MARINELLI, CICARÉ e INVAP recibieron la Medalla de Oro, mención en Diseño Industrial y Mención en Buenas Prácticas Agrícolas …
Seguir leyendo //(Por gentileza -que agradecemos- del periodista Daniel E. Arias reproducimos en Portinos esta columna que escribió para el portal AgendAr).- En septiembre de este año la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) estaría por fin lanzando al espacio el satélite SAOCOM-1A, de observación por medio de radar en banda L de suelos, aguas y vegetación, así como prevención y gestión de catástrofes.
El Satélite Argentino de Observación Con Microondas –SAOCOM-1A-, por lejos el satélite más importante y ambicioso de la CONAE, debió haberse iniciado y terminado en 5 años, pero se demoró 20. Eso pasó porque es técnicamente endiablado, pero también por un presupuesto que bajó con cuentagotas y una construcción que fue puro “stop and go”. De haber estado disponible en 2003, como se planificaba en 1998, podría haber evitado la inundación de Santa Fe capital, que costó más de 160 muertos y centenares de millones de dólares.
La CONAE apuesta a que le dejen terminar el segundo SAOCOM, el 1B, en sólo 2 años. Ambos volarían en constelación con otros 4 satélites-radar en banda X, los Cosmo-SkyMed de la Agenzia Spaziale Italiana (ASI). Dentro de la complejidad de los satélites-radar SAR, o “de apertura sintética”, los Cosmo italianos han sido más fáciles de diseñar y construir. Pero pese a ello y a un presupuesto de lujo, la ASI sólo empezó su parte de la constelación en 2007 y la completó en 2017. Un radar espacial de banda X no necesita de una antena enorme y de altísima potencia eléctrica, uno en banda L, sí.
Salvo Japón, ningún otro país quiso meterse en semejante camisa de once varas. La agencia espacial japonesa JAXA ya va por su segundo satélite-radar en banda L, el Alos o Daichii II, y su éxito se mide en que cada vez se les encuentra más aplicaciones, y no son sólo civiles. El primer Alos, por ejemplo, detectó un inminente deslave (desmoronamiento de tierra por acción del agua) y permitió evacuar a tiempo una pequeña ciudad japonesa de montaña antes que la tapara el barro. El segundo hace tareas parecidas, pero además monitorea la navegación china y norcoreana en aguas militarmente “calientes”: una nave chica podrá evadirlo, pero el Alos II detecta su estela.
El premio que le dará el SAOCOM a la Argentina será un mapa del agua en tiempo real casi único en el planeta, como sólo lo tienen los japoneses. Agua sobre tierra, como lluvia caída o la cambiante altura de lagos, ríos y mares, pero también debajo de la misma: el radar en banda L argentino, con ondas de 23 cm., puede hurgar hasta 2 metros bajo suelos blandos y medir la profundidad de las napas.
Este dato, la carga real de agua en el suelo, su disponibilidad para las raíces de los cultivos, permite predecir rindes de cosecha, pero también inundaciones y sequías de campos y ciudades meses antes que sean disparadas por ocurrencias más imprevisibles, como lluvias persistentes, o su desaparición intempestiva, como sucedió desde la primavera de 2017. Puede indicar “sembremos ya”, o “nada de sembrar”. “Cosechemos en fecha” o “Hagámoslo ahora, porque en un mes las plantas se marchitan”. o “Ahora es cuándo, porque el mes que viene máquinas se entierran en el barro”. Los SAOCOM pueden mejorar la rentabilidad promedio de todos los productores, pero a la hora de perder, especialmente para los chicos y medianos, podrían dar la diferencia entre perder un poco o perderlo todo.
En Tucumán o Córdoba Capital serían capaces de predecir un verano con “stress hídrico” para la población y cuantificarlo. En Comodoro Rivadavia, dar alertas de deslave de laderas. Ése es el lado tremendamente atractivo de la CONAE, “el sello Conrado Varotto”: esa mezcla de practicidad y audacia. También es su debilidad. Si los gobiernos no acompañan, los satélites quedan a medio construir.
