De Domingo a Domingo, la columna política semanal de Hugo
Grimaldi*
Quizás porque ha comprobado que a Mauricio Macri le ha dado mucho
rédito político y en consecuencia votos, el presidente de la Nación denunció desde el atril una eventual ?campaña sucia? a ser lanzada
en forma inminente desde afuera hacia adentro de su gobierno, destinada a perjudicar las chances de su esposa en las próximas
elecciones.
Sin embargo, su pasión centralizadora del poder, que transforma a todos los funcionarios en un apéndice de sus propias decisiones,
no le ha permitido aún reconocer públicamente a Néstor Kirchner que, al respecto, habría descubierto a más de un zorro metido en su
propio gallinero. Nunca lo hará, aunque sugieren en el entorno presidencial que su paciencia se está agotando.
Los cómo y los por qué del caso principal tienen una historia por detrás, a partir de una pregunta que revoloteó por la Casa Rosada
durante la semana: ¿qué otra cosa ha incidido más frente a la opinión pública desde que se lanzó la campaña de Cristina que el dinero
que se le olvidó en un baño a la ministra de Economía, su origen y su destino? Esta ha sido la gran obsesión que le quitó el sueño a
los hombres del Presidente, aunque no por lo judicial y ni siquiera por lo ético.
El problema se presentó por el lado comunicacional, al comprobar cómo el caso Felisa Miceli diluyó ante la prensa y la gente lo que
se imaginó como un punch fenomenal de instalación de la imagen estelar de ?Cristina presidente?. El affaire fue algo que la propia
ministra calificó en las entrevistas que concedió estríctamente a los medios que se le indicaron desde la Presidencia, como un
?error?, fruto de su ?inexperiencia? (sic).
Sin embargo, en las declaraciones que realizó Miceli se han producido un par de deslices adicionales que oscurecen aún más lo que se
quiso aclarar, aunque en el revoleo de las mismas ella intentó desviar la atención por el lado de la habitual paranoia de los
políticos, en este caso la del montaje de un fenomenal plan ?para quedarse con el ministerio de Economía?.
En primer término, la ministra justificó parte del dinero encontrado como proveniente de un préstamo de su propio hermano, ?algo muy
común en familias de clase media?, como ella mismo manifestó. Hasta allí todo muy natural, aunque incomprobable, ya que no ha quedado
documentación al respecto. En todo caso, le cabe a la ministra el beneficio legal y humano de la duda.
Pero esos fondos, primer desliz, recibidos probablemente unos días antes de la supuesta operación inmobiliaria, nunca podrían haber
estado declarados totalmente al 31-12-06 ante la AFIP en Bienes Personales, ni tampoco ante la Oficina Anticorrupción, como se afirmó
con imprecisiones, aunque con una seguridad digna de elogio, el lunes 25 de junio, cuando en Economía se habló por primera vez
públicamente del tema.
Ella misma lo ha reconocido ahora ante la prensa, pese a que su nueva declaración se da de patadas con aquellos dichos que mandó
expresar por medio de sus voceros: “Es un tema privado. El dinero figura en su declaración jurada de Ganancias (sic), así que no
constituye ningún delito, ni siquiera por omisión?, se había manifestado por entonces.
Lo que se ha dilucidado en estas horas, con los números en la mano, parece tener mayor gravedad aún, ya que se ha blanqueado que la
declaración jurada de Felisa Miceli no incluye todo el importe en cuestión, sino algo más de la mitad ($ 105 mil) por lo que a aquella
sospecha se le suma una flagrante contradicción, que linda con la mentira.
De esta forma, se explica también por qué la ministra no pudo enderezar nunca a su favor de manera drástica el asunto, animándose a
una rueda de prensa a la que tenía que asistir sólo con una simple fotocopia en la mano, algo elemental para darle mayor verosimilitud
a su descargo. Era lo mínimo que se esperaba de un funcionario público involucrado en un episodio al menos sospechoso.
Miceli ya tenía antecedentes en materia de copias presentadas ante los periodistas, ya que había hecho algo similar aquel 25 de
junio con el Acta de los 60 mil dólares, cuando se aseguraba que había otra que hablaba de una suma cercana a los 240 mil, algo que la
ministra señala que la había ?preocupado?, porque tamaña diferencia ?no es lo mismo para mí y para la mayoría de la población?.
Sin embargo, otra fotocopia podría ayudarla algo si la muestra públicamente, antes de que el fiscal le solicite los datos al banco.
Se trata de la progresión del saldo de su cuenta durante el año, sobre todo cuándo fue que retiró la parte propia del dinero que tenía
en su poder para encarar la compra que pretendía hacer y cuánto quedó depositado.
Además, el episodio marca un segundo desliz, éste político, ya que dos ministros del Ejecutivo, Alberto y Aníbal Fernández compraron
la teoría de las declaraciones juradas y ante las nuevas declaraciones han quedado manifiestamente expuestos, ya que ambos dijeron
públicamente que tenían que creer que la ministra había declarado los fondos en cuestión. El propio Presidente debe haberle creído
también.
Lo cierto es que la situación explotó en el peor momento para Kirchner, quien buscaba recuperarse de los dos traspiés electorales de
la Capital Federal y Tierra del Fuego. Fue evidente que el operativo de oficialización de la candidatura de su esposa, aún sin tener
un grado de consenso definitivo entre todos los apoyos políticos oficiales (sindicatos, buena parte de los intendentes de origen
duhaldista, diversas ?patas peronistas? más tradicionales, etc.), debió adelantarse bajo una consigna algo difusa todavía, como es
que, tras cuatro años de gobierno, ?el cambio recién empieza?.
El temor de los hombres del Presidente es que parte del sello del PJ, que mostró en San Luis un rosario de caras viejas en todo
sentido, comience a recuperar aunque sea subterráneamente apoyos entre los que no quieren a Cristina como sucesora y que, de esa
forma, le logren limar a la candidata 10 ó 12 puntos en la intención de voto, manotazo que la puede depositar por debajo del 40 por
ciento, porcentaje que permitirá la segunda vuelta que se busca evitar.
¿Si Duhalde ya se lo hizo a Menem con Kirchner, porque no podría repetirse la receta, aunque las circunstancias, sobre todo las
económicas, sean diferentes?, se preguntan los más dubitativos. Para los no cristinistas de la interna, la lógica indica que, con ese
escenario, habría que barajar y dar de nuevo. En tanto, si todo esto pasa, Kirchner deberá explicar en posición de debilidad por qué
vuelve al ruedo de la reelección y qué pasaría con el supuesto cambio.
Lo cierto es que el shock esperado con el anuncio de la candidatura de Cristina nunca se produjo y las dudas sobre los por qué
comenzaron a surgir, en el mismo momento que se encontró en la ministra de Economía un estupendo chivo expiatorio para justificar la
opacidad del lanzamiento.
Una respuesta algo más analítica a aquel interrogante que sobrevoló la Casa Rosada, debería considerar también algunos otros
elementos, ya que el silencio programado de la senadora ha sido también una pieza negativa fundamental de lo que se interpreta
oficialmente como un bajoneo informativo post-lanzamiento.
En la configuración del cuadro de desenfoques de la opinión pública que torcieron el escenario rimbombante de luces que el Gobierno
imaginaba para la esposa del Presidente bien podrían sumarse algunos datos más, como por ejemplo otra grave torpeza, en este caso la
del oscuro procedimiento de Guillermo Moreno en la intervención de oficio de Metrogas, lo que ha patentizado el grado de incoherencia
y las internas que vive la Administración, con motivo de la ya desatada crisis energética.
Todo el proceso de desplazamiento de un funcionario de una empresa privada que se vivió el viernes ha sido de una desprolijidad
absoluta, muy en línea con las actitudes que muchos le endilgan al secretario de Comercio desde hace tiempo. ?Es un patotero que se
cree que está en Venezuela?, se ha dicho ayer desde una empresa del sector. Tal parece que ésa fue la actitud que tomó apenas llegó a
las oficinas de la distribuidora de gas en el barrio de Barracas, el viernes por la mañana, junto a funcionarios de su área, al menos
por lo que refieren testigos del hecho.
Allí, quiso saber quién había dado la orden de cortar el suministro a las industrias, sobre todo a aquellas que tenían contratos en
firme. La empresa contraatacó diciéndole que la restricción se había dado en aquellos clientes en firme, pero ?con ventana?, es decir
a aquellos que pagan más, aunque no tanto como para que no se les interrumpa el suministro en algunos días al año. Inmediatamente, se
hizo trascender a medios amigos que la empresa había sido intervenida por sus malas decisiones, aunque a Moreno se le decía que las
órdenes habían emanado del Comité de Emergencia que preside el secretario de Energía, Daniel Cameron.
Cuando Metrogas estaba demostrando la validez de sus argumentos, refieren las fuentes, el ofuscado Moreno se fue a la Casa de
Gobierno para asistir a una audiencia con el Presidente junto a Daniel Filmus por el tema de las cuotas de los colegios privados y con
el papelón desatado, apenas balbuceó respuestas sobre el gas en la conferencia de prensa, ante la mirada azorada del ministro de
Educación.
Dos horas más tarde, se terminó con el episodio de un modo que quiso mostrarse como elegante, pero que no es inocuo ni carente de
peligrosidad si los empresarios toleran pasivamente el procedimiento de injerencia de un funcionario del Estado en las decisiones de
management de una compañía. El final fue sin multas ni reproches y con el goce de una licencia para el director general de Metrogas,
Roberto Brandt, un experto de primerísima línea a quien no se lo podría acusar nunca de ?incompetente?, como parece que hizo Moreno.
En tanto, y de modo salomónico en materia de internas, el ministerio de Planificación za