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De Domingo a Domingo, la columna política de Hugo
Grimaldi*
Los temas son casi los mismos, pero los estados de ánimo, diferentes. En
medio de crecientes tironeos ideológicos de Palacio, Néstor Kirchner pone por estos días en la balanza de los logros, aquellos
obtenidos hacia adentro y hacia fuera del peronismo en cuestiones de construcción y dominio del andamiaje político, al tiempo que se
muestra eufórico en materia económica, aunque condicionado en el discurso por los indicadores sociales.
En este aspecto, el Presidente enarbola como estandartes de victoria los empinados índices de crecimiento que lo acompañaron
durante toda la gestión bajo su modelo y, estrategia de acuerdos de precios mediante, el probable quiebre de la inercia inflacionaria,
que se daría en febrero.
Desde las preocupaciones más profundas, en el otro platillo, hoy la Casa Rosada parece estar jugando peligrosamente con los
tiempos en la escalada del conflicto con Uruguay, mientras Kirchner se encuentra tironeado en su fuero íntimo por el aún irresuelto
episodio de Las Heras, donde fue alevosamente asesinado un policía, casi como la contracara de las muertes de los piqueteros Kosteki y
Santillán, mientras la lentitud de la investigación judicial se torna exasperante.
La puja de conciencia se da porque algunos ideólogos a su alrededor tratan de convencer al Presidente que lo de Las Heras fue
apenas un episodio de ?locura colectiva?, que habría que entender hasta por la geografìa del lugar. Quieren decirle, en el fondo, que
murió nada más que un policía. Por otro lado, están las lágrimas de los vecinos de su provincia que le piden ?justicia? y así lo vivió
Kirchner, mano a mano y en la calle, en Río Gallegos el jueves. Todo un dilema interior.
Pero no solamente en esta cuestión tan delicada, sino también en cada uno de los análisis que se hacen en el entorno presidencial
se cuelan por estos días, y cada vez con mayor asiduidad, voces de hondo desprecio, pero a la vez de preocupación, por el eventual
?avance de la derecha? y, sobre todo, se baja línea sobre la necesidad de combatir como un cruzado contra ese tipo de pensamiento.
Es verdad que los ?nostálgicos del noventismo? no pierden oportunidad para marcar errores, aunque poco aportan en materia de
soluciones, pero aún están devaluados y dispersos. Probablemente, aún no encuentran el discurso para hablar de la construcción de vías
alternativas, ya sea por la culpa que puedan sentir o porque la sociedad no está preparada todavía para escucharlos. Tampoco la
?izquierda? intelectual, ni por supuesto la combativa, se quedan atrás para criticar, aunque estas manifestaciones no parecen
preocuparle tanto a algunos ideólogos del Gobierno, como las otras.
De allí que los anuncios económicos de la semana hayan tenido un trasfondo amargo, pese al cuidadoso ?tachín-tachín? que se le
impimió a su difusión. Es notorio que la economía crece, pero también que la desigualdad se va transformando en algo estructural, con
diferencias entre 25 y 30 veces entre los que más y los que menos ganan. Para un gobierno progresista éste es, sin dudas, un motivo de
alta preocupación.
Si se observa una fotografía de la pirámide de la economía argentina y se la compara con otra de fin de 1997, la actual supera a
la anterior en 13,2 por ciento, es cierto, pero la base se ha ensanchado irremediablemente, por el derrape de las capas medias que
apenas pueden volver a remontar vuelo, mientras las bajas se sienten algo mejor por una mayor seguridad en el empleo y los excluidos
siguen proablemente igual. También el ingreso por habitante subió un poco (2,7 por ciento) y pasó de 8.021 pesos/dólares al año a $
8.235, pese a que se sumaron más de 2,7 millones de personas al promedio, lo que es otro mérito de la recuperación.
Pero más allá del estrago que generó la devaluación sobre los ingresos, la sensación es que el importante crecimiento de 9,1 por
ciento -y el acumulado de los tres años previos- no es percibido por el grueso de la población. Para ello, no es menor seguir la
evolución del salario, donde se observa con claridad que la recuperación no fue para todos igual. Los aumentos impactaron
positivamente en el sector formal (los sueldos crecieron 25 por ciento promedio contra una inflación de 12,3 pct), pero apenas se
consiguió un empate en el informal, con sectores sin mejoras como los empleados del Estado y los jubilados que ganan más de $ 1.000.
Por el lado del otro karma, el de la inflación, todo el Gobierno cruza los dedos y dicen en Economía que la estrategia es, casi
como una cábala presidencial, no menear los índices antes de tiempo para mostrar el logro de febrero en todo su esplendor. ?Estará
debajo de 1 por ciento?, enmascaran, aunque confidencian que sueñan con la mitad, un porcentaje que estacionalmente puede conseguirse.
La idea es adjudicarle el mérito del quiebre de las expectativas a los acuerdos de precios, para refregárselo por las narices a
los críticos ?de la derecha? y sobre todo reforzar la imagen de Néstor Kirchner ante la opinión pública, la de un Presidente que no se
achica aunque haya que pelear contra los ?insaciables? empresarios por el precio del papel higiénico.
En materia de noticias alentadoras, y como sustento del crecimiento del año pasado, algunos analistas señalaron que mejoraron
significativamente los niveles de inversión, aunque no su calidad, centrados esencialmente en dólares salidos del colchón de los
locales y en la industria de la construcción. Igualmente es poco. Estudiosos de las cifras del Indec señalan que la inversión se
ubicará apenas por arriba de 20 puntos del Producto, de los cuales una cuarta parte de ella reflejará la creciente inversión pública
de 2005, en tanto que el nivel de ahorro privado, calculan, habría llegado a 18 %, tres puntos por encima de la inversión privada,
mientras que el consumo habría superado 50 pct del PIB.
Para desactivar los reparos por la falta de inversión externa o aún por sus problemas cualitativos, Economía respondió el viernes
difundiendo un paper sin membrete del Centro de Estudios para la Producción (CEP) que depende de la secretaría de Industria, donde se
afirma que la inversión creció 30 por ciento, durante 2005. El mismo tiene un título ambiguo que generó la sobreestimación
periodística, aunque en su texto se aclara que sólo se trata de ?tendencias? de comportamiento empresario. El problema metodológico
del dato es que el relevamiento se viene realizando sobre los anuncios de las mismas empresas -muchos de ellos obtenidos de los
titulares de los diarios y otros oportunistas- y que no necesariamente se verifica luego que se hayan concretado.
En volúmenes de inversión, lo que decidídamente falta es el gran componente de la Inversión Extranjera Directa, que en los 90 se
canalizaba a través de las empresas de servicios públicos privatizadas. Precísamente, con todas ellas, y tras casi tres años de
zig-zag, el Gobierno ha comenzado a hacer las paces de un modo bastante controvertido, con nuevos jugadores ?nacionales? en muchos
casos y con déficit de inversión en casi todos, lo que ha puesto al parque energético, por ejemplo, al borde del rezo para que no haga
demasiado calor y para que no falte agua en las centrales hidroeléctricas.
Lo cierto es que el caso por caso coloca a todo el procedimiento bajo la lupa, ya que los nuevos vientos ponen al Estado más en
papel de socio que de controlador, mientras muchos privados están encantados de que así ocurra, sobre todo si el riesgo de la
inversión sale del bolsillo de los contribuyentes. En el caso de la telefónicas, una nueva Ley coronará el proceso, aunque habrá que
demostrar en la letra que la misma no fue condición de los arreglos.
Por último, en lo político, el Presidente afrontará esta misma semana un gran test, cuando la Cámara de Diputados deba resolver si
reduce en siete miembros el Consejo de la Magistratura, tal como quiere el Gobierno. Allí, se definirán del todo los alineamientos en
el PJ, aunque la importancia que tiene una medida de este tipo para la calidad institucional de la República puede correr de la
afirmativa a varios peronistas que desean votar de acuerdo a su conciencia. Seguramente, no serán perdonados.
El problema con el Uruguay, que también pasó por el Congreso en la semana, sigue alineando de los dos lados a los partidarios de la
discordia y del diálogo de sordos, antes que a los ejecutores del acercamiento. En tanto, cada cual atiende su juego, sin preocuparse
por la escalada.
Los privados, que siguen adelante con la construcción de las plantas, dicen que el problema es de los estados. La Argentina amenaza
con La Haya y Uruguay prefiere el Mercosur. Los ambientalistas de Gualeguaychú cortan las rutas en represalia y el gobierno uruguayo
está que trina contra la pasividad del argentino que no las libera. Los gobiernos europeos juran que afirmar que vienen a esta parte
del mundo, porque las normas ambientales de la UE no les permiten expandirse en sus países de origen es ?un mito? y que lo hacen
porque aquí están los bosques y eventualmente mano de obra más barata. En tanto, los violentos de los dos lados están agazapados.
Para el senador Rodolfo Terragno, la solución es un ?teléfono rojo? entre ambos presidentes. Mientras tanto, en la casa Rosada, los
ideólogos desaconsejan el procedimiento porque ?Tabaré se derechizó?, sostienen para descalificar, con ese sonsonete, a todos los que
no piensan como ellos.
* Por gentileza de Hugo E.Grimaldi, director periodístico de la Agencia DyN (Diarios y Noticias, de la Argentina), reproducimos su
columna De Domingo a Domingo, correspondiente al 19 de febrero de 2006.
Cada fin de semana esta columna aparece en medios destacados de la Argentina, como La Gaceta, de Tucumán; la Nueva Provincia, de Bahía
Blanca; La Capital, de Mar del Plata; La Calle, de Concepción de Uruguay o El Diario, de Olavarría.
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