Al mercado nuclear, por adjudicación directa

INVAP como empresa nació de una adjudicación directa de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para desarrollar una vía argentina hacia el enriquecimiento de uranio, tarea que le tomó de 1981 a 1983. Ni licitación ni ocho cuartos: ése fue un programa secreto. Cuando el presidente electo Raúl Alfonsín dio la noticia públicamente, en el hemisferio norte el asunto causó dispepsias varias.

Por aquellos años la CNEA le dio otra adjudicación directa a INVAP: la de construir el pequeño reactor RA-6 de Bariloche, que la pequeña firma patagónica entregó en tiempo y forma, y ya veterano, anda sin problemas. ¿La CNEA debería haber llamado a licitación internacional para hacerlo? Por suerte no lo hizo. El asunto con las licitaciones en tecnologías de las que uno se quiere apropiar, es si uno quiere participar en las ajenas.

            Si los países que nos terminaron comprando reactores de investigación (Perú, Argelia, Egipto y Australia) no supieran que podíamos diseñar una buena planta y enriquecer uranio para el combustible, jamás nos habrían invitado. Porque la conducta de los dueños de la pelota en este rubro (Francia, Estados Unidos, Canadá, Rusia, Corea, Japón, China) habría sido castigar a nuestro comprador dejándolo sin combustible. Es un mercado caníbal, el nuclear: para vender un caballo, tenés que asegurarle a tu cliente también el pasto.

            Hoy INVAP es el proveedor más respetado del mundo en pequeños reactores nucleares. Participó en la construcción de dos plantas en Perú, y diseñó y vendió las de Argelia, Egipto y Australia. Este último reactor, el OPAL, en Sydney, es considerado el mejor reactor multipropósito de la actualidad.

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