF de frecuencia elevada. En electrónica
las técnicas cambian cuando el rango de frecuencia cambia, y la electrónica de las frecuencias altas es muy distinta a la de las
bajas. Al mismo tiempo presenté el plan de trabajo para hacer el doctorado en electrónica de potencia, las aplicaciones de la
electrónica al procesamiento de la potencia eléctrica, que en la Universidad de Lille dependía del Departamento de Electrotecnia.
-¿Su inquietud surgió a partir de los problemas que no podía solucionar?
Mi inquietud personal era la de los instrumentos digitales, y tuve que aprender algo de electrónica de potencia porque teníamos
problemas relacionados con ese tema en la industria donde trabajé.
-¿Qué hizo cuando terminó la maestría?
Volví a la Argentina, porque no tenía dinero para seguir el doctorado, pero en la Universidad de Lille me dejaron las puertas abiertas
para redactar la monografía de la tesis y volver después, para pulir la presentación y defenderla. Cuando llegué a Argentina, se
acababa de crear el doctorado de Ingeniería en la UBA, así que me inscribí, postulé a unas becas que me posibilitaron hacer una tesis
en la UBA y al mismo tiempo me dediqué a terminar la que estaba pendiente en Francia. Hice dos tesis doctorales, porque eran dos o
ninguna. Afortunadamente, gracias al Ing. Luis F. Rocha tuve un lugar de trabajo en el Instituto de Ingeniería Biomédica. En el ?92
volví a Francia como investigador temporario y docente, defendí la tesis y me quedé unos meses más para terminar el contrato, que
incluía horas de enseñanza.
-¿Qué tema abordó en la tesis francesa?
Trabajé en lo que entonces eran nuevos tipos de convertidores, los convertidores cuasi-resonantes, que se consideraban una forma de
solucionar muchos problemas que tenían los convertidores clásicos. Hoy en día se siguen utilizando: no fue la solución a todos los
problemas, pero resolvió algunos.
-¿Y en la tesis argentina?
En la Argentina trabajé en otro tipo de convertidores de potencia. Los resultados de esta tesis fueron más importantes, porque dieron
lugar a dos publicaciones. Ambos trabajos eran complementarios, por esta razón en el ?98 gané el primer premio de la primera edición
del premio Nuevas Ingenierías que otorga la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, en conjunto con el Centro Argentino de
Ingenieros. Un premio destinado a estudios que proponen enfoques originales en nuevas tecnologías.
-¿Para qué sirven los convertidores estáticos de energía eléctrica por los que ganó ese premio?
Se utilizan en fuentes de alimentación, toman energía de la red y la convierten en tensión o modifican otros parámetros eléctricos,
pero son básicamente fuentes de alimentación de otros equipos.
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