El SAC-C, lanzado en 2000, primer gran satélite agropecuario de la CONAE. Excedió casi 3 veces su vida útil de diseño.
A la CONAE raramente se le da plata en serio. Eso se ha repetido a lo largo de las presidencias del Dr. Carlos Menem y del Dr. Fernando De la Rúa. Este último ni siquiera asistió al lanzamiento del SAC-C, nuestro primer satélite 100% agropecuario, en 2000. Los propios Néstor y Cristina Kirchner no apuraron el SAOCOM. Y eso es paradojal: pusieron plata en el sistema científico-tecnológico como no se veía desde las épocas del primer gobierno del general Juan D. Perón, o el del Dr. Arturo Frondizi.
CFK, que elevó la Secretaría de Ciencia y Tecnología a rango de Ministerio (el MinCyT) y le imprimió su mayor expansión de recursos humanos y materiales desde 1961, no terminó de entender a la CONAE: probablemente la vio como una agencia “cientificista”, pero se perdió su rol de tractor tecnológico, que siempre empujó al país hacia tecnologías de punta.
A la CONAE, CFK le permitió, eso sí, terminar rápido el SAC-D Aquarius, una misión conjunta dedicada a oceanografía básica a escala planetaria. Eso venía fogoneado “desde afuera” por la NASA, que puso el sensor principal y el lanzamiento. Pero no pasó lo mismo con los SAOCOM, mucho más necesarios en el “tierra adentro” agropecuario y urbano argentinos. Y por lo que nos muestra hoy la JAXA (Japan Aerospace Exploration Agency), también servirían para el control del Mar Argentino.
El SAOCOM en vuelo tendrá el aspecto que se ve arriba. La antena emite con tanta potencia que, para no descargar sus baterías, el satélite sólo puede obtener imágenes de radar durante 10 minutos por órbita.
Cada órbita dura 88 minutos en los cuales el aparato pasa sobre ambos polos de la Tierra con una desviación de unos 8º, lo que le permite ir “barriendo” sistemáticamente toda la superficie terrestre con esa mirada que atraviesa las nubes más gruesas y tormentosas, e incluso el suelo, indiferente al día o la noche.
Aunque inicialmente se pensaron los SAOCOM para prevención y monitoreo de catástrofes, sus imágenes –que se venderán- serán de evidente valor en todo país agropecuario, además del nuestro: Brasil, los EE. UU., Canadá, Ucrania, Rusia, China son un mercado importante de venta de imágenes. Como miembros únicos del SIASGE (Sistema Ítalo Argentino de Gestión de Emergencias), Argentina e Italia compartirán gratis los resultados de superponer imágenes de radar L con imágenes X. Esto puede darnos una ventaja de mercado sobre Japón, que viene vendiendo imágenes L desde 2006.
Como pasa a veces con herramientas conceptualmente nuevas, se ignoran los límites de diagnóstico de esta “doble mirada”. El combo X + L permitirá, por ejemplo, detectar y medir una inundación tapada por un bosque, como las típicas del “Igapó” Amazónico, pero no es imposible que termine siendo una solución en busca de problemas, con decenas de aplicaciones que hoy no son imaginables. La JAXA descubrió, por ejemplo, que el Alos-Dachi 2 es un altímetro tan perfecto que le permite detectar mínimas deformaciones de terreno en zonas volcánicas. Algunas pueden ser previas a una erupción de tipo pliniana, o explosiva. Nos vendrá muy bien tener ese monitoreo de los volcanes andinopatagónicos, que cada tanto nos dan una mala sorpresa.
Otro dato sobre el radar SAOCOM: es de “apertura sintética” (SAR), lo que en criollo común significa que mientras el satélite empieza a recorrer la Argentina de Norte a Sur a las 06:12 de la mañana, el haz barre la superficie en velocísimos arcos que miden de 20 a 350 km. de Este a Oeste, decenas de veces por segundo. Y hace eso sin que la antena se mueva en absoluto. Debido a las temperaturas extremas, las piezas móviles en el espacio se rompen fácil, y el Automóvil Club Argentino no envía auxilio mecánico a 620 kilómetros de altura, al menos todavía. Esta antena debe dudar 5 años y medio.
Las imágenes SAR son 3D, indican volumen y “sombra” como las mejores aerofotográficas. Al provenir en el caso SAOCOM de ondas de 23 cm., sólo muestran objetos iguales o mayores de 10 metros, información militarmente no demasiado útil. Pero si la CONAE pudo hacer un SAR espacial tan desmesurado, ¿no le sería muchísimo más sencillo a su contratista principal, INVAP, construir aparatos de antena fija mucho más reducidos y de menor consumo? Sí, y no necesariamente espaciales.
La imagen de arriba las generó un Cosmo-Skymed italiano y muestra el crucero Costa Concordia, escorado y semihundido en 2012 en los arrecifes de la isla mediterránea de Giglio. Esa vista casi fotográfica se obtuvo con microondas X de 2,3 cm., sin importar que fuera de día o noche, ni la meteorología. El 25% del trabajo de los Cosmo es militar, y aunque somos socios de constelación, parte de la información que genera el componente italiano no se comparte con la CONAE porque no pertenece no a la ASI, sino al Ministero della Difesa: Zitti-zitti, in confidenza e sottovoce. Capisce?
Si el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) de La Plata pudo diseñarle al SAOCOM esa antena enorme, las empresas de tecnología dual de este país están en condiciones de hacer radares incomparablemente menores en bandas de microondas cortas o muy cortas la X, la K, la Ku y la Ka, para vigilancia aérea e incluso para guiado de drones y misiles, capaces de detectar, seguir, “fotografiar” o derribar objetivos menores a un metro.
En radarística y con el SAOCOM, lector, la Argentina hizo el equivalente de empezar a aprender montañismo escalando el Everest. Todo otro desafío posterior ha sido menor. Ahora Ud. acaba de entender que la tecnología SAR es DUAL, de usos civiles y militares, y quizás hasta tenga sospechas de por qué el SAOCOM se demoró tanto.
No descarto las conspiraciones, pero tampoco la evidente y crónica bobera del sistema político argentino, incapaz de descifrar el tremendo poder de tracción que le imprimió la CONAE a la tecnología local, en particular a la de INVAP y a sus decenas de empresas subcontratistas.
Y sin embargo hoy verificamos que los 21 radares de control de tránsito aéreo civil INKAN, repartidos desde Salta hasta Ushuaia no son de Raytheon o Thompson: son de INVAP, el constructor principal de la CONAE, a pedido de la Administración Nacional de Aeronáutica Civil (ANAC).
También hay 5 radares militares RPA o 3D en Pirané, Las Lomitas e Ingeniero Juárez (Formosa), San Pedro (Misiones), Mercedes (Corrientes) y en Merlo (Provincia de Buenos Aires) y se planifica otro para Santiago del Estero. Enormes, de 30 toneladas. También, todos de INVAP. Pedidos en su momento por el Ministerio de Defensa.
Los RPA militares son muy portátiles: se compactan “como Transformers” y viajan en aviones Hércules o en camión, plegados en las dimensiones de un container común de 20 pies. Se despliegan en un par de horas, tienen un alcance de 480 km. y están llenos de contramedidas que –como me aclararon en INVAP- me harían ir preso por sólo preguntar por ellas. Hay también una versión de 200 km. de alcance que puede viajar en una 4X4 y suele andar por Tartagal, Salta. Forman parte del Escudo Norte, como parte de la lucha contra el narcotráfico aéreo. Deberían ser más
A diferencia de las rutas aerocomerciales, ya totalmente radarizadas, el blindaje electrónico de Argentina contra vuelos mafiosos u hostiles se fue parando en 2016. El nuevo MinDef dejó “en el freezer” los radares RPA 8 de Corrientes, 9 de Entre Ríos, 10 de Punta Rasa y 11 de Bahía Blanca (Prov. de Buenos Aires), así como el 12 de Neuquén Capital y el 13 de Santa Cruz. Es una de las causas por las que el Escudo Norte tiene agujeros y por las que carecemos de todo control radarístico del Mar Argentino. Y no es por falta de pesca ilegal.
También hay 10 radares meteorológicos RAM en banda C, “made by INVAP”, pedidos por el SINARAME (Sistema Nacional de Radares Meteorológicos), una red que debía haber llegado en 2017 a 20 unidades. De las 10 construidas, 4 siguen desde 2016 en un galpón de Bariloche. No se han desplegado (o pagado). Y no por falta de tormentas.
Cantidad de PyMES argentinas (como INVAP y sus decenas de proveedores) prosperaron en esta breve primavera radarística argenta, así como también institutos universitarios como el IAR. Ningún país de la región, incluido Brasil, tiene semejante panoplia de radares de tecnología totalmente propia. Sumando científicos, ingenieros y técnicos, se formaron centenares de especialistas. Deberíamos estar exportando radares: países tan distintos como Bolivia y Croacia mostraron interés en los RAM y los INKAN.
Pero hemos dejado de comprar los que fabricamos, algo infalible si de espantar clientes se trata. Aunque son buenos, se rompen poco, se pagan en pesos y vienen con service y repuestos locales. Nuevamente, es difícil decidir las cuotapartes de conspiración, fundamentalismo antiestado o simple estupidez.
La verdad es que el estado nacional, salvo intercurrencia de lanzamiento de satélite en campaña electoral, no registra a la CONAE excepto como una masturbación académica.
Lejos de ello, la CONAE ha sido y es un semillero de aplicaciones y de empresas de tecnología. Como prueba, queda esa nutrida y por ahora interrumpida progenie de 37 radares terrestres, algunos de ellos muy complejos. Pero los padres verdaderos de esta estirpe, los dos SAR espaciales de los SAOCOM 1A y 1B, a fecha de hoy siguen en tierra en la sala de integración de INVAP. Hasta Septiembre de este año, no se habrán usado jamás.
Abajo puede ver una foto de un Cosmo-Skymed en vuelo. Su ojo entrenado, oh lector, ya vio que los italianos la tuvieron mucho más fácil que nosotros: la antena SAR es minúscula, comparada con la del SAOCOM. Y en revancha, las placas fotovoltaicas son mucho mayores: entre que el satélite de los socios itálicos consume menos y genera más potencia, está más tiempo activo. Y sólo pesa 1,7 toneladas, en lugar de 3 como el SAOCOM.
Si la CONAE eligió la banda L en la constelación con los ítalos no es por su amor por lo difícil sino porque después de 1982 no hay tecnología dual que logre progresar durante algún gobierno en Argentina sin que el siguiente la congele o destruya, especialmente si muestra visos de éxito. La CONAE apostó deliberadamente a radares de una longitud de onda que en los ’90 carecía de relevancia militar pero nos volvía un oferente monopólico en aplicaciones civiles, algo que pasó inadvertido a los ojos de muchas y muy distintas presidencias. Nuestro país rara vez se pierde la oportunidad de perderse una oportunidad.
En el caso del SAOCOM, lo que se logró es que la “plataforma de servicios” del satélite se volviera obsoleta. Si hoy la quisiéramos vender a otros países, o aprovecharla nosotros para montarle otras “cargas útiles”, como sensores ópticos, infrarrojos o radarísticos en otras bandas, tendríamos que empezar desde cero: muchos de los componentes críticos en electrónica “rad-hard” ya no se fabrican. Para la misma potencia en antena pero usando modernas baterías de ion de litio, en lugar de níquel cadmio, se ahorraría tanto peso que se podría multiplicar el área de captación fotovoltaica, aumentar el tiempo operativo y aún así tener un satélite de la mitad de peso. En 20 años cambia todo.
Lo raro de esta historia son dos cosas: aunque “nacerán viejos”, los SAOCOM son conceptualmente tan audaces que mientras operen en constelación con los Cosmo italianos nos darán un nicho de mercado vedado a las potencias espaciales, Japón incluido. La Argentina los necesitará, pero también otros países. La otra cosa rara de los SAOCOM es su vasta progenie radarística terrestre, civil y militar.
La CONAE siempre nos abrió puertas.
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