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Seguir leyendo //Escribe Silvia Martinica
Siempre supimos que todas nuestras
experiencias pasadas podían guardarse prolijamente en nuestra mente, muchas de las cuales podían ser recordadas a voluntad.
Las demás, es decir los hechos que no venían en forma espontánea a la conciencia, también estaban guardados en alguna parte.
El velo de los misterios se cayó cuando Sigmund Freud dijo que estaban en un lugar llamado inconciente y que era una especie de cámara
almacenadora, a la que podíamos acceder a través de procesos un poco mas elaborados, como la hipnosis o espontáneamente a través de
los sueños.
No sabemos a ciencia cierta donde se ubica, pero si sabemos que podemos descubrir cosas allí mediante algunas técnicas terapéuticas
que pueden ayudarnos a traerlas al presente. Incluso, cuestiones que nos parecen completamente olvidadas y a veces hasta ajenas.
Pero hoy también se sabe que estos recuerdos y vivencias no solo se guardan en la mente. El cuerpo es un refugio de experiencias
vividas y en cada célula conservamos intacto cada momento de vida, como si fuese una grabadora.
Parece ser que, en nuestro ADN, además de los códigos informativos que determinan el tipo de cabello, piel y color de ojos,
almacenamos cada experiencia vivida a lo largo de nuestra existencia.
Y no solamente la vivencia como si fuera una película, sino también las sensaciones y emociones que la acompañan, lo que las hace
todavía más fuertes.
Si volvemos a sentir un olor, este nos puede llevar inmediatamente a un recuerdo y este a una emoción. O el sonido de una canción que
parecíamos haber olvidado, transportarnos a un momento determinado con solo oír los primeros acordes.
Dentro de estos recuerdos están los buenos y también los malos. Muchas veces es útil recurrir a ellos para repetir sentimientos
profundos y traerlos de nuevo a nuestra vida actual, de manera que podamos inyectar un poco de aquello, en el momento presente. Por
ejemplo volver allí, a ese día en el que nos sentíamos poderosos y que éramos jóvenes, saludables, sensuales, felices y desplegábamos
todo nuestro potencial.
Como una fotografía, ese momento es guardado y archivado en la memoria celular, con un código propio.
La idea es ubicar ese archivo y abrirlo. Aquel momento maravilloso de poder, se puede usar a diario en un ejercicio contra el
desánimo, la depresión y la enfermedad.
Esa información nos está diciendo que nosotros somos también aquello. Estamos hechos de eso, ya que esta en nuestras células, en
nuestro ADN, solo que por alguna razón, no lo estamos utilizando en el tiempo presente.
Se puede acceder a los archivos a través de distintas técnicas y los resultados son inmediatos, es como inyectarse una dosis de
sensaciones directo en la vena. Esa dosis puede ser suficiente para modificar el presente.
Una de las técnicas consiste en buscar en la columna vertebral, el mapa de la vida, en el que cada porción de vértebras corresponde a
una etapa de siete años de experiencias.
Otro escaneo se realiza pensando en la sensación que se está buscando y a través de digito puntura y visualización finalmente se llega
al momento deseado.
Estas técnicas son como apretar botones en el teclado de la computadora y llegar en forma inmediata a la situación buscada.
El hombre está evolucionando y además necesita la rapidez, ya que esa es la forma en que hoy estudia, trabaja, se informa y
entretiene. Quedarse por años haciéndose preguntas en sesiones de psicoanálisis o aquietarse por completo en una meditación para
encontrar la paz, parecen ser formas no demasiado compatibles con su realidad.
Así como esas improntas quedan grabadas en las células de todo el cuerpo, sin haber retirado ni un céntimo de experiencia. También
pueden ser reactivadas y retiradas de la misma forma en que fueron incorporadas.
La idea de este sistema es justamente extirparlas como si se tratara de una cirugía. Es una especie de estética de nuestra vida donde
guardamos prolijamente lo que colabora a nuestro desarrollo y eliminamos lo que lo destruye.
La mecánica parece sencilla, pero hay que tener algunas pautas muy en cuenta, por ejemplo la importancia de reemplazar la porción
nociva por otra saludable.
Aparentemente el lugar no debe nunca quedar vacío, es una forma de asegurarse que no habrá recaídas.
Todavía no hemos descubierto el antivirus que nos permita denegar por completo el acceso a lo indeseable. Aunque tenemos herramientas
no tan mecánicas, pero si efectivas que al menos sirven para reconocer cuando hay peligro inminente.
Dentro de las técnicas de memoria celular también existen formulas fáciles, efectivas y económicas para conciliar el sueño, perder la
ansiedad, equilibrar la alimentación y hasta para verse mas bonitos, jóvenes y delgados.
Las técnicas son una combinación de digito puntura, color terapia, visualización y terapia floral, y apuntan a provocar cambios tanto
personales como en el sistema adonde la persona interactúa.
Los músculos hablan de las vivencias que hemos tenido y de los desequilibrios que ellas pueden habernos ocasionado. Por lo tanto una
de las formas de diagnosticar es a través de ellos y de la diferencia de electricidad acumulada en cada zona. Dependiendo de la
intensidad de cada porción, si existen o no atascos, si hay exceso o deficiencia de flujo eléctrico, y a su correspondencia con cada
punto del cuerpo.
A través de ellos se determina la dolencia, se corrige y se vuelve a medir para saber si fue suficiente con el tratamiento o si es
necesario continuar.
Otro sistema utilizado son los colores, cada color tiene una facultad diferente provocada por la intensidad y la frecuencia en la que
giran sus partículas.
Esa intensidad de velocidad es irradiada y al entrar en contacto con otra materia tiende a imprimar esa velocidad en ella.
Algunas frecuencias vibratorias son propicias para el beneficio de distintas partes del cuerpo. Entonces esa modalidad simple que nos
ofrece el medio ambiente a través de los sentidos, es utilizada con diferentes formatos para reestablecer el equilibrio psicofísico y
emocional.
No solo los humanos tenemos memoria en nuestras células. Desde hace un tiempo el científico japonés doctor Masaru Emoto, esta
dedicado a estudiar las moléculas de agua, su comportamiento y cambios con el contacto con el medio ambiente, las palabras, la música,
personas con distintos estados emocionales e incluso con escritos. Sus descubrimientos por increíbles que parezcan, han sido
fotografiados y propagados por todo el mundo.
Las moléculas reaccionan a los estímulos tales como las palabras, a los aparatos electrónicos simples y cotidianos como la PC, el
microondas, el televisor y el teléfono y cambian su formato, convirtiéndose en bellas florcitas ante palabras amables y amorosas o
música suave y en caos y desorden ante los opuestos.
Esto sucede porque ante estos estímulos, al agua le cambia su composición molecular. Las personas estamos hechas en base a un setenta
por ciento de agua y por lo tanto también estamos expuestos a estos factores externos, reaccionando de igual manera.
Por eso, nos dice el doctor Emoto, hay que tratar con sumo cuidado a nuestro cuerpo incorporando la mayor belleza posible. Aquí se
utiliza un principio parecido al de los colores, pero ahora por aproximación molecular y resonancia, los similares atraen por afinidad
y a través de los neurotransmisores en el caso del cuerpo, por transferencia de información, la química cambia.
Rescatar la memoria intrauterina, es hoy totalmente posible, aunque nos resulte difícil entender que tal vez, alguna dolencia o trauma
comienza antes de que viéramos la luz del sol por primera vez. Es posible averiguarlo y lo mas importante, desterrarlo.
* Silvia Martinica dirige la consultora en comunicaciones Wom-Ar
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