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Seguir leyendo //La agenda hacia el Tronador II viene muy jalonada de testeos de “prototipos del prototipo del prototipo”. La cosa empezó en 2009 con aparatos que parecían juguetes, pero van cobrando tamaño y complejidad en forma creciente. Aquel año se lanzaron desde rampas dos cohetes, T1 y T2 de apenas 60 kilos por pieza, con la única intención de probar la electrónica de navegación y guiado, aunque no todavía la de control. “Anduvo todo bien”, resume el ingeniero Juan Cruz Gallo, a cargo del proyecto.
Ahora la cosa pasa por probar los sensores y actuadores del llamado “Trans Vector Control” (TVS), capaz de hacer girar al cohete sobre cualquiera de sus tres ejes. En esa búsqueda, en 2011 se mancó en despegue el T4000, del que se esperaba una etapa de impulso de sólo 10 segundos de duración, lo suficiente para probar el TVS, el motor no importaba tanto. “Pero falló una válvula. Mirá cómo los errores te enseñan mucho más que los éxitos”, vuelve a resumir Gallo.
Este año empieza la puesta a prueba de la serie VEX, 6 prototipos cada vez más ambiciosos, y que podrían ser menos si todo va bien y la CONAE toma algún atajo. Según el plan actual, el primer VEX pesará 4 toneladas, se disparará verticalmente en 2013 y tendrá un motor de 1,8 toneladas de empuje.
El objetivo parece modesto: controlar el vehículo durante 30 segundos, y si da para “la yapa”, tratar de seguir controlándolo los 30 segundos siguientes hasta que haya quemado sus 2800 kg. de combustible. En ese momento, habrá llegado sólo a 16 kilómetros de altura, apenas 4 más de la altitud de crucero de un viejo Jumbo Jet. Si lo miramos como transporte, el VEX 1 a esa altura no puede llevar ni una manzana. Y de kilometraje por litro, mejor ni hablar.
Pero los VEX son meras plataformas de desarrollo de propulsión y guiado, no transportes de manzanas o de pasajeros. Y aceptan sin pestañear su inferioridad total respecto de los mejores cohetes del mundo actual, que de todos modos resultan fantásticamente ineficientes, si uno considera que algunos (los Protón rusos, los Titán estadounidenses) eran prototipos en la década del 50, y han pasado por miles de modelos, lanzamientos y mejoras en seis décadas.
Y sin embargo ninguno, ningún cohete, estadounidense, ruso, chino, japonés, ucraniano o europeo, te pone un kilogramo de carga útil en órbita baja (LEO, por “Low Earth Orbit”, entre 200 y 1200 kilómetros de altura) por menos de 30.000 dólares. Y no podría ser de otro modo, cuando en esta historia de llegar al espacio, el 97% del peso del cohete tipo, aquí y en todos lados, es combustible y su oxidante, y lo que queda (el “peso seco”, en jerga coheteril), es casi todo plataforma de vuelo, el cohete propiamente dicho, y la carga útil (eso que los terrícolas llamamos “satélites” o “sondas” o “cápsulas”, según el caso) tal vez represente el 1% de la suma. Con suerte.
Dado que sólo se transportan a sí mismos, los VEX estarán incluso debajo de esa ineficiencia inherente a la cohetería. Pero con cada nuevo lanzamiento, se les irán añadiendo cosas: el VEX 2 tendrá 3 motores de 4 toneladas de empuje, el VEX4, un motor único de 30 toneladas, el VEX5, una primera etapa con 4 de esos motores de 30 toneladas y una segunda, que se separará de la primera a los 80 kilómetros de altura (señores, ahí ya estamos en el espacio). Esta segunda etapa se impulsará con un único motor igual a los de la primera etapa.
Lo importante es que la segunda etapa del VEX5 contará con otro mecanismo de control adicional llamado RSC, un anillo de 12 toberitas que permiten regular finamente la actitud en todos los ejes del vehículo cuando éste terminó su impulsión y está “costeando”, lo que en jerga significa que avanza en vuelo balístico, como el de una flecha que ya dejó atrás el arco.
La flecha se estabiliza pasivamente sobre su eje gracias a las aletas de su empenaje, porque vuela inmersa en aire. Pero el RSC está hecho para poner en la posición que se quiera, y activamente, con minúsculos disparos de microcohetes, un objeto que vuela en el vacío, donde no hay aleta que valga.
Toda este programa se va llevando a cabo en los descampados de entrenamiento de Baterías, en la base aeronaval de Puerto Belgrano, sitio elegido por estar a tiro de ferrocarril, cuando haya que mover equipos pesados, pero además vigilado por la Marina y geográficamente apartado de la población civil: si ocurre un mal lanzamiento (costumbre de los cohetes en desarrollo), la idea es que sólo se pierda plata, y cuando a partir del VEX5 se lancen vehículos con etapas, las primeras (las más pesadas) caerán al mar. Las otras se incinerarán por fricción al volver a la atmósfera. Así funcionará el “Cabo Cañaveral” criollo.
El objetivo es llegar a 2015 con el Tronador II tal como se lo ve en Tecnópolis, pero funcional: 27 metros de altura, tres etapas y más de 57 toneladas de peso. La última etapa debe poder llegar a 600 kilómetros de altura con una velocidad final de 10 km por segundo, y un margen de precisión (y aquí está la apuesta argentina) diez veces mayor que el del más exacto de los lanzadores actuales, el Delta II estadounidense, afirma Gallo.
Y eso es hacer honor al apellido.
Dime qué vuelas y te diré qué quieres – (Serie Tronador II)
Escalera al cielo, peldaño a peldaño – (Serie Tronador II)
En monolíticos, somos Gardel – (Serie Tronador II)
El costo de no tener radares espaciales – (serie Tronador II)
Créanle a Varotto – (serie Tronador II)
